LO QUE CREEMOS
Conoce nuestras creencias de fe
1. Las Sagradas Escrituras
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Creemos en las Sagradas Escrituras como plena e infalible Palabra de Dios, revelada al hombre por inspiración del Espíritu Santo y, consecuentemente, única estándar infalible y segura norma de fe, conducta y practica (Deuteronomio 4:2, 12:32; Mateo 5:17-18; 24:35; Juan 10:35; 16:12-13; 17:17; 1 Corintios 2:13; 2 Timoteo 3:15-17; Hebreos 4:12; 2 Pedro 1:20-21; Apocalipsis 22:18-19).
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Creemos que las Sagradas Escrituras se componen de 66 libros; 39 libros en el antiguo testamento (Ley) y 27 del nuevo testamento (Evangelio).
2. Las 5 solas
Creemos, desde la Palabra de Dios, en las 5 solas de la Reforma Protestante:
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Sola Escritura: La Palabra de Dios es la máxima autoridad en materia de fe y práctica. Por tanto, nada que contradiga la revelación de Dios puede regular la vida del creyente (Gálatas 1:6-10; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:3).
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Solo Cristo: La salvación se encuentra solo en Cristo, excluyendo así todo otro camino para llegar a Dios (Hechos 4:12; Juan 3:18, 14:6; 1 Tim 2:5).
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Sola Gracia: La salvación es un don de Dios. Por tanto, es algo que el pecador recibe de forma inmerecida basada en los méritos de Cristo alcanzados durante su vida, muerte y resurrección (Efesios 2:8; Romanos 3:24; 11:5).
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Sola Fe: La salvación solo puede ser recibida cuando ponemos nuestra fe en Aquel que murió por nosotros, excluyendo la posibilidad de que nuestras obras puedan contribuir (Efesios 2:8-9, Romanos 3:28; 5:1; Gálatas 2:16; 3:24-26).
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Solo a Dios la Gloria: El propósito de la salvación que recibimos es glorificar a Dios; poner de manifiesto las excelencias o virtudes de su carácter (Romanos 11:36; 1 Corintios 10:31; Efesios 1:4-6; 1 Pedro 2:9).
3. Dios Trino
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Creemos en el único Dios vivo y verdadero (Deuteronomio 6:4; Isaías 45:5-7; 1 Corintios 8:4; 1 Timoteo 2:5), que todo lo sabe (Juan 4:24), perfecto en todos Sus atributos, uno en esencia, existiendo eternamente en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 3:16-17; 28:19; Juan 14:16-17; 2 Corintios 13:14; 1 Pedro 1:2; 1 Juan 5:7), mereciendo adoración y obediencia cada uno por igual.
4. El Padre
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Creemos que Dios el Padre, ordena y dispone todas las cosas de acuerdo a Su propósito y Gracia (Salmo 119:91; 145:8-9; 1 Corintios 8:6). Él es el Creador de todas las cosas (Génesis 1:1-31; Efesios 3:9). Gobernante absoluto (Sal 103:19), soberano (Romanos 11:36; Efesios 1:11), omnipresente (Jeremías 23:23-24), omnisciente (Salmos 139:1-4) y omnipotente (Apocalipsis 19:6) en el universo, y autor del Plan de Salvación desde antes de la creación del mundo (Juan 3:16-17; Romanos 8:29-30; Efesios 1:3-5).
5. El Hijo
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Creemos que Jesucristo, posee todos los atributos divinos, y en estos Él es igual a Dios, consubstancial, y coeterno con el Padre (Juan 1:1-2; 10:30; 14:9) y en su encarnación (Dios hecho hombre, Juan 1:14) que existiendo eternamente, aceptó todas las características esenciales del ser humano y de esta manera se volvió el Dios-Hombre (Filipenses 2:5-8; Colosenses 2:9).
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Creemos que nuestro Señor Jesucristo nació de una virgen (Isaías 7:14; Mateo 1:20-25; Lucas 1:26-35); que Él era Dios encarnado (Juan 1:1, 14); y que el propósito de la encarnación fue revelar a Dios, redimir a los hombres, y gobernar sobre el reino de Dios (Salmo 2:7-9; Isaías 9:6; Juan 1:29; Filipenses 2:9-11; Hebreos 7:25-26; 1 Pedro 1:18-19).
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Creemos que nuestro Señor Jesucristo llevó a cabo nuestra redención por medio del derramamiento de Su sangre y de Su muerte sacrificial en la cruz y que Su muerte fue voluntaria, vicaria, sustitutoria, propiciatoria, y redentora (Juan 10:15; Romanos 3:24-25; 5:8; 1 Pedro 2:24).
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Creemos que Jesucristo murió en la cruz, fue sepultado y resucitó al tercer día de entre los muertos, ascendió al cielo y está sentado a la diestra de Dios Padre y regresará por segunda vez a juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino (Hechos 1:9-11; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 2 Timoteo 4:1).
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Creemos que Jesucristo es el único mediador entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5), el único camino para llegar al Padre (Juan 14:6; Hechos 4:12), la Cabeza de Su Cuerpo que es la iglesia (Efesios 1:22; 5:23; Colosenses 1:18), el Rey universal (Isaías 9:6; Lucas 1:31-33), el Juez que tiene la última palabra de todos aquellos que no confían en Él como Señor y Salvador (Mateo 25:14-46; Hechos 17:30-31) y el único nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos (Hechos 4:12)
6. El Espíritu Santo
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Creemos que el Espíritu Santo es una Persona divina, eterna, no derivada, que posee todos los atributos de personalidad y deidad incluyendo intelecto (1 Corintios 2:10-13), emociones (Efesios 4:30), voluntad (1 Corintios 12:11, eternalidad (Hebreos 9:14), omnipresencia (Salmo 139:7-10), omnisciencia (Isaías 40:13-14; 1 Corintios 2:9-11), omnipotencia (Lucas 1:35; Romanos 8:11; 15:13), y veracidad (Juan 16:13).
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Creemos que el Espíritu Santo en todos los atributos divinos y en sustancia Él es igual al Padre y al Hijo (Mateo 28:19; Hechos 5:3-4; 28:25-26; 1 Corintios 12:4-6; 2 Corintios 13:14; Jeremías 31:31-34; Hebreos 10:15-17), y que su obra se manifiesta con mayor plenitud desde Pentecostés cuando El descendió del Padre como fue prometido por Cristo (Juan 14:16-17; 15:26) para completar la edificación del Cuerpo de Cristo, el cual es Su iglesia (1 Corintios 12:13).
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Creemos que el amplio espectro de Su actividad divina incluye convencer al mundo de pecado, de justicia, y de juicio; glorificando al Señor Jesucristo y transformando a los creyentes a la imagen de Cristo (Juan 16:7-9; Hechos 1:5; 2:4; Romanos 8:9; 2 Corintios 3:6; Efesios 1:13).
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Creemos que todo creyente posee la presencia del Espíritu Santo Quien mora en él, desde el momento de la salvación, y el deber de todos aquellos que han nacido del Espíritu, consiste en ser llenos del Espíritu y controlados por Él (Juan 14:26; 16:13; Romanos 8:1, 5, 9, 14; Efesios 5:18; 2 Pedro 1:19-21; 1 Juan 2:20,27).
7. La Salvación
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Creemos que la salvación es totalmente dada por la Gracia de Dios, por medio de la Fe, basada en la redención de Jesucristo, el mérito de Su sangre derramada, y que no está basada en méritos humanos u obras (Juan 1:12; Romanos 3:24-28; 5:1; 11:5; Efesios 1:7; 2:8-10; Gálatas 2:16; 3:24-26; 1 Pedro 1:18-19)
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Creemos que la obra completa de la salvación es efectuada por el Dios Trino (Salmos 37:39). El Padre escogió a un pueblo, el Hijo murió por él, y el Espíritu Santo hace efectiva la muerte de Cristo conduciendo a los elegidos a la fe y al arrepentimiento y a que voluntariamente obedezcan al evangelio. El proceso completo (elección, redención, regeneración) es obra de Dios y es únicamente por Gracia (Romanos 8:29-30). Por tanto, Dios, y no el hombre, Determina quienes han de ser los que reciben el don de la salvación (Efesios 2:8-10).
