«Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento» (Números 11:32)
Los israelitas se habían cansado del Maná y murmuraron contra el Señor. El pueblo codicioso pide carne, añoraban la comida de Egipto, Dios les mandó codornices, y en abundancia; ellos, fueron muy diligentes en recogerlo, pero se hartaron; la Ira de Dios se encendió, quedaron sepultados (Núm 11:1-34).
El falso pueblo de Dios nunca está satisfecho con el alimento espiritual, por eso busca el alimento del mundo. Son mundanos y carnales, por eso se convierten en carga para los siervos fieles (V10-17). Dios concede la petición a los israelitas rebeldes; les enviaría codornices (carne) para saturarlos y que aborrezcan la comida (V18-22). Muchas veces Dios nos da lo que pedimos carnalmente, para nuestro propio juicio, nunca nos sacian, nos terminan produciendo náuseas y vomito, “hasta q os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová” (V20). Dios finalmente les envía codornices, y el pueblo codicioso, diligentemente sale a recogerlas (V30-34). El falso cristiano es codicioso, diligente para acumular las cosas de la tierra, quedarán sepultados, la ira de Dios los consumirá como a aquellos.
La iglesia hoy, como los israelitas, son muy diligentes para recoger codornices, para acumular lo terrenal; pero muy poco para las cosas del Señor. Se cansan del Maná del cielo, murmuran contra Dios de las tribulaciones, quieren la comida que perece, van por ella, pero nunca los puede saciar, se hartan. Buscan a Cristo por lo terrenal, trabajan por la comida que perece, no por la que a vida eterna permanece (Jn 6:26-27). Cristo es solo su fuente de provisión terrenal, no su fuente de vida eterna.
Son diligentes en buscar a Cristo cuando están en dificultades materiales, para que sacie su vientre. Corre a diario por lo que perece, por su trabajo, por acumular dinero; pero no son diligentes trabajando en la obra de Dios, en predicar, orar, clamar, vivir en santidad, buscar al Señor, discipular, servir, no son soldados activos del cuerpo de Cristo. Se levanta todos los días para obtener el pan terrenal, no a buscar el Maná del cielo. Clama por una dificultad económica, un trabajo, un quebranto de salud; no clama por sus pecados, no llora por ellos, no clama por ser más puro y santo. Esta triste si adolece de las cosas terrenales, no está triste por pecar, por no ser más piadoso, porque podría orar más, porque no predica diligentemente, porque le falla al Señor.
Como el rico insensato (Lc 12:15-21), su seguridad está en las posesiones materiales, es diligente en asegurarlas, es avaro; busca asegurar su vida terrenal, su estabilidad, una herencia, un porvenir, vela por su familia terrenal, pero no vela por la espiritual, la iglesia de Cristo, poco le interesa asegurar lo celestial, es negligente en asegurar su eternidad, orar, clamar, predicar, arrepentirse, cambiar, en buscar a Cristo, no es rico para con Dios, son necios, están bajo maldición de Dios, y en cualquier momento Dios vendrá por su alma.
La iglesia de Sardis era diligente en obras, pero no hechas para Cristo, era diligente en buscar fama y reconocimiento teológico (Ap 3:1-2). Muchos se cansan rápidamente de la santidad, la piedad, el morir, negarse, tomar la cruz, y se va diligentemente tras el conocimiento teológico, la erudición, la admiración y respeto; escondiendo su “cristianismo” en la “sabiduría bíblica”; su deleite es el “saber”, no el Pan del cielo. Sus obras no son perfectas delante de Dios, no son hechas para Cristo, son hechas para ellos mismos, para su orgullo y vanagloria humana. ¡Están muertos!
La iglesia de Laodicea era diligente en las cosas del mundo, en enriquecerse, tibia a ojos del Señor (Ap 3:15-17). Esta iglesia cree que la comida del mundo es su fortaleza y fundamento, no Cristo; corre tras ella, vive por ella, muere por ella, es diligente buscando, recogiendo y acumulando la comida que viene de Egipto. No le sirve el Maná que viene del cielo, Cristo no es suficiente, está a la puerta. Es rica bajo los estándares del mundo, está saciada de las baratijas del mundo, pero está vacía, pobre, desventurada, miserable, ciega y desnuda. Cristo la desprecia, su tibieza le produce nauseas, será vomitada si no se arrepiente.
Iglesia, es cierto que todo cristiano debe ser diligente en sus trabajos terrenales, y Dios condena la pereza (2 Ts 3:6-12); pero pecamos cuando estas cosas están primero, cuando nos distraen de las cosas espirituales, cuando el trabajo es la meta, y no un medio para glorificar al Señor. Cuando hacemos del trabajo y el dinero nuestro “dios”. Pablo trabajaba con sus propias manos para no ser gravoso a la congregación, lo hacía para la gloria de Dios. La mujer virtuosa, era una trabajadora incansable, no comía su pan de balde, su luz no se apagaba aún de noche, generosa, confiada en lo porvenir, pero su principal don y belleza, era que temía a Jehová, y por eso era alabada (Prv 31:29-31). No era como Martha, cansada y turbada por muchas cosas, era como María, a los pies del Señor (Lc 10:41-42).
Muchos por estar buscando diligentemente su bienestar terrenal, su paz y seguridad, serán seducidos por la Bestia, y les vendrá destrucción repentina (1 Ts 5:2-8). Los que viven para atesorar tesoros terrenales, los diligentes en recoger las codornices, los que quieren enriquecerse, terminará condenados, caerán en lazo de muerte; estemos contentos con lo mucho o poco que llegue a nuestras manos (1 Tim 6:6-10). El mundo no tiene contentamiento, vive esclavo, cuando obtiene algo, se harta rápidamente, quiere más cosas. La iglesia es igual, saciada con la comida de Egipto, sin contentamiento, reinando con el mundo, pero fuera del reino de Cristo (1 Cor 4:8).
El pueblo fiel de Dios es diligente trabajando en la obra del Señor, en buscarlo sin descanso diariamente, en servir en Su cuerpo, en predicar, orar, discipular. El siervo diligente multiplicó los dones recibidos, el inútil los escondió (Mt 25:19-30).
La iglesia de Éfeso era diligente en la obra de Dios, trabajaba arduamente por amor al nombre de Cristo, con paciencia, perseverando, sin desmayar, contendía por la Fe (Ap 2:2-3). La iglesia de Pérgamo era diligente, retenía el nombre de Cristo, no había negado la Fe, aún en medio del Trono de Satanás (Ap 2:13). La iglesia de Tiatira era diligente en amor, Fe, servicio, paciente, perseveraba en la obra del Señor, sus obras postreras eran mayor que las primeras, no había sucumbido ante las profundidades de Satanás (Ap 2:19-24). La iglesia de Filadelfia era diligente, paciente haciendo la obra del Señor, guardaba Su Palabra, no había negado el nombre de Cristo, aunque era perseguida por la falsa religión (Ap 3:8-10).
Seamos diligentes en la obra de Dios, mirando al cielo, a Cristo, no las cosas de la tierra (Col 3:1-3). Seamos diligentes en Su Palabra, en ponerla por obra, en deleitarnos en ella, en anunciarla por todos lados, en amar al Señor diligentemente, de todo corazón (Dt 6:5-9). El diligente en la obra de Dios, se sentará en la mesa del Rey de reyes, con muchos otros reyes y sacerdotes de Dios, no estará con los negligentes, no estará con los diligentes solo en recoger codornices, con los que van al infierno, con los de baja condición (Pr 22:29). Se sentará ante el Rey a disfrutar del Pan que descendió del cielo, será saciado plenamente con el Cordero, Su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida (Jn 6:55).
Nunca más necesitará ni clamará por la comida de la tierra, por la comida de Egipto, nunca más será diligente en acumular codornices, la carne que perece; estará saciado del Pan que a vida eterna permanece, y por ella correrá diligentemente. ¿Es usted de estos? o ¿seguirá diligente recogiendo codornices?
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Escucha el sermón del domingo (26 de Abril de 2020): «¿DILIGENTES RECOGIENDO CODORNICES?»:
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