«y dijisteis: He aquí Jehová nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y éste aún vive. Ahora, pues, ¿por qué vamos a morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si oyéremos otra vez la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos. Porque ¿qué es el hombre, para que oiga la voz del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún viva?» (Deuteronomio 5:24-26)
Moisés les recuerda a los israelitas los 10 mandamientos, entregados anteriormente a él por Dios mismo en tablas de piedra en el monte Sinaí, y la manera terrible como lo habían recibido, temblando y con terror, en medio de fuego, nube, oscuridad, truenos y relámpagos, y el sonido de la bocina (Dt 5:1-23; Éx 20). Vemos la Gloria y la Grandeza de Dios, la Santidad de Su Ley, y el Terror que produce al hombre.
Las Escrituras nos muestran la grandeza y Gloria de Dios, vemos a un Dios Grande y Temible. Dios es grande y temible (Dt 7:21). Dios es único, El Señor, grande, poderoso y temible (Dt 10:17). Dios es grande y temible, y está airado con el impío todos los días si no se arrepiente (Sal 7:11-13). Su Ley es Grande y Gloriosa. Dios vino desde el Sinaí, con Su Ley de fuego en Su diestra (Dt 33:1-2). Pablo recuerda el ministerio de Gloria grabado en piedras (2 Cor 3:7).
Dios es grande y temible. El hombre está manchado por el pecado, es gusano delante del Señor, no puede acercarse a un Dios tres veces Santo. Su fuego consume al hombre.
Mandó vivos al Seol a los de Coré por rebelarse contra Moisés y Aaron, hizo que se abriera la tierra y se los tragara; y a los que siguieron murmurando, los consumió con furor (Núm 16:32-35, 49). Mandó a los israelitas a destruir todos los Ídolos cuando entraran a la tierra prometida, y que no hicieran alianza alguna con sus moradores; si no el furor se encendería sobre ellos (Dt 7:2-5). Ordenó a Saúl destruir a Amalec con todo su pueblo y animales, sin dejar nada, pues se había opuesto en el camino a los israelitas cuando subían de Egipto. Saúl desobedece, fue desechado como Rey (1 Sam 15:3, 26). Fulminó a Uza por extender su mano y sostener el Arca, pues no atendió a la instrucción Divina de cómo llevarla; David temió llevar el Arca a su casa (1 Cr 13:9-12).
No puede el hombre acercarse a Dios en su condición natural y pecaminosa. No puede ver el rostro de Dios y vivir (Éx 33:18-20). Nadie puede sostenerse en pie ante Él con sus obras de justicia, con sus pecados (Sal 130:3). Su tierra Santa es, ningún inmundo puede entrar, debemos humillarnos para entrar, quitar nuestro calzado, con temor reverente (Éx 3:4-6). Temamos al Dios Grande y Temible. Él echará las almas al infierno de aquellos que lo nieguen (Mt 10:28-33). El descubrirá los secretos de los hombres, conforme a Su Evangelio, a Su Ley (Rom 2:15-16). Los demonios lo reconocen, creen en Él, pero tiemblan (Stg 2:19).
Temamos iglesia. Santo y temible Su nombre, temerle es sabiduría (Sal 111:9-10; Pr 9:10b; 31:30). Insensatez es no hacerlo (Pr 1:7b). Él descubrirá nuestros secretos, nadie tiene excusa. Temamos iglesia, pero no como los demonios, temamos reverentemente, obedientes a Él.
El hombre es nada ante un Dios Grande y Temible. ¿Cómo podemos oír su voz en medio del fuego de Su Ira, y aún seguir con vida? ¿Como podemos acercarnos a este Dios y seguir viviendo? ¿Quién habrá que pueda ver Su rostro y vivir? ¿Quién podrá sostenerse en pie ante Su trono? Dios sigue siendo temible.
Ananías y Zafira fueron fulminados por Dios por sustraer el precio de la heredad que habían comprometido a los apóstoles (Hch 5:3-10). Dios no ha cambiado su carácter, en Él no hay mudanza ni sombra de variación (Stg 1:17). El hombre aún no puede acercarse a Dios y quedar con vida. Dios sigue airado con el impío todos los días, aún sigue condenando al hombre al fuego que nunca se apaga. El hombre no teme a Dios, por eso peca, viven como si Él no los viera.