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Creemos en la justificación por medio de la fe únicamente, por medio de la cual el Padre declara justos a aquellos a quienes, a través de la fe en Cristo, se arrepienten de sus pecados (Lucas 13:3; Hechos 2:38; 3:19; 11:18; Romanos 2:4; 2 Corintios 7:10; Isaías 55:6-7) y lo confiesan como Señor soberano (Romanos 10:9-10; 1 Corintios 12:3; 2 Corintios 4:5; Filipenses 2:11). Esta justicia es independiente de cualquier virtud u obra del hombre (Romanos 3:20; 4:6) e involucra la imputación de nuestros pecados a Cristo (Colosenses 2:14; 1 Pedro 2:24) y la imputación de la justicia de Cristo a nosotros (1 Corintios 1:30; 2 Corintios 5:21). Por medio de esto Dios es “el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:26).
8. Las Doctrinas de la Gracia
Creemos, desde la Palabra de Dios, en las Doctrinas de la Gracia, sistematizadas a partir de la Reforma Protestante:
Depravación Total (El hombre y su caída):
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Creemos que debido a la caída, el pecador es incapaz de creer en el evangelio y ser salvo, ya que está muerto, ciego y sordo a las cosas de Dios; su corazón es engañoso y perverso en gran manera. Su voluntad no es libre, sino que está esclavizada a su naturaleza pecaminosa; por tanto, no quiere, y de hecho, no puede, escoger el bien y rechazar el mal en lo que a las cosas espirituales respecta. La mera ayuda del Espíritu, por consiguiente, no es suficiente para traer al pecador a Cristo, sino que es absolutamente necesaria la regeneración en virtud de la cual el Espíritu imparte vida y una nueva naturaleza al pecador. La fe no es algo con lo cual el hombre contribuye a la salvación, sino que es en sí una parte del don de la salvación, es el don de Dios al pecador, no el don del pecador a Dios. (David N. Steele y Curtis C. Thomas The five Points of Calvinism)
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Creemos que el hombre fue directa e inmediatamente creado por Dios a Su imagen y semejanza. El hombre fue creado libre de pecado con una naturaleza racional, con inteligencia, voluntad, determinación personal, y responsabilidad moral para con Dios (Génesis 2:7, 15-25; Santiago 3:9).
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Creemos que a raíz del pecado de desobediencia por parte de Adán incurrió en la pena de muerte espiritual y física (Génesis 2:16-17; 3:1-19; 1 Timoteo 2:13-14; Romanos 3:23); convirtiéndose en un ser corrupto, pecador y totalmente incapaz de escoger o hacer aquello que es aceptable a Dios fuera de la Gracia divina (Juan 6:44; 63-65; 15:5; Romanos 5:6-12; 1 Corintios 2:14; Filipenses 2:13; Efesios 4:18-19). Sin poder alguno para tener la capacidad en sí mismo de restauración, el hombre está perdido, muerto en sus pecados y delitos, y sin esperanza alguna. Por lo tanto, la salvación es en su totalidad por la Gracia de Dios por medio de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo (Efesios 2:1-5; Colosenses 2:13-14; Tito 3:3-5; Hechos 16:14; Romanos 6:18-23).
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Creemos que debido a que todos los hombres de todas las épocas de la historia estaban en Adán, se les ha transmitido una naturaleza corrompida por el pecado de Adán, siendo Jesucristo la única excepción. Por lo tanto, todos los hombres son pecadores por naturaleza, por decisión personal, y por declaración divina (Salmo 14:1-3; Jeremías 17:9; Mateo 15:19; Marcos 10:18; Romanos 3:9-18, 23; 5:10-12; 8:7).
Elección Incondicional (La Soberanía Divina en la elección):
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Creemos que Dios escogió como su pueblo a ciertos individuos para salvación antes de la fundación del mundo por su voluntad soberana (de la misma manera que escogió al pueblo Judío en el AT). Su elección de ciertos pecadores no está basada en un conocimiento previo de una respuesta o acto de obediencia (tales como la fe, el arrepentimiento, etc.) por parte de los pecadores. Al contrario, Dios es el que da la fe y el arrepentimiento a cada persona elegida. Dichas obras son el resultado, no la causa de elección divina. La elección, por tanto, no está determinada ni condicionada por virtud alguna u obra meritoria prevista por Dios en el hombre. Aquellos a quienes Dios ha elegido en su soberanía son movidos por el Espíritu Santo a ir a Cristo. Por tanto, la causa fundamental de la salvación no es la decisión del pecador de ir a Cristo, sino la elección del pecador por parte de Dios (David N. Steele y Curtis C. Thomas The five Points of Calvinism). (Juan 13:18; 15:16, 19, Mateo 22:14, Hechos 13:48; Romanos 9:11-24; 11:5-10; 1 Tesalonicenses 1:4; 5:9; 2 Tesalonicenses 2:13, 2 Timoteo 2:10; Efesios 1:4-12; 1 Pedro 2:9; Apocalipsis 17:14).
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Creemos que la elección soberana no contradice o niega la responsabilidad del hombre de arrepentirse y confiar en Cristo como Salvador y Señor (Ezequiel 18:23, 32; 33:11; Juan 3:18-19, 36; 5:40; Romanos 9:22-23; 2 Tesalonicenses 2:10-12; Apocalipsis 22:17). No obstante, debido a que la Gracia soberana incluye tanto el medio para recibir la dádiva de salvación como también la dádiva misma, la elección soberana resultará en lo que Dios determina. Todos aquellos a quienes el Padre llama a Sí Mismo vendrán en fe y todos los que vienen en fe, el Padre los recibirá (Juan 6:37-40, 44; Hechos 13:48; Santiago 4:8).
Expiación Limitada (La muerte de Cristo):
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Creemos que la obra redentora de Cristo tuvo como fin salvar a los elegidos únicamente y, en efecto, aseguró la salvación de éstos. En su muerte Cristo sufrió como sustituto por el pecado de los elegidos en particular. Además de borrar los pecados de éstos, la redención proveyó todo lo necesario para lograr su salvación, inclusive la fe que los une a él. El don de la fe es impartido infaliblemente por el Espíritu a todos por quienes Cristo murió, garantizando la salvación de cada uno de ellos (David N. Steele y Curtis C. Thomas The five Points of Calvinism). (Mateo 1:21; 20:28; 26:28; Marcos 10:45; 14:24; Juan 10:11, 15; Hechos 20:28; Efesios 5:25-27; Hebreos 2:10; Apocalipsis 5:9; Isaías 53:8, 12)
Gracia Irresistible (El llamamiento eficaz):
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Creemos, que además del llamamiento general a la salvación hecho a todos los que escuchan el evangelio, el Espíritu Santo hace a los elegidos un llamamiento especial, el cual inevitablemente les conduce a la salvación. El llamamiento general, hecho a todos sin distinción, puede ser, y a menudo es, rechazado; en cambio el llamamiento especial hecho sólo a los elegidos no puede ser rechazado, sino que siempre resulta en la conversión de éstos. Mediante este llamamiento el Espíritu atrae irresistiblemente a los pecadores a Cristo, ya que no está limitado por la voluntad del hombre en su obra salvadora ni depende del hombre para lograr su propósito. El Espíritu induce benignamente al pecador elegido a cooperar, a creer, a arrepentirse, y a venir a Cristo espontánea y voluntariamente. Por tanto, la Gracia de Dios es invencible; siempre redunda en la salvación de aquellos a quienes se les brinda (David N. Steele y Curtis C. Thomas The five Points of Calvinism). (Ezequiel 11:19; Ezequiel 36:26-28; Mateo 11:27; Juan 1:12-13; Juan 6:44; Juan 10:16, 26-29; Hechos 2:39; Hechos 16:14; Romanos 8:29-30; Gálatas 1:15).
