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DÉCIMO MANDAMIENTO: “NO CODICIARÁS”.



«No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo» (Éxodo 20:17).

 

Este es el décimo y último mandamiento; ataca la raíz: “No codiciarás”… Prohíbe todo deseo desmesurado de tener lo que no es nuestro. Complementa el séptimo y octavo mandamiento (No adulterar, y No hurtar). Nos muestra que la ley de Dios no sólo prohíbe los actos externos de pecado, sino también los primeros brotes internos de la mente y el corazón. No debemos desear que la casa o tierra del otro sean nuestras, debemos contentarnos con lo que tenemos y no codiciar lo ajeno. Tampoco debemos codiciar ni desear la mujer del prójimo; esto viola el séptimo mandamiento (adulterar). Tampoco debemos codiciar del prójimo su siervo, criada, buey, asno, ni ninguna otra cosa de él. También se relaciona con el octavo mandamiento, mostrando que no sólo el Señor prohíbe quitar lo que es propiedad de otro, si no que tampoco debemos desearlo ni anhelar que sean nuestros. Todo esto muestra insatisfacción y descontento con nuestra suerte y porción, y la envidia por lo que tiene nuestro prójimo.

 

La concordancia de este mandamiento se encuentra en Deuteronomio 5:21; y a diferencia de Éxodo 20:17, se pone “la mujer de tu prójimo” antes que “la casa de tu prójimo”, y se añade "su tierra”.

 

1. ¡UNA SOCIEDAD CODICIOSA!

 

La codicia es un pecado respetable en el mundo materialista de hoy. La feria de las vanidades está por todos lados y grita a los hombres "compra, consume, acapara, endéudate, toma, tú lo mereces todo". Nuestros ojos son bombardeados a diario con mensajes publicitarios de casas lujosas, carros último modelo, vacaciones paradisíacas, decoraciones modernas, modas, ropa de marca, estándares de belleza superficial, riquezas, lujos, grandes inversiones, dinero fácil, placeres, propiedades, vidas “exitosas”. Nos engañan diciendo que todo ésto trae la verdadera felicidad, y que si no lo alcanzamos somos fracasados, sin visión, sin aspiraciones. Entonces, surgen celos y envidias por lo que tiene el otro, y no tenemos nosotros. Su casa, su belleza, su inteligencia, su trabajo, su pareja, su familia, sus posesiones. Son como Esaú codiciando el guisado de lentejas de Jacob, o como Jacob codiciando la primogenitura de Esaú. Amargura profunda en el corazón que codiciando despierta los peores pecados, como a Caín o Acab los llevó a cometer homicidio. El amor al dinero, al mundo, a las comodidades, a la buena vida, al placer, a tener lo que otro tiene, ha sido la perdición de muchos, y la causa de apostasía de otros. Jesús dice que del corazón sale la avaricia y la envidia (Mc 7:22). Basta observar a los niños y ver cuánta envidia, codicia y avaricia hay en sus corazones. Para que algo les interese más, lo único que hay que hacer es dárselo a otro niño. Por eso el mundo alimenta este pecado desde pequeños.

 

También la iglesia moderna, con su pervertida Teología de la prosperidad, prometen a sus codiciosos y fieles seguidores que pactando, sembrando, y diezmando, obtendrán todo lo que sus codiciosos ojos y corazones desean, "písalo, reclámalo, decreta y declara" es el lema de muchos falsos maestros. Benny Hinn dijo: "yo no quiero las calles de oro en el cielo, yo las quiero aquí y ahora". He aquí gran parte de la codiciosa de hoy. Todos ellos han cedido a las palabras de Satanás cuando le mostró a Cristo todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: “Todo esto te daré, si postrado me adorares" (Mt 4:8-9). Todo esto es “vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ecl 1:2).

 

Desde el jardín del Edén, muchos siguen este camino, el camino de Eva, que codició el fruto prohibido (Gn 3:6). Lot deslumbrado por la codicia de sus ojos, escogió vivir en Sodoma y Gomorra (Gn 13:10-11). Acab codició la viña de Nabot (1 Ry 21:2). Muchos buscan acaparar todo, codician la tierra (Is 5:8). Muchos poderosos codician las casas del pueblo (Miq 2:2). Los fariseos codiciaban las casas de las viudas (Mt 23:14). Judas codiciaba el dinero, por eso vendió a Cristo por 30 monedas de plata (Mt 26:14-15). Demas codició el mundo, por eso abandonó a Pablo y el camino de la fe (2 Ti 4:10). Simón el mago codició el poder de los dones del Espíritu (Hc 8:18-19). Los labradores malvados (Fariseos), codiciaron la heredad de Cristo, el Reino, los llevó a asesinarlo (Mc 12:7). La gran ramera codicia las riquezas de las naciones; su codicia acabará (Ap 18:14). Pablo menciona este pecado, mostrando el deseo interno y corrupto que surge del corazón (Ro 7:7).

 

2. ¡NO CODICIARÁS!

 

“El décimo mandamiento prohíbe todo descontento de nuestra propia condición; la envidia, o pesar del bien de nuestro prójimo; y todo deseo o aflicción desordenada hacia las cosas que son suyas” (C.M. Westminster).

 

1. NO CODICIEMOS LA PROSPERIDAD DEL IMPÍO (Pr 23:3-6). No codiciemos su casa, tierras, empresas, negocios, dinero, salario, fiestas, banquetes, abundancia.

 

2. NO CODICIEMOS LAS RIQUEZAS (1 Ti 6:9-10). No codiciemos el dinero, posesiones, lo material, esto lleva a la ruina, extravía de la fe. Codicia y avaricia van ligadas, se relacionan con amar las posesiones. Los fariseos eran avaros codiciosos, el dinero era su dios (Lc 16:13-14). El joven rico era un avaro, se aferró a sus posesiones, por eso rechazó a Cristo (Mc 10:22).

 

3. NO CODICIEMOS EL MUNDO (1 Jn 2:15-16). Los placeres sensuales, diversiones, entretenimiento, ocio, el dinero, lo material, el éxito, los aplausos, el reconocimiento.  Si codiciemos estas cosas, el amor del Padre no está en nosotros.

 

4. NO CODICIEMOS LAS FIESTAS DE LOS IDÓLATRAS (1 Co 10:6-10). Los corintios codiciaban las fiestas en los templos de los ídolos. No codiciemos las fiestas idolátricas, religiosas, o civiles, como Navidad, Semana Santa, San Valentín, velitas, año nuevo, Halloween, y todo tipo de carnavales idolátricos civiles. No nos dejemos deslumbrar por estas baratijas.

 

5. NO CODICIEMOS MUJER ALGUNA QUE NO SEA LA NUESTRA (Mt 5:27-28). Eso es adulterio de corazón, nos puede llevar al adulterio físico, la fornicación, la pornografía o la masturbación. No juguemos con fuego, no quedaremos impunes, nos quemaremos.

 

La codicia y la envidia (o celos) van juntas. La envidia manifiesta descontento con lo nuestro, en comparación con lo del otro.

 

1. NO ENVIDIEMOS LA PROSPERIDAD DEL IMPÍO (O CUALQUIER OTRO). Como el salmista Asaf lo hizo (Sal 73:3-12). Si al impío le va bien, si tiene recompensa por hacer lo malo, si se jactan de ello, si están contra Dios, si logran sus sueños fácilmente; no codiciemos esa misma suerte.

 

2. NO ENVIDIEMOS LA SALVACIÓN DE LOS IMPÍOS. Como el hijo mayor con el menor (Lc 15:28-30). Muchos se enojan si a grandes pecadores el Señor los salva. Los judíos tuvieron envidia de los gentiles salvos por su entrada a la hora undécima, al reino de Dios (Mt 20:9-15). Muchos que fueron salvos de niño o bien jóvenes sienten envidia de aquellos que son salvos ancianos o poco antes de morir, pues éstos tienen menos tribulaciones, pruebas, y no les tocó negarse en la flor de la vida.

 

3. NO ENVIDIEMOS EL FRUTO ESPIRITUAL DE OTROS. Como Caín con su hermano Abel, por eso lo mató (1 Jn 3:12). No envidiemos de otros el progreso espiritual, que son santos, piadosos, firmes, radicales, celosos.

 

4. NO ENVIDIEMOS LOS DONES ESPIRITUALES DE OTROS. Como los hermanos con José, por sus sueños (Gn 37:8). No envidiemos de otros dones, talentos, discernimiento espiritual, conocimiento bíblico.

 

5. NO ENVIDIEMOS SI OTROS SON LOS PREFERIDOS ANTES QUE NOSOTROS. Como los hermanos con José, el preferido de su padre (Gn 37:4). No envidiemos su carisma, obediencia, responsabilidad, confianza.

