ARREPENTIMIENTO PARA VIDA
NO. 44
SERMÓN PREDICADO LA MAÑANA DEL DOMINGO 23 DE SEPTIEMBRE, 1855, POR CHARLES HADDON SPURGEON, EN LA CAPILLA NEW PARK STREET, SOUTHWARK, LONDRES.
“¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” Hechos 11:18.
Uno de los mayores obstáculos que haya tenido que superar jamás la religión cristiana, fue el prejuicio inveterado que se apoderó de las mentes de sus primeros seguidores. Los creyentes judíos, los doce apóstoles y aquellos que Jesucristo había llamado de entre los esparcidos de Israel, estaban tan apegados a la idea de que la salvación era de los judíos, y que nadie sino los discípulos de Abraham, o, por lo menos, los circuncidados, podían ser salvos, que no podían aceptar la idea de que Jesús hubiera venido para ser el Salvador de todas las naciones, y que en Él serían benditos todos los pueblos de la tierra.
Con mucha dificultad podían aceptar esa suposición; era tan opuesta a toda su educación judía, que los vemos convocando a Pedro a un concilio de cristianos, y preguntándole: “¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” Y Pedro no pudo exonerarse a sí mismo hasta no haber referido plenamente el asunto, y haber declarado que Dios se le apareció en una visión, diciéndole: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común,” y que el Señor le ordenó predicar el Evangelio a Cornelio y a su casa, ya que eran creyentes. Después de esto el poder de la gracia fue tan enorme, que esos judíos no pudieron resistirle más: y pese a toda su previa educación, de inmediato asumieron el principio comprehensivo del cristianismo: “y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” Bendigamos a Dios porque ahora estamos libres de los impedimentos del judaísmo, y porque tampoco estamos bajo los impedimentos de un gentilismo que a su vez ha excluido a los judíos; sino que vivimos muy cerca del bienaventurado tiempo que se aproxima, cuando judío y gentil, esclavo o libre, se sentirán uno en Jesucristo, nuestra Cabeza. No me propongo abundar sobre este tópico, sino que mi tema el día de hoy será: “el arrepentimiento para vida.” Pido gracia a Dios para hablarles de tal manera que Su palabra sea como una espada cortante “que penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos.” Por “arrepentimiento para vida” creo que debemos entender aquel arrepentimiento que va acompañado de vida espiritual en el alma, y 2 Arrepentimiento Para Vida Sermón #44 2 www.spurgeon.com.mx Volumen 1 que asegura la vida eterna a todo aquel que lo posee. “El arrepentimiento para vida,” afirmo, trae consigo vida espiritual, o, más bien, es la primera consecuencia procedente de esa vida. Hay arrepentimientos que no son signos de vida—excepto de vida natural—porque sólo son efectuados por el poder de la conciencia y la voz de la naturaleza que habla en los hombres; pero el arrepentimiento del que se habla aquí, es producido por el Autor de la vida, y cuando viene, engendra tal vida en el alma que aquellos que estaban “muertos en sus delitos y pecados,” son revividos conjuntamente con Cristo; aquellos que no tenían receptividad espiritual, ahora “reciben con mansedumbre la palabra implantada”; aquellos que dormitaban en el propio centro de la corrupción, reciben el poder de convertirse en hijos de Dios, y de estar cerca de Su trono. Yo creo que este es el “arrepentimiento para vida”: aquel arrepentimiento que da vida a un espíritu muerto. También he dicho que este arrepentimiento asegura la vida eterna; pues hay arrepentimientos de los cuales oyes hablar a los hombres, que no aseguran la salvación del alma. Algunos predicadores afirman que aunque los hombres pueden arrepentirse y creer, también pueden apostatar y perecer. No pretendemos consumir nuestro tiempo haciendo un alto para exponer su error ahora; a menudo hemos considerado eso antes, y hemos refutado todo lo pudieran decir en defensa de su dogma. Pensemos en un arrepentimiento infinitamente mejor. El arrepentimiento de nuestro texto no es ese arrepentimiento, sino que es un “arrepentimiento para vida”; un arrepentimiento que es un verdadero signo de salvación eterna en Cristo; un arrepentimiento que nos preserva en Jesús a través de este estado temporal, y que, cuando hayamos pasado a la eternidad, nos proporciona una bienaventuranza que no puede ser destruida. “Arrepentimiento para vida” es la salvación real del alma, es el germen que contiene todos los elementos esenciales de la salvación, que los resguarda para nosotros, y que nos prepara para ellos. En este día hemos de prestar una atención, acompañada de oración, al “arrepentimiento” que es “para vida.” Primero, voy a dedicar unos cuantos minutos a la consideración del arrepentimiento falso; en segundo lugar, voy a considerar los signos que caracterizan al verdadero arrepentimiento; y, posteriormente, enalteceré la caridad divina, de la cual está escrito: “¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” I. Primero, entonces, consideraremos ciertos FALSOS ARREPENTIMIENTOS. Voy a comenzar haciendo esta observación: que espantarse bajo el sonido del Evangelio no es “arrepentimiento.” Hay muchas personas que cuando oyen un fiel sermón evangélico, permanecen agitadas y conmovidas. Mediante un cierto poder que acompaña a la Palabra, Dios da testimonio de que se trata de Su propia Palabra, y provoca en aquellos que la oyen un cierto temblor involuntario. Sermón #44 Arrepentimiento Para Vida 3 Volumen 1 www.spurgeon.com.mx 3 He visto a algunas personas—cuando las verdades de la Escritura han resonado desde este púlpito—cuyas rodillas han temblado chocando entre sí, cuyos ojos han derramado lágrimas como si hubiesen sido fuentes de agua. He sido testigo de la profunda depresión de su espíritu, cuando—según me han dicho algunos de ellos—fueron sacudidos hasta el punto de no saber cómo soportar el sonido de la voz, pues era semejante a la terrible trompeta del Sinaí, tronando únicamente su destrucción. Queridos lectores, ustedes podrían estar sumamente turbados bajo la predicación del Evangelio, y, sin embargo, podrían no tener ese “arrepentimiento para vida.” Ustedes podrían saber lo que es estar muy seria y profundamente afectados cuando asisten a la casa de Dios, y sin embargo, podrían ser pecadores endurecidos. Permítanme confirmar esta observación mediante un ejemplo: Pablo compareció ante Félix con sus manos encadenadas, y cuando disertaba acerca de “la justicia, del dominio propio y del juicio venidero,” está escrito que “Félix se espantó,” y, sin embargo, por buscar dilaciones, Félix se encuentra en la perdición, en medio del resto de personas que han dicho: “prosigue tu camino por esta vez; cuando encuentre un tiempo adecuado te buscaré.” Hay muchas personas que no pueden asistir a la casa de Dios sin alarmarse; ustedes saben lo que es estar espantados ante el pensamiento de que Dios los castigará; puede ser que con frecuencia hayan sido inducidos a una emoción sincera bajo la influencia del ministro de Dios; pero, permítanme decirles que, a pesar de todo, podrían ser desechados porque no se han arrepentido de sus pecados ni se han vuelto a Dios. Peor aún. Es muy posible que no solamente se espanten ante la Palabra de Dios, sino que podrían volverse Agripas amigables, y estar “por poco persuadidos” a volverse a Jesucristo, y, sin embargo, no tener ningún “arrepentimiento”; podrían ir más allá y llegar a desear el Evangelio; podrían decir: “¡Oh!, este Evangelio es algo tan bueno, que yo quisiera recibirlo. Asegura tanta felicidad aquí y tanto gozo en el más allá, que quisiera poder llamarlo mío.” ¡Oh, es bueno oír de esta manera esta voz de Dios! Pero podrían quedarse tranquilos, y, mientras algún texto poderoso es predicado adecuadamente, podrían decirse: “creo que es verdad”; pero tiene que entrar en el corazón antes de que puedan arrepentirse. Puedes incluso caer de rodillas en oración y puedes pedir con labios aterrados que esto sea de bendición para tu alma; y, después de todo, podría ser que no fueras un hijo de Dios. Podrías decir como Agripa le dijo a Pablo: “Por poco me persuades a ser cristiano”; sin embargo, igual que Agripa, podrías no pasar más allá del “por poco.” Agripa estaba “casi persuadido a ser cristiano,” pero no “plenamente convencido.” Ahora, cuántos de ustedes han estado “por poco persuadidos” y, sin embargo, no están realmente en el camino a la vida eterna. Cuán a menudo la convicción los ha conducido a caer de rodillas y “por poco” se han arrepentido, pero han permanecido allí, sin arrepentirse
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