«Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago» (Gálatas 2:18).
Los judaizantes en las iglesias de Galacia, estaban enseñando una mezcla de salvación por Fe en el Mesías y las obras de la ley. Estaban haciendo volver a lo ceremonial de la ley de Moisés, ya destruido con Cristo, con su obra, muerte y resurrección.
Pablo reprende a Pedro por su hipocresía al congraciarse con estos judaizantes, pues se avergonzaba de los gentiles por temor a ellos, y arrastraba a otros en su hipocresía; estaban volviendo a los rudimentos judíos, las leyes ceremoniales, para tratar de justificarse ante Dios (Gál 2:11-21). Así despreciaban la salvación por gracia por medio de la Sola Fe en Cristo, imponiendo su propia justicia. Muchos lo hacían porque creían que la doctrina de la justificación por la sola Fe iba a llevar al descuido de la vida santa, a pecar. Imponían normas humanas, ceremonias, ritos, que apuntaban a lo externo, pero no al corazón. Volvían a lo ya destruido.
El cristiano genuino ya ha destruido todos esos falsos fundamentos, se aferra únicamente a Cristo por la Fe, pues entiende quién era, dónde se encontraba, de dónde lo ha rescatado el Señor, y hacia dónde se dirige; por eso vive para Él, en obediencia y santidad. Él no depende de las obras de la Ley, él confía en Cristo. Los que dependen para entrar al cielo, de sus obras, justicia propia, religión, denominación, conocimiento, reputación, están bajo maldición (Gál 3:10-14), así lo hagan en nombre de Cristo. Nada de esto los puede justificar ante Dios. ¡Todo ésto debe ser destruido!
Debe creer y entregarse al Hijo de Dios, aferrarse a su bendita obra, muerte, sangre y resurrección, para hallar perdón de sus pecados. Debe humillarse, lamentar profundamente sus pecados, inmundicia, depravación, podredumbre, sin ninguna justificación. Debe arrepentirse y clamar como un mendigo por perdón. Solo así Dios le otorga perdón inmediato, salvación y vida eterna. Sus pecados son borrados, es declarado justo y santo ante el tribunal Divino, es justificado ante el Padre. ¿Ya lo hizo? Si no, está bajo maldición, juicio y la ira de Dios.
La iglesia visible de hoy, al igual que los gálatas, vuelven a edificar lo destruido. Muchas religiones, incluyendo el “cristianismo”, edifican sobre sus ceremonias, rituales, fiestas religiosas, imponiéndolas y volviendo a esclavizarse (Gál 4:8-11). Otros edifican sobres sus tradiciones religiosas, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres, pero desobedeciendo la ley de Dios (Mt 15:1-9).
Los judíos con la circuncisión y legalismo. Roma con sus sacramentos, infabilidad Papal, el magisterio de su iglesia, los catecismos. Las religiones en general edifican sobre sus cultos y normas inventadas. Pero también el “cristianismo” con el bautismo, las lenguas, confesiones, coberturas, denominaciones, membresías. Todos de una u otra forma, enseñando doctrinas humanas que niegan a Cristo, su sacrificio único y suficiente, justificando y encubriendo el pecado. Todo esto son mandatos de hombres, que nos apartan de la verdad; no atendamos a estas cosas (Ti 1:14).
Otros edifican sobre la carne; su enfoque está en el cuerpo físico, pero no en el corazón; apuntan a lo externo, no al alma (Mt 15:11-20). Tratan duro su cuerpo, con abstinencias de todo tipo y supersticiones, pero sin ningún poder contra los apetitos de su carne (Col 2:20-23). Imponen celibatos y prohibición de algunas comidas que Dios creó y que son buenas (1 Tim 4:1-5). El reino de Dios no se trata de estas cosas (Rom 14:17). Pero ellos quieren una religión así, de obras muertas, enfocada en lo externo, lo físico. Son estériles, sin fruto y llenas de hipocresía. Es el culto de la gran babilonia, que vive en sus deleites, pero con algo de religión; y a eso se aferran, tormento y llanto les espera (Ap 18:7).
Todo esto no es mas que la justificación por las obras, la cual nada les aprovecha para la salvación (Gál 5:1-11). Ningún pecado le podrá ser perdonado, tienen la deuda completa, sin pagar en lo más mínimo. Niegan a Cristo, no creen en Él, en sus pecados morirán (Jn 8:24). Ninguna de estas religiones los podrá llevar al cielo por más “celo” que digan tener, al contrario, los llevarán a muerte eterna, pues buscan establecer su propia justicia, sin sujetarse a la justicia-Dios (Rom 10:3).
El verdadero cristianismo es la religión del corazón, no de las obras externas, lo superficial, lo moral. Tristemente en gran parte de la iglesia “cristiana” de hoy, arminiana y calvinista, carismática y reformada, sus maestros predican esto; pues si predicaran el verdadero evangelio, el del arrepentimiento, el de humillarse ante el Señor y vivir para Él, no serían amados por el mundo, los perseguirían, les pasaría como a Pablo; pero ellos han quitado el tropiezo de la cruz (Gál 5:11). El evangelio que predican y las vidas que llevan no son un escándalo para el mundo, ya no son la escoria del mundo. Han vuelto a edificar sobre lo que habían destruido. Están en el camino de la apostasía.
Cuidado nosotros con seguir su mal ejemplo, volviendo a lo que destruimos con ese falso cristianismo de vanagloria, eventos, congresos, ungidos intocables, Nicolaísmo, aprobación humana, confiando en que así se hace la obra de Dios, aunque se mezcle con el mundo; sin obediencia genuina al Señor. Sorpresa terrible tendremos el día que nos presentemos ante Él (Mt 7:22-23) ¡Dios nos guarde!
Estos “evangelios” son malditos. