«Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo» (Juan 17:14)
Cristo ha dado la Palabra de Dios a Su pueblo, a sus amados, a los suyos (Jn 17:6-8). El Espíritu Santo toma de Cristo y nos da a conocer Su Palabra (Jn 16:13-14). Cristo manifiesta Su Palabra a sus siervos (Ap 1:1-2). Cristo nos habla hoy por Su Palabra (Heb 1:1-3). En el Sinaí los receptores fueron los israelitas, al recibir los 10M (Éx 20:1-2). La volvieron a recibir en el desierto (Dt 5:1). La revelación de apocalipsis fue manifestada para sus siervos (Ap 1:1). Su pueblo la recibe para ser instruidos (Rm 15:4).
Iglesia, somos receptores de Su Palabra. Debemos guardarla. Muchos la reciben, pero no la guardan. Los israelitas, recibieron la ley de Dios, pero muchos de ellos no la guardaron, desobedecieron los mandatos del Señor, se rebelaron contra Él. El Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros (Jn 1:14), a lo suyo vino, a los judíos, pero ellos lo rechazaron (Jn 1:11). La luz vino al mundo, y los hombres amaron mas las tinieblas que la luz (Jn 3:19). El Señor entregó Su Palabra, y el mundo no la ha guardado, muchos que se llaman su pueblo tampoco. Unos le agregan, otros le quitan. Los juicios de este Libro caerán sobre ellos (Ap 22:18-19). Nos engañamos si somos receptores de la Palabra y no la guardamos (St 1:21-25).
Pero bienaventurados los que han recibido Su Palabra y la guardan (Ap 1:3). Su pueblo fiel, ve en la Palabra de Cristo, el mayor deleite, pues la ha recibido de Su Redentor, por eso la guarda (Sal 1:2). Iglesia, guardemos Su Palabra, Cristo nos la entregó, que more en nosotros (Col 3:16). Así, Cristo dice al Padre de nosotros: “Yo les he dado tu palabra”
El mundo aborrece al pueblo de Dios, porque ellos han recibido Su Palabra y la guardan. El mundo aborrece la Palabra de Dios, por eso aborrece a los que la guardan. El mundo aborrece a los cristianos, porque guardan los mandamientos del Señor. Aborrecen a Cristo primeramente, pues Él es quien testifica de sus malas obras. Su Palabra los descubre (Jn 7:7). Lo aborrecen porque el mundo impío quiere vivir en sus pecados, vanaglorias, desenfrenos, pero con algo de religión y buenas obras, para tratar de cubrir su desnudez delante de Dios, alivianar sus conciencias encallecidas y sus corazones depravados. Pero Cristo les dice que nada de eso les sirve, que solo hay un camino al cielo, y es el camino de la Cruz, del nuevo nacimiento, la santidad, el arrepentimiento, Su Camino. Lo aborrecen sin causa justa (Sal 69:4).
No somos del mundo, como Él (Jn 15:18-25). Llevamos su mensaje, seguimos sus pisadas. Somos nacidos de arriba, del cielo, de donde viene Cristo, somos escogidos por Él. No somos de acá, por eso el mundo nos aborrece. No vivimos bajo los estándares y leyes de este mundo, vivimos bajo las leyes eternas del Reino de Cristo. Los falsos cristianos nos aborrecen, pues también son del mundo, de la simiente de Caín. No pueden vivir en santidad, por eso aborrecen a los cristianos piadosos que guardan la Palabra de Dios. Hacen como Caín con Abel (1 Jn 3:10-13). Hablan de amor, tolerancia, lisonjean, pero aborrecen en su corazón (Sal 28:3). Dicen amarnos, pero cuando sus pecados son expuestos, cuando quedan al descubierto, cuando ya no se pueden esconder mas, aborrecen abiertamente, se liberan como Judas al ser confrontado por Cristo (Jn 13:27). Mienten contra el pueblo fiel del Señor, levantan falsos testimonios, nos difaman. Son falsos creyentes, falsas iglesias, sinagogas de Satanás. Pero ellos mismos reconocerán que somos el pueblo amado de Dios (Ap 3:8-11).
