«Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones» (Mateo 21:12-13)
Cristo purificó el templo, el cual estaba convertido en un mercado, donde comerciaban con la Fe. El templo había sido levantado como una casa de oración para todas las naciones. Sin embargo, lo que había sido construido con este fin, lo habían convertido en una cueva de ladrones. Eso mismo pasa hoy.
Debía ser derribando el viejo templo y levantando el nuevo. La Gloria de este nuevo templo es mayor que la primera, “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos” (Hag 2:9). Cristo hace la obra resucitando de los muertos. Sin embargo, el Cristo de hoy, Su nombre, ha sido utilizado por aquellos que dicen ser su pueblo, para sacar provecho económico: templos físicos con inversiones millonarias, mercadería, fiestas en su nombre, idolatría, academia, falsos Cristos, se siguen construyendo en su nombre. Se aglutinan en su nombre formando cuevas de ladrones. Esto debe ser derribado y destruido, Cristo debe estar en el lugar que le corresponde, a la cabeza, dirigiendo, gobernando soberanamente su templo, su iglesia, para que sea casa de oración a todas las naciones.
La iglesia verdadera es la Casa de Dios, columna y baluarte de la verdad. Fundamentada sobre los apóstoles y profetas, siendo Cristo, la piedra principal. Sin embargo, la iglesia nominal de hoy, como en tiempos de Cristo, esta cimentada sobre la arena, ha sido convertida en cueva de ladrones, llena de robo, mentiras, negocios y mercaderes de la Fe. Por un lado la ramera “iglesia” católica romana con sus indulgencias, misas, bautizos, purgatorio, mercadería, vírgenes, estatuas, cuadros, rosarios, librerías, eventos, congresos, impuestos nacionales al Vaticano. Por otro lado, la mal llamada iglesia “cristiana” de hoy con sus pactos, siembras. Pastores millonarios con sus Jet privados, mansiones, sueldos de CEOS, regalías. Ventas en sus “templos” de CDs, libros, sermones, comida, merchandising, eventos, congresos, boletas, bingos, rifas, librerías, cooperativas, cruceros cristianos. Cobros de entradas a eventos, congresos, seminarios, campamentos. Todo bajo el nombre de la iglesia de Cristo. Nada de esto es la iglesia que el Señor ganó con su propia sangre.
Denunciemos, como hizo Cristo, a aquellos que hacen de la casa de Dios, una cueva de ladrones. Perturbemos sus negocios, para que vayan a Cristo de todas las naciones, los enfermos, sin dinero, los que realmente claman por misericordia para ser sanados de la lepra del pecado por el médico Divino.
Iglesia, debemos también meditar nosotros lo que son nuestras congregaciones ¿Qué encontraría en la nuestra? ¿Derribaría todo, la destruiría? ¿Es una casa de oración o la estamos convirtiendo en cueva de ladrones? Que nunca escuchemos del Señor: “Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”
Iglesia, también meditemos indvidualmente ¿Si Cristo viniera, que encontraría en nuestra casa, en nuestro cuerpo? ¿Hallaría inmundicias y las destruiría? ¿Somos realmente Templo de Dios, Templo del Espíritu Santo, Templo del Dios viviente, Casa espiritual, Templo santo de Dios? O ¿Vivimos como el cristiano nominal de hoy, en inmundicia, libertinaje, mundanalidad, pecado, confiando en una gracia barata? ¿Le robamos la gloria a Dios, viviendo para nuestros placeres, deleites, ídolos y pecados? ¿Somos casa de oración, vivimos una vida de oración, en intimidad con el Señor, de meditación en Su Palabra, sometidos a Su voluntad? ¿Por qué seguimos a Cristo? ¿Por algún interés particular, ganancia financiera, posición, temor a las consecuencias? ¿vivimos santamente, con pureza de pensamiento y corazón, apartados del mundo, el pecado, la inmundicia, robos, odios, adulterios, mentiras, blasfemias, ídolos? Recuerde que nada inmundo entrará al cielo, solo su pueblo escogido y purificado. Si somos realmente una casa de oración, tenemos la promesa de habitar en el tabernáculo santo de Dios por la eternidad.
Iglesia, ¿Somos casa de oración o una cueva de ladrones? Que nunca el Señor nos diga: “Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Comments