Perseverancia de los Santos (La seguridad de la salvación):
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Creemos que todos los escogidos por Dios, redimidos en Cristo, y a quienes el Espíritu ha impartido fe, son eternamente salvos y perseveran hasta el fin, ya que son preservados en la fe por el poder de Dios, el Todopoderoso (David N. Steele y Curtis C. Thomas The five Points of Calvinism).
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Creemos en la perseverancia de los santos (seguridad de la salvación); no obstante, la batalla permanece en el creyente a lo largo de esta vida terrenal y nunca es terminada en su totalidad, el Espíritu Santo provee lo necesario para la victoria sobre el pecado (Gálatas 5:16-25; Efesios 4:22-24; Filipenses 1:6; Filipenses 3:12; Colosenses 3:9-10; 1 Pedro 1:14-16; 1 Juan 3:5-9).
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Creemos que todos los redimidos, una vez que han sido salvos, son guardados por el poder de Dios y de esta manera están seguros en Cristo para siempre (Juan 5:24; 6:37-40; 10:27-30; Romanos 5:9-10; 8:1, 31-39; 1 Corintios 1:4-8; Efesios 4:30; Hebreos 7:25; 13:5; 1 Pedro 1:5; Judas 24).
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Creemos que a partir de una profunda gratitud por la Gracia inmerecida de Dios que se nos ha sido otorgada y debido a que nuestro Dios glorioso es tan digno de nuestra consagración total, todos los salvos deben de vivir de tal manera que demostremos nuestro amor reverente a Dios y de esta forma no traer deshonra a nuestro Señor y Salvador. Dios nos manda a que nos separemos de toda apostasía religiosa y prácticas mundanas y pecaminosas (Romanos 12:1-2; 1 Corintios 5:9-13; 2 Corintios 6:14-7:1; 1 Juan 2:15-17; 2 Juan 9-11).
9. La Santificación
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Creemos que todo creyente es santificado (apartado) para Dios por la justificación y por lo tanto declarado e identificado como un santo. Esta santificación es posicional e instantánea y no debe ser confundida con la santificación progresiva (Hechos 20:32; 1 Corintios 1:2, 30; 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 2:11; 3:1; 10:10, 14; 13:12; 1 Pedro 1:2).
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Creemos que por la obra del Espíritu Santo también hay una santificación progresiva mediante la cual el estado del creyente es traído a un punto más cercano a la posición que disfruta por medio de la justificación. A través de la obediencia a la Palabra de Dios y la capacidad dada por el Espíritu Santo, el creyente es capaz de vivir una vida de mayor santidad en conformidad a la voluntad de Dios, volviéndose más y más como nuestro Señor Jesucristo (Juan 17:17, 19; Romanos 6:1-22; 8:29; 1 Corintios 15:31; 2 Corintios 3:18; 1 Tesalonicenses 4:3-4; 5:23).
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Creemos que la salvación genuina es manifestada en frutos dignos de arrepentimiento que se demuestran en actitudes y conducta justas. Las buenas obras serán su evidencia apropiada y fruto (1 Corintios 6:19-20; Efesios 2:10), y serán experimentadas hasta el punto en el que el creyente se somete al control del Espíritu Santo en su vida a través de la obediencia fiel a la Palabra de Dios (Romanos 8:7-9; Efesios 5:17-21; Filipenses 2:12; Colosenses 3:16; 2 Pedro 1:4-10; 1 Juan 1:6-7; 3:3).
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Creemos que toda afirmación de que un creyente puede erradicar el pecado en su vida en esta vida, no es Bíblica (Salmo 51; Mateo 6:12; 26:69-75; Romanos 7:7-14; 1 Juan 1:8). La erradicación del pecado no es posible, pero el Espíritu Santo provee lo necesario para la victoria sobre el pecado (Gálatas 5:16-25; Efesios 4:22-24; Filipenses 3:12; Colosenses 3:9-10; 1 Pedro 1:14-16; 1 Juan 3:5-9).
10. La Iglesia y el Creyente
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Creemos que la iglesia es un organismo espiritual, constituido por todos los creyentes que han nacido de nuevo (Efesios 2:11-3:6), y que al confiar en Jesucristo, son inmediatamente colocados por el Espíritu Santo en un cuerpo espiritual unido (1 Corintios 12:12-13), la novia de Cristo (2 Corintios 11:2; Efesios 5:23-32; Apocalipsis 19:7-8), de la cual Cristo es la cabeza (Efesios 1:22; 4:15; Colosenses 1:18).
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Creemos que la iglesia es el Israel espiritual, el Israel de Dios, donde no hay judío ni griego, todos son uno en Cristo (Romanos 2:28-29; 11:11-24; Efesios 2:11-22; 3:6; Gal 3:28-29; 6:16)
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Creemos que Cristo es la cabeza y autoridad suprema de la iglesia (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22; Colosenses 1:18; 2:10; Efesios 5:23) y que el liderazgo, dones, orden, disciplina, y adoración, son determinados por medio de Su soberanía como se encuentra en las Escrituras (Efesios 4:11-12; Romanos 12:4-8; 1 Corintios 14:40; Mateo 18:15-22; Levítico 10:1-2).
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Creemos que, como Cabeza de la Iglesia, el Señor Jesucristo, en quien, por el designio del Padre, todo el poder requerido para el llamamiento, el establecimiento, el orden o el gobierno de la Iglesia, está suprema y soberanamente investido (Colosenses 1:18; Efesios 4:11-16; 5:23-32; 1 Corintios 12:27,28; Juan 17:1-3; Mateo 28:18-20; Hechos 5:31; Juan 10:1-16). Por tanto, no puede el Papa de Roma ser cabeza de ella en ningún sentido, sino que él es aquel Anticristo, aquel hombre de pecado e hijo de perdición, que se ensalza en la Iglesia contra Cristo y contra todo lo que se llama Dios (se hace pasar por Dios sin ser Dios), a quien el Señor destruirá con el resplandor de su venida (2 Tesalonicenses 2:2-9) (Tomado de la Confesión Bautista de Londres 1689).
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Creemos, así como también lo creyeron a lo largo de la historia de la iglesia y quedó plasmado en sus principales confesiones y escritos, que existe la falsa iglesia, esto es, que la Madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra es la iglesia Católica Romana, la misma que se hace llamar “La Santa Madre Iglesia”, que está dirigida por el Papado, y que todas las demás falsas religiones e iglesias, las filosofías humanistas y la cristiandad apóstata, son sus hijas (Apocalipsis 17 y 18).
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Creemos que el propósito de la iglesia es glorificar a Dios (Efesios 3:21) al edificarse a sí misma en la fe (Efesios 4:13-16), al ser instruida en la Palabra (2 Timoteo 2:2, 15; 3:16-17), al tener comunión (Hechos 2:47; 1 Juan 1:3), al guardar las ordenanzas (Lucas 22:19; 1 Corintios 11:23-26; Hechos 2:38-42; 10:47-48; Mateo 28:20) y al extender y comunicar el evangelio al mundo entero (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15; Hechos 1:8; 2:40-42; 13:47).
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Creemos que por mandato de nuestro Señor Jesucristo, y con el propósito de Glorificar a Dios, restaurar al hermano que ha caído y mantener la pureza de vida en la congregación, la iglesia local está llamada a ejercer la disciplina eclesiástica en sus miembros y según el orden establecido por las escrituras, cuando se atente contra la fidelidad doctrinal, la pureza de vida y la unidad fraternal (Mateo 18:15-22; 2 Juan 9:11; Gálatas 1:8-9; Judas 1:3-4; 1 Corintios 5:1-13; Romanos 16:17-18; Tito 3:10-11; Proverbios 22:10)
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Creemos que cada creyente es un sacerdote delante de Dios, quien debe adorarlo en espíritu y en verdad (Éxodo 19:6; Jeremías 31:34; 1 Pedro 2:9, Apocalipsis 1:6; 5:10).
