“He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. 18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17-18).
Sadrac, Mesac y Abed-nego no vacilaron si debían obedecer o no. Ellos no pensaron una respuesta evasiva cuando se requirió una respuesta directa. Ellos sabían que al Dios al que servían tenía el poder para librarlos, sin embargo, así Dios no los librara terrenalmente, ellos no iban a servir a los dioses de Babilonia ni adorar la estatua de oro que había levantado Nabucodonosor.
1. El Dios al que servimos: Poderoso.
El poder de Dios es la facultad o virtud para cumplir todo lo que le agrada (Dn 2:20-22). Si no puede hacer todo lo que quiere y no puede llevar a cabo todo lo que se propone, no puede ser Dios. Él tiene la voluntad para hacer lo que le parece bueno y el poder para llevarlo a cabo. Su poder es como Él: infinito, eterno, inconmensurable, incontenible, no puede ser frustrado.
De Dios es el Poder (Sal 62:11). Y solo de Él. Nadie, ni el más poderoso hombre, tiene un átomo de poder si Dios no se lo da. Nadie se le iguala (Sal 89:6). Él habla, y el trueno de su poder se oye en el mundo (Sal 18:13-15). Sus obras fueron hechas con el Poder de Su brazo (Job 9:5-10). Con su Poder restringe el Mar (Job 38:11). Su poder es más grande que la fuerza de todas las recias aguas del mar (Sal 93:4). Tiene el poder para que salga el sol y llueva (Mt 5:45). Dios no solo quita y pone reyes con su poder, a todo lo que quiere los inclina (Pr 21:1). A Satanás reprime con su poder, impide sus propósitos malignos, lo exhibió públicamente y triunfó sobre él y sus huestes en la cruz (Col 2:15); y éste tiembla, pues sabe que le queda poco tiempo (Ap 12:12).
El hombre es nada ante Su Poder, no hay quien detenga su mano poderosa y le resista (Dan 4:35). Abrió los cielos, y la raza humana, excepto 8, impotente ante su ira, fue arrasada por el diluvio (Gén 7). Con fuego y azufre destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra (Gén 19). Faraón y sus huestes fueron impotentes cuando sopló sobre ellos en el Mar Rojo (Éx 14:27-28). Una legión de demonios no pudo resistirse a su mandato autoritario (Mc 5:1-20). Él dijo al leproso: “Quiero; se limpio. Y luego su lepra fue limpiada” (Mt 8:3). Al que había estado 4 días en la tumba le dijo: “Lázaro, ven fuera”, y el muerto salió (Jn 11:43). A los impíos encarcelará en el infierno y enviará sus almas al tormento eterno del lago de fuego (Ap 20). Nadie puede resistirle, nadie podrá hacerle frente ante Su Trono de Justicia. Él lo hace, y nadie debe cuestionarlo (Rom 9:22). No podemos juzgar ni condenar sus designios (Job 9:19). Quien lo resista, le ira muy mal (Job 9:4). El hombre no puede enfrentarse a Él, al poder de Su juicio (Job 9:32). Callemos, no somos como Él (Job 40:9). Los poderosos de la tierra reclaman admiración, cuánto más Él. Temamos ante Su Poder (Mt 10:28).
Ignorar a Aquel que puede aplastarnos como si fuéramos insectos, es una conducta suicida. Desafiar al que puede despedazarnos y arrojarnos al infierno, es locura. Obedecer sus mandamientos, es actuar con sensatez. Eso fue lo que hicieron los amigos de Daniel. Este es el Dios al que servimos, el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, Él tiene el poder para librarnos.
2. Él puede librarnos.
Dios puede con este mismo poder librar a su pueblo de la opresión terrenal, de todos sus enemigos, eso lo sabían los amigos de Daniel. Los libró del fuego, de padecer en sus cuerpos las llamas del horno fuego ardiendo (V25-29). Nosotros seremos librados por Cristo del horno de fuego eterno.
Libró a Daniel del Foso de los leones (Dn 6:16, 25, 27). Los que confían en Cristo serán librados del león rugiente, del hombre fuerte, del lazo del Diablo en que están cautivos a su voluntad.
Libró a los Israelitas del yugo de Faraón con señales y milagros poderosos (Éx 14:27-31). Los libró enviando plagas a los egipcios (Sal 78:44-55). Los libró con obras poderosas, y los llevó por el desierto (Sal 78:13-16). Los libró de morir de hambre, los sació, los sustentó en el desierto (Sal 78:23-29). Los libró de sus enemigos y los introdujo a la tierra prometida (Sal 78:52-55). El Señor nos libró milagrosamente, nos dio nuevo corazón, nacimiento, espíritu, mente, ojos, oídos, hablar. Nos libra del yugo del Diablo, nos saca del mundo, nos abre camino en el desierto, nos dirige a la tierra prometida, a la Jerusalén celestial.
Libró a sus discípulos de la tormenta y las olas feroces con una simple palabra de su boca (Mt 8:23-27). El Señor nos libra de la tormenta de la Ira Divina. Cristo se pone en medio y calma el ardor de la justa Ira del Padre a causa de nuestros pecados y rebeliones.
Libró al endemoniado gadareno de una legión de demonios con una orden de su boca (Mc 5:8-15). El Señor nos quitó las cadenas de opresión demoniaca, nos quitó la locura de la vida de pecado mundanal; hoy vivimos a los pies de Cristo, con sus vestiduras de justicia, en nuestro cabal juicio, llevando su mensaje.
Librará a la iglesia en el desierto, aunque el Diablo está lleno de ira hacia nosotros, muchas veces seremos librados (Ap 12:13-16). A pesar de la persecución natural que sufrimos acá, el pueblo de Dios ha sido ayudado por el mundo (reyes paganos, leyes en favor de la iglesia, constituciones nacionales inspiradas en la Biblia, etc). Lo hace para que siga avanzando su reino; nos librará en medio de este mundo, nos dará salida, nos guiará.
Iglesia, Dios puede librarnos de la opresión terrenal, ya lo vimos, pero y ¿si no lo hace?
3. Y si no, no nos arrodillemos.
Muchas veces no seremos librados del yugo y los azotes terrenales, sin embargo, no debemos arrodillarnos. Muchos hermanos fieles no han sido librados, la razón: no arrodillarse ante las huestes del mal.
Los amigos de Daniel no fueron librados del juicio, fueron condenados al horno de fuego (V19-23). Los héroes de la fe no fueron librados de persecuciones, azotes, cárcel, destierro, muerte (Heb 11:36-38). El Señor nos advirtió que no seríamos librados, seríamos perseguidos y vencidos por el reino de la Bestia (Ap 11:7-10). El Diablo está lleno de ira contra nosotros (Ap 12:17). A la Bestia, Dios le permitió hacernos la guerra y vencernos (Ap 13:7). Su ramera iglesia esta ebria de la sangre del pueblo de Dios (Ap 17:6). El Diablo echará a la cárcel a algunos, no temamos, seamos fieles hasta la muerte (Ap 2:10). Aun Cristo no fue librado de la crucifixión, aunque rogó al Padre que si era posible lo librara de la copa de Su Ira (Mt 26:39). Pero el Padre no lo libró, lo quebrantó (Is 53:10). El Padre lo abandonó, descargó sobre Él toda la copa de Su ira (Is 53:10).
A pesar de esto, no nos arrodillemos ante ellos, mejor arrodillémonos ante el Señor. Los amigos de Daniel no atendieron el decreto real, de arrodillase a los dioses de Babilonia ni la estatua (V14-16). Nosotros no obedecemos nada contrario a la Ley de Dios, así lo decreten las autoridades; obedecemos a Dios antes que a los hombres. Cristo es nuestro Señor y Rey, el César no lo es. Daniel no se arrodilló ante Darío y su decreto de no adorar ningún otro dios u hombre fuera de Él, se arrodilló ante Dios (Dn 6:10). Digan lo que digan, obedezcamos como solíamos hacer antes al Señor (congregarnos, orar, predicar, vida cristiana). No nos movamos por las circunstancias. La iglesia neotestamentaria no se arrodilló ante las autoridades religiosas y civiles, se arrodilló ante el Señor (Hch 4:29-31). Seremos perseguidos, querrán callarnos, impedir que nos congreguemos, que honremos sus decretos. No nos arrodillemos ante el César, no le pidamos que nos deje hacer lo que Dios nos mandó; ese permiso ya lo tenemos de Él. Clamemos a Dios que oiga las amenazas de ellos, y nos conceda seguir predicando.
La iglesia verdadera no se arrodilla ante la Bestia, no adora su imagen (Ap 20:4). Castigará a los que se arrodillen (Ap 14:9-11). Serán lanzados vivos al horno de fuego eterno, con la Bestia y el Falso profeta (Ap 19:20). No nos arrodillemos ante la Bestia, no provoquemos al Dios todopoderoso con nuestra cobardía y tibieza (1 Cor 10:21-22). Seremos perseguidos, nos intimidarán para que nos arrodillemos, no lo hagamos, seamos valientes, no estamos solos (Rom 11:3-4). Al final solo habrá 2 tipos de personas: los que doblaron sus rodillas ante Baal, o los que se arrodillaron ante Dios. ¿De cuál seremos?
Dios nos librará definitivamente de todos nuestros opresores, nos resucitará en el día postrero (Ap 11:11-12). A la final trompeta, el Señor volverá para librar a su pueblo, de todos sus enemigos, perseguidores, y opresores. Nos dará cuerpos glorificados, nos resucitará para vida eterna, nos dará como herencia todos los confines de la tierra. Cristo fue resucitado con poder para librarnos (Col 2:12). Cristo venció la muerte, no nos arrodillemos, no temamos, la muerte ya no tiene potestad sobre nosotros (1 Cor 15:55). No nos arrodillemos, seguimos acá, pero Cristo oró para que fuéramos guardados del mal (Jn 17:15). No nos arrodillemos, Él guardará a su pueblo fiel en la hora final de la prueba (Ap 3:10).
Nos librará como a Sadrac, Mesac y Abed-nego, pero del horno de fuego eterno; como a Daniel, pero del león rugiente, como a los israelitas, pero del yugo total del mundo; como a los discípulos, pero de la tormenta de la ira Divina; como al endemoniado gadareno, pero de este cuerpo de muerte; y finalmente seremos librados de este desierto para llegar a la tierra prometida, la Jerusalén celestial y heredarla para siempre. ¡Así no nos libre acá, somos libres espirituales y eternamente, no nos arrodillemos ante la Bestia! “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. 18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” .
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo (17 de Enero de 2021): «¡ASÍ NO NOS LIBRE, NO NOS ARRODILLEMOS!»
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