No se nos haga extraño, seremos aborrecidos, como les pasó a nuestros antecesores (1 Ped 4:12-14). Muchos de ellos fueron mártires por la causa de Cristo. Pero somos bienaventurados por eso. Nuestro galardón es grande en los cielos (Lc 6:22-23). De nosotros es el reino de los cielos (Mt 5:10-12). El glorioso Espíritu de Cristo reposa en nosotros (1 Ped 4:14). Hermanos, seremos aborrecidos por el mundo: “…y el mundo los aborreció…”. ¿Estamos dispuestos a padecer por Cristo, a ser aborrecidos por el mundo?
Iglesia, no somos del mundo, como tampoco Cristo es del mundo, por eso somos aborrecidos. El mundo rechazó a nuestro Cristo, rechazó Su Palabra, Su mensaje (Jn 3:19-20). Cristo vino al mundo desde el cielo, para que saliéramos del reino de las tinieblas y fuéramos a Su Reino de Luz. Pero el mundo lo rechaza. Ama más las tinieblas que la luz, ama el pecado, aborrece la santidad, aborrece la luz, por eso no se quiere acercar a Cristo, porque sus obras van a quedar expuestas, como malas. El mundo ama lo malo, aborrece lo bueno. El mundo entero está bajo el maligno (1 Jn 5:19). El dios de este mundo ha nublado sus mentes, por eso aborrecen la luz del evangelio de Cristo (2 Cor 4:4).
Nosotros no somos del mundo, somos escogidos del mundo, por eso también nos aborrecen, por eso no somos amados acá (Jn 15:19). El mundo ama lo suyo, a los que aman sus cosas, a los que se rigen por sus leyes, a los que están en tinieblas. El mundo aborrece a los que no son suyos, a los que no aman Su reino maldito, a los que guardan la Palabra de Dios, aman la luz, a Cristo, sus mandamientos, la santidad. Los falsos maestros también son del mundo. Nosotros no, por eso ellos son amados acá, y nosotros despreciados (1 Cor 4:10-13).
Somos forasteros en el mundo, necesitamos los mandamientos de nuestra patria celestial (Sal 119:19). Somos extranjeros y peregrinos. Mientras llega nuestra partida, vivimos por Fe en lo prometido en Su Palabra (Heb 11:13). El Señor nos guarda del mal, nos santifica en Su Verdad, mientras estamos acá (Jn 17:15-16). Aunque el mundo nos aborrece, somos amados en el cielo. Hemos sido hechos ciudadanos del cielo. Antes éramos extranjeros y advenedizos del Reino de Dios (Ef 2:12), pero hoy por la Sangre de Cristo hemos sido hechos conciudadanos de los santos en el cielo (Ef 2:19-20). Hermanos, somos del Reino eterno de Cristo, no somos del mundo, como tampoco Cristo es del mundo. Entonces no amemos el mundo, es contrario y enemigo al Reino de Cristo. No somos de acá. No alimentemos los deseos de la carne, no alimentemos nuestros ojos, no añoremos la vanagloria de la vida (1 Jn 2:15-17). No vivamos por las cosas de la tierra, no las amemos, apartémonos de sus banalidades, matemos los deseos de lo carne. Vivamos para el cielo, de donde realmente somos (1 P 2:11-12). No amemos un reino que aborrece a nuestro Rey, un reino enemigo de nuestro Reino, un reino que promueve leyes contrarias a las de nuestro Señor. No amemos este mundo, es un reino vencido, venzamos por la Fe en Cristo (1 Jn 5:4-5). Todo lo que viene del mundo produce muerte, lo que viene del Señor produce vida. Lloremos para vida, no lamentemos para muerte (2 Cor 7:10). No anhelemos este mundo. Anhelemos una patria mejor, la celestial (Hb 11:16). Despreciemos este mundo, sus deleites y riquezas temporales, mejor padezcamos por Cristo, nos espera algo muchísimo mejor, hagamos como Moisés (Hb 11:25-26).
Cristo nos ha dado Su Palabra, el mundo nos aborreció, no somos del mundo, como tampoco Él es del mundo. Seremos aborrecidos por el mundo
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
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