«El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros…» (Malaquías 1:6a).
La naturaleza enseña esta lección, a honrar a los padres y a los amos terrenales. En cualquier cultura, tribu, pueblo, nación, religión, es enseñado este principio; principio, que brota finalmente de la ley natural que Dios ha puesto en el corazón humano (Rom 2:14). Si esto es así, ¿cuánto más deberíamos hacerlo con el Padre de las almas, y con el Señor de señores? Sin embargo, Israel, deshonraba al Padre y Señor del cielo y la tierra, y todo lo que hay en ellos; el pueblo de Dios ofrecía pan inmundo, y despreciaba la mesa del Señor. Esto es característico del mero profesante hipócrita, pero tristemente, también sucede al pueblo de Dios. El Padre se refiere a la primera persona de la trinidad, y el Señor, puede entenderse como Jehová, Padre, Hijo y Espíritu.
1. Hijos y padres terrenales.
Los hijos honran naturalmente a sus padres terrenales, también es un mandamiento de Dios escrito. Los siervos sirven diligentemente a sus amos terrenales, asimismo Dios manda a sujetarnos a ellos.
“EL HIJO HONRA AL PADRE”. Muchos impíos son excelentes hijos, y eso está bien. Moralistas, religiosos, ateos, paganos, y hasta narcotraficantes. Ayudan, sustentan, cuidan, proveen, respetan, aman a sus padres, hacen todo por ellos. Es la ley moral (natural, conciencia) grabada en el corazón humano (Rm 2:14). Dios la dejó escrita en el quinto mandamiento (Éx 20:12; Dt 5:16). Lo ratifica en Levítico (19:3). Cristo se lo recordó al Joven rico (Mt 19:17-19; Lc 18:19-20; Mc 10:18-19). Pablo recuerda este mandamiento a los hijos de los creyentes en la carta a los Efesios (6:1-3). Esto agrada al Señor (Col 3:20).
“Y EL SIERVO (honra) A SU SEÑOR”. Muchos impíos son excelentes trabajadores, diligentes, fieles (Empresa, Institución, Jefe), entregan su vida, dan todo, sus talentos, esfuerzo, dedicación, se niegan a placeres, familia, tiempo con sus hijos, son exitosos materialmente. El Señor manda a obedecer a los amos terrenales, con temor, temblor, humildad, y de buena gana (Ef 6:5-7). Nos manda a honrarlos, servirlos, sin importar si son impíos o creyentes (1 Tm 6:1-2). Debemos sujetarnos a ellos, con gozo, fielmente (Tit 2:9-10). Así sean complicados (1 P 2:18-19).
Honrar a Padres y amos terrenales, es algo que impíos y creyentes hacen de manera natural (la mayoría de las veces).
2. ¡Dios acusa a Israel!
Aunque Dios era el Padre y Señor de los judíos, no lo obedecían, no honraban al Padre y Señor.
DIOS ES EL PADRE. Era el Padre de los Israelitas (Éx 4:22-23). Era la obra de sus manos (Is 64:8). Les dijo que los haría volver a su seno (Jer 31:9). Los gentiles también tenemos ese privilegio, nos dio derecho a ser sus hijos, por medio de Cristo (Jn 1:12). Es el Padre de los creyentes, y podemos orar a Él por cualquier necesidad, así nos lo enseñó Su Hijo Unigénito (Mt 6:8-9).
DIOS ES EL SEÑOR. Y demanda entrega total a Él (Mc 12:29-30). Cristo también es nuestro Señor (Jn 13:13). Quien confiesa a Cristo como Señor, será salvo (Rm 10:9). El Espíritu Santo también es el Señor, porque Él nos gobierna (2 Co 3:17). Pero los judíos menospreciaron y deshonraron al Padre y Señor, ofreciendo pan inmundo, y pensaron que la mesa del Señor era despreciable, ofrecían lo ciego, lo cojo, lo enfermo, lo hurtado (V6-14). Ofrecer animales ciegos, es adorar a Dios con ignorancia, sin entendimiento, sin discernimiento (Sin ver importancia: Cena, culto, adoración, servicio, congregarse). Ofrecer animales cojos, es apoyarse en lo externo, en la carne, en el rito, sin hacerlo de corazón (amor, pasión). Ofrecer animales enfermos, es atender las ordenanzas (Cena, cantar, alabar, escuchar la Palabra, estudios bíblicos) de manera despreocupada, indiferente, fríos, sin que pase nada, como muertos. Ofrecer animales hurtados (desgarrado, despedazado), es servirlo con lo de otros, con lo que no nos cuesta, sin esfuerzo (sobrante, porque toca, porque nos dicen), alojando vanos pensamientos, con distracciones y preocupaciones terrenales y banales, que le roban la Gloria a Dios.
Todo esto está muy mal, no podemos agradarlo así (V8a, 9b, 10b). Así profanamos su nombre (V12). ¿Le aburre (indiferencia, desinterés, fastidio) estar acá, oír la Palabra, los estudios, cantar, servirlo, obedecerlo? Dios lo sabe (V13a). ¿Cree que Dios lo aceptará? (V13b). Está bajo maldición por este servicio tan pobre y miserable a Él. Tengamos cuidado (V14a). Clámele al Señor por misericordia (V9).
3. ¿Dónde está mi honra? ¿Dónde está mi temor?