12. El Día del Señor (Tomado de la Confesión de Fe Bautista/Londres 1689)
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Creemos que Dios ha señalado particularmente un día de cada siete como día de reposo, para que sea guardado santo para Él (Génesis 2:3; Éxodo 20:8-11; Deuteronomio 5:12-15; Marcos 2:27-28); el cual desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo fue el último día de la semana, y desde la resurrección de Cristo fue cambiado al primer día de la semana, que es llamado el Día del Señor (en honor a la Resurrección de Cristo) y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo cristiano, siendo abolida la observancia del último día de la semana (Juan 20:1; Hechos 2:1; 20:7; 1 Corintios 16:2; Colosenses 2:16-17; Apocalipsis 1:10).
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El día de reposo se guarda santo para el Señor cuando los hombres, después de la debida preparación de su corazón y de haber ordenado de antemano todos sus asuntos cotidianos, no solamente observan un santo descanso durante todo el día de sus propias labores, palabras y pensamientos acerca de sus ocupaciones y diversiones seculares (Éxodo 20:8-11; Nehemías 13:15-22; Isaías 58:13-14; Apocalipsis 1:10), sino que también se dedican todo el tiempo al ejercicio público y privado de la adoración de Dios, y a los deberes que son por necesidad y por misericordia (Mateo 12:1-13; Marcos 2:23-28)
13. Satanás y el mundo Espiritual
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Creemos que Satanás autor del pecado es el enemigo abierto y declarado de Dios y el hombre (Isaías 14:12-14; Mateo 4:1-11; Apocalipsis 8:10; 12:9-10; 20:3), el príncipe de este mundo (Juan 14:30; 16:11; 2 Corintios 4:4; 1 Pedro 5:8), quien ha sido derrotado a través de la muerte y resurrección de Jesucristo (Romanos 16:20); y que será eternamente castigado en el lago de fuego (Isaías 14:12-17; Ezequiel 28:11-19; Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10).
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Creemos en el mundo espiritual formado por el cielo y el infierno (Mateo 6:9-10; 10:28; 10:32; 1 Juan 4:2-4; Apocalipsis 4:1-3); en la existencia de los ángeles buenos que sirven a Dios (Mateo 4:6; 13:39; 16:27) y los ángeles malos o demonios, y en la de Satanás como jefe de los últimos (Mateo 25:41; 2 Pedro 2:4; Apocalipsis 12:9; 16:13-14)
14. Los Últimos Tiempos
Creemos, desde la Palabra de Dios, en la postura planteada por el Pre-milenarismo Histórico y creída por gran parte de la iglesia de los primeros siglos:
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Creemos que la iglesia es el Israel espiritual, el Israel de Dios, donde no hay judío ni griego, todos son uno en Cristo (Romanos 11:1-26; Gal 3:28-29; 6:15-16; Romanos 2:28-29; Juan 10:16; Romanos 9:23-26; Efesios 2:11-15)
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Creemos que la segunda venida y el arrebatamiento de los creyentes ocurren en el mismo momento, en el día final en la resurrección general, y no como eventos separados como lo plantean las corrientes dispensacionalistas (1 Corintios 15:51-52 y 1 Tesalonicenses 4:13-18; Juan 6:39, 44, 54).
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Creemos que, aunque la iglesia de Cristo siempre ha sufrido tribulación en la tierra (Apocalipsis 12:6, 13-17; 13:5-7; Daniel 7:21, 25), esto se irá incrementando hacia el final de los tiempos; y antes que Cristo vuelva por segunda vez, habrá un periodo de tribulación sobre la tierra, como nunca antes lo hubo (Mateo 24:21-22; 29; Apocalipsis 3:10; 7:13-14).
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Creemos que Cristo viene por segunda vez, antes del milenio (Apocalipsis 19), pero después de un periodo de gran tribulación sobre la iglesia (Daniel 7:21-22; 25-27; Apocalipsis 20:4; Mateo 24:29-31; 25:34).
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Creemos que en el Reino Milenial, Cristo reinará con absoluto control y justicia junto con los santos resucitados (Primera resurrección. Apocalipsis 20:1-6; Daniel 7:21-22; 25-27; Mateo 25:34). Durante este periodo Satanás será atado (Apocalipsis 20:2-3).