 

No nos envidiemos entre hermanos (Gál 5:26). Los celos y envidia, amargan el corazón (St 3:14-16). Jacob tuvo envidia de Jacob por la bendición de su padre, su corazón se amargó (Gn 27:41). Raquel envidió a Lea por no tener hijos (Gn 30:1). Por estas cosas vienen contiendas entre nosotros, nuestras oraciones no son escuchadas (St 4:1-3). Muchas veces pedimos mal, para gastar en nuestros deleites, para alcanzar lo del otro, para satisfacer deseos egoístas. La envidia nos enferma (Pr 14:30).

 

3. ¡EL CONTENTAMIENTO!

 

“El décimo mandamiento exige que nos contentemos con nuestra propia condición, y que tengamos siempre una justa caritativa disposición de ánimo respecto de nuestro prójimo y de todo lo que es suyo” (C.M. Westminster).

 

TENGAMOS CONTENTAMIENTO. Cualquiera sea nuestra condición (Fil 4:11-13). Contentémonos con lo que ya hoy tenemos (Heb 13:5). Estemos contentos con tener sustento y abrigo (1 Ti 6:6-8). En realidad no necesitamos más, el mundo nos ha hecho sentir que necesitamos muchas comodidades. No nos afanemos por estas cosas, busquemos el reino de Dios y su justicia (Mt 6:31-33). No corramos por lo terrenal, corramos por lo eterno (Jn 6:27). Demos gracias al Señor siempre (Sal 34:1-3). No seamos envidiosos, gocémonos por lo bueno que pasa a otros, como los amigos con el hombre que encontró su oveja perdida (Lc 15:4-6). O como las amigas de la mujer que encontró su moneda perdida (Lc 15:9). Hagamos lo del padre con el hijo pródigo (Lc 15:22-24). Estemos con ellos en lo bueno, pero también en lo malo (Ro 12:15). Miremos por lo del otro (Fil 2:4).

 

Hermano y amigo, examine su corazón, pida al Señor que lo escudriñe con linterna, que le muestre si es codicioso y envidioso. Examine si se entristece al ver la prosperidad del otro. Si codicia la mujer/hombre del prójimo, o alguno de sus bienes. Si siente envidia al ver que a otros les va mejor que a usted. Si piensa que a usted le ha tocado muy difícil, mientras otros con menos esfuerzo tienen más que usted. Si le molesta los logros, dones o talentos de otros. Si siempre anda comparándose con los demás. Si anda viendo con envidia o codicia lo qué compra o tiene el otro. ¿Tiene un espíritu quejumbroso? ¿Es desagradecido? Examine si su corazón contiende contra el Señor, si está rebelado con la providencia de Dios, si no tiene contentamiento. Recuerde que la envidia es carcoma de los huesos.

 

¿Nunca haya contentamiento con lo poco o mucho que el Señor le da? ¿Está afanado por hacerse rico? ¿Sus pensamientos son de la tierra? ¿Descuida sus deberes con el Señor como congregarse, orar, hacer los devocionales privados y familiares, predicar el evangelio, por estar corriendo tras las cosas de la tierra?

 

Debe arrepentirse por cualquier pecado relacionado con este mandamiento, que el Señor le dé contentamiento y gozo y que en lugar de estar tan afanado por lo terrenal, busque primeramente el reino de Dios y su justicia, recuerde que la codicia lo puede llevar a muchos más pecados, pero sobretodo a la condenación eterna.

 

MIREMOS EL EJEMPLO DE CRISTO. Cristo no codicio lo terrenal, no se dejó tentar por Satanás (Mt 4:10). Cristo no tenía donde recostar la cabeza (Mc 8:20). Se hizo pobre para enriquecernos (2 Co 8:9). Nos hizo coherederos de las riquezas celestiales (Ro 8:17). Codiciemos el Tesoro escondido (Mt 13:44). Codiciemos la Perla de gran precio (M7 13:45-46). Codiciemos a Cristo, sus riquezas y tesoros (Col 2:2-3). Pedro y los discípulos no codiciaron sus posesiones, dejaron todo por Cristo (Mc 10:28). Pablo no codicio sus riquezas y abolengos, las tuvo por basura para ganar a Cristo (Fil 3:8). Contentémonos con Cristo, y lo que tenemos, no codiciemos nada de nadie como Pablo (Hc 20:33-34). Hagamos morir este deseo terrenal (Col 3:5-7).

 

Hermanos, niños, amigos: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo“.


X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.


Escucha el sermón del domingo 28 de Abril de 2024: DÉCIMO MANDAMIENTO: "NO CODICIARÁS".



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