Si los hijos honran a sus padres terrenales, cuanto más los hijos de Dios deben honrar al Padre celestial (Heb 12:9). Si los siervos honran a sus amos, cuanto más los siervos de Dios deben honrar al Señor de la Gloria.
“SI, PUES, SOY YO PADRE, ¿DÓNDE ESTÁ MI HONRA?”: La honra es mostrar respeto y consideración hacia alguien (por su posición, autoridad, y relación con nosotros). La palabra bíblica (Hebreo: “kabôd”), significa Gloria, respeto, estima, admiración. Honrar a Dios y a los padres, implica alabar y estimarlos con la obediencia, el respeto, la admiración y la retribución. Hacia Dios (por nuestra relación Padre-hijo), lo hacemos amándolo, confiando en Él, invocándolo, imitándolo, obedeciéndolo, usando todo lo que nos ha dado para su gloria (bienes, dones). De corazón y vida, con palabras y acciones.
Sin embargo, hay hijos que no honran al Padre, son desobedientes como Israel, o los Fariseos. Aunque el Padre los creó, están manchados, torcidos y pervertidos (Dt 32:5-6). Se rebelan (Is 1:2). Son hijos depravados (Is 1:4). Son como los Fariseos, que lo llaman Padre, pero rechazan a Su Hijo (Jn 8:41-42). Son aún hijos de ira, como los impíos (Ef 2:3). Si no queremos entender, tendrá que disciplinarnos hasta que entendamos (Heb 12:7-8). Debemos honrar al Padre. Seamos santos, imitemos a nuestro Padre (1 P 1:14-16). Si lo invocamos, conduzcámonos con temor (1 P 1:17). Rencores, resentimientos, no ha perdonado? ¿pretende ser perdonado por Dios de sus pecados? (Mt 6:14-15). Amemos al prójimo como hijos del Altísimo (Lc 6:35-36). ¿No honrará al Padre celestial? ¿No es mil veces mejor que su padre terrenal? (Mt 7:11). Pida de su Espíritu Santo para que lo honre en verdad. Hagamos la voluntad del Padre, sigamos el ejemplo de Cristo, el Hijo perfecto de Dios, (Jn 6:38).
“Y SI SOY SEÑOR, ¿DÓNDE ESTÁ MI TEMOR?”: El temor es reverencia, admiración. Son debidos al Señor por parte de su pueblo (por nuestra relación Señor-siervos). No un temor servil (ira, castigo), sino un temor filial piadoso, influido por la bondad de Dios. Se manifiesta en el cuidado de no ofenderlo, y en la realización de todo el culto religioso (privado, público). Es estar conscientes de la presencia de Dios (omnisciencia, omnipresencia).
Sin embargo, hay siervos que no temen al Señor como los israelitas, los judíos de tiempos de Cristo y en la iglesia neotestamentaria. Muchos como Israel, no conocen a su Señor, desconocen su Santidad, justicia, soberanía, perfección, las demandas a su pueblo (Is 1:3). Muchos siguen sus pasiones pecaminosas, se mandan solos, desprecian su señorío, son “cristianos” mundanos, tibios, antinomianos, con pecados secretos, hipócritas (2 P 2:9-10). Son siervos negligentes, infructuosos, desperdician los talentos, no producen fruto para el Reino, no predican, no discípulan, no ayudan a extender el Reino, no contienden ni denuncian las tinieblas, no trabajan en su obra, sirven poco (Mt 25:24-30). Son siervos malos, se cansan y vuelven al mundo, serán sorprendidos (Mt 24:48-51). Muchos ofrecen un simple servicio externo, no lo honraron ni temieron, serán sorprendidos y condenados eternamente cuando se presenten ante el Señor, tienen conocimiento sin obediencia; tienen dones pero no fruto; tienen un salvador, no un Señor (Mt 7:22-23). Si no lo obedece, no sea hipócrita, no lo llame Señor (Lc 6:46). Muchos lo llaman “Señor” pero no le sirven, no lo obedecen, no serán salvos (Mt 7:21). Los poderosos negaron y crucificaron al Señor de la Gloria, porque no lo conocieron, no lo honraron ni le temieron, no hagamos lo mismo, seamos sabios (1 Co 2:7-8). Debemos ser siervos que teman al Señor. Seamos fieles, multipliquemos los talentos que ya tenemos (Mt 25:19-23). Velemos hasta que venga el Señor (Mt 24:45-47). No somos mayor que el Señor, seremos también perseguidos, seamos fieles (Jn 15:20). Sigamos su ejemplo de servicio a Dios, no presentemos lo ciego, lo cojo, lo enfermo, lo hurtado (Jn 13:14-16). Seamos como el Siervo perfecto escogido de Dios, como Cristo (Mt 12:18).
El Padre no escatimó ni a su propio Hijo por nosotros (Rom 8:32), Él dio lo mejor que tenía, no entregó por nosotros, lo ciego, lo cojo, lo enfermo, lo hurtado, entregó por nosotros al Cordero perfecto, sin mancha, a Su Unigénito amado. Y Cristo no escatimó ningún esfuerzo por nosotros, no estimó ser igual a Dios, se entregó completa y perfectamente por nosotros (Fil 2:7-9). Debemos imitarlos.
Honremos al Padre, temamos al Señor: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo (28 de Agosto de 2022): «¿DÓNDE ESTÁ MI HONRA? ¿DÓNDE ESTÁ MI TEMOR?»
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