15. La Eternidad
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Creemos en la resurrección del cuerpo de todos los creyentes y de los no creyentes al final de los tiempos (Hechos 24:15; Daniel 12:2; Juan 5:29); los primeros heredarán la vida eterna y los últimos sufrirán tormento eterno (Mateo 25:31-46)
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Creemos que al finalizar el milenio Satanás será desatado, habrá una gran rebelión, posteriormente será el Juicio final, la muerte segunda para los impíos y los cielos nuevos y la tierra nueva para los escogidos (Apocalipsis 20:7-15; 2 Tesalonicenses 1:9; Apocalipsis 21).
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Creemos que los salvos entrarán al estado eterno de gloria con Dios, después de que los elementos de esta tierra sean disueltos (2 Pedro 3:10) y reemplazados con una tierra nueva en donde sólo mora la justicia (Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21-22). La ciudad celestial descenderá del cielo (Apocalipsis 21:2) y será el lugar en el que moren los santos, en donde disfrutarán de la comunión con Dios eternamente (Juan 17:3; Apocalipsis 21-22). Nuestro Señor Jesucristo, habiendo cumplido Su misión redentora, entregará el reino a Dios el Padre (1 Corintios 15:24-28), para que el Dios trino reine para siempre (1 Corintios 15:28).
A la gloria del Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por el poder del Espíritu Santo. Amén.
11. Los sacramentos u ordenanzas: El Bautismo y la Cena del Señor
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Creemos que el Señor Jesucristo instituyó solo dos ordenanzas para la iglesia a partir del Nuevo Testamento, el Bautismo y la Cena del Señor, las cuales deben ser guardadas por su iglesia hasta que permanezca en la tierra (Mateo 28:18-20; 1 Corintios 11:23-26).
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Creemos que el Bautismo cristiano, tal como lo muestra el Nuevo Testamento, es un símbolo o señal de aquellos que ya han creído en Jesucristo como su Señor y Salvador; es decir, es un testimonio externo de lo que ha ocurrido internamente en la vida de un creyente. Por tanto, éste debe hacerse solo después de arrepentirse de los pecados y creer en Cristo (Hechos 2:37-38; 8:35-38). El Bautismo ilustra en el creyente, la muerte, sepultura y resurrección a una vida nueva con Cristo (Romanos 6:3-4; Colosenses 2:11-13; Gálatas 3:27); el lavamiento del pecado y la regeneración (Tito 3:4-8; Juan 3.5-6); la señal de comunión e identificación de éste en la Iglesia visible (Hechos 2:41-42). El Bautismo, como su palabra lo indica ("zambullir”, “sumergir"), debe realizarse en agua por inmersión (Hechos 8:36-39; Marcos 1:9-10; Mateo 3:16; Lucas 1:21), y en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28:19).
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Creemos que, así como la Pascua de los Israelitas representaba la liberación de la muerte y del yugo de Faraón en Egipto, por el sacrificio de un cordero sin defecto y marcando con sangre los postes y dinteles de sus casas (Éxodo 12); así por el sacrificio de Cristo, el Cordero pascual, sin pecado, los creyentes en la Cena del Señor, conmemoran la liberación de la muerte eterna y de la esclavitud del pecado y el mundo. Así, ésta fue instituida por Cristo en la última cena con sus discípulos antes de ser entregado, para que su pueblo la guardara cada vez que se reuniera como iglesia, hasta que Él vuelva, en memoria y agradecimiento por su muerte para el perdón de los pecados por medio de su sangre del Nuevo Pacto (Mateo 26:20-28; Marcos 14:17-25; Lucas 22:14-20; 1 Corintios 11:23-26), y para testimonio de comunión con Él y entre su pueblo, pues donde están dos o tres reunidos en su nombre, ahí está El en medio de ellos (Hechos 2:41-42; Mateo 18:20; 1 Corintios 10:16-17). Por tanto, solo deben participar de ella, aquellos que están caminando dignamente en el Señor, de lo contrario, juicio comen y beben para sí (1 Corintios 11:27-29).