La iglesia moderna vive igual. No hay temor de Dios delante de sus ojos (Rom 3:18). El hombre no teme a Dios, la falsa iglesia tampoco. Pero deben saber que deben temerle, aún tiene su arco tensado contra los impíos, a menos que se arrepientan (Sal 7:12). Él sigue siendo Grande y Temible.
Pero ¿Cómo quedar vivo ante Su presencia entonces? ¿Cómo puedo acercarme a éste Dios y seguir viviendo? Por medio de un Mediador que aplaque Su Ira, por medio de los ojos sin mancha del Puro, por medio de La Justicia otorgada del Justificador. Por medio de Cristo. Moisés es tipo de Cristo, se acercó a Dios, y transmitió Su Voz al pueblo (Dt 5:27-32). Atendamos la voz del Sinaí. Temblemos ante su presencia. Dios sigue pidiendo al hombre que le tema.
Si Dios no perdonó a aquellos que lo desobedecieron, si no escaparon, tampoco nosotros, si desechamos al que nos amonesta desde el cielo (Heb 12:25), al que demanda que nos entreguemos a Su Hijo en arrepentimiento, a Aquel que aplacó Su ira, para poder mirarlo y no morir. ¡Cuidado! Él sigue siendo fuego consumidor. Si Dios ya nos ha perdonado por medio de Cristo, si ya nos hemos acercado al monte Sion, los truenos del Sinaí ya no están sobre nosotros, podemos entrar confiadamente ante Su Trono y no morir. ¡Pero cuidado!, eso no quiere decir que no le temamos.
La misma demanda a los israelitas es para nosotros hoy, al Israel de Dios, a los que hemos visto grandes y temibles cosas de Él (Dt 10:12; 20-21). Nos sigue pidiendo que le temamos en estos tiempos del evangelio de la Gracia de Dios. Dios sigue siendo temible, Su Juicio está cerca (Ap 14:6-7). Pero si desechamos a Cristo, los truenos del Sinaí caerán sobre nosotros con mayor furor, eternamente. Dios ya envió a Cristo, hemos andado bajo Su nube, menos excusa tenemos. ¡Acerquémonos al monte Sión!
Cristo también es Grande y temible; Juan, Su siervo, lo vio y cayó como muerto a sus pies (Ap 1:10-18). Cristo es Dios, los mismos atributos del Padre, el mismo temor ante Su presencia. ¿Caemos rendidos ante Él? ¿Lo reverenciamos? ¿Lo obedecemos? Los demonios lo reconocen, temen ante su presencia; Él los destruirá (Lc 4:34; Mc 1:24). Sus ojos son como llama de fuego, escudriñan la mente y el corazón humano (Ap 19:12). El Padre demanda que temamos, que honremos a Su Hijo, de lo contrario se inflama Su Ira (Sal 2:11-12). El impío hoy no le teme, el falso cristiano tampoco, pero se esconderán ante Su Ira, temerán, cuando no haya más que hacer (Ap 6:15-17). Recordemos la advertencia de Hebreos, a los que pisotean Su Sangre (Hb 10:28-30). No se envanezca, si no perdonó a las ramas naturales, tampoco a nosotros; lo cortará (Rom 11:20-22)
¿Teme al Dios Grande y Temible? Entonces no viva más en hipocresía, tibieza, mentira. Obedézcale, sírvale, anúncielo, humíllese ante Él, arrepiéntase. ¿Podrá acercarse a este Dios en Aquel Día y vivir? ¿Verá su rostro cara a cara y vivirá? ¿Podrá sostenerse en pie ante Él en el Día del Juicio, y no morir eternamente? ¿Se mantendrá con vida delante del Dios Grande y Temible?
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Escucha el sermón del domingo (10 de Mayo de 2020): «¡DIOS GRANDE Y TEMIBLE!»:
¡Dios Grande y Temible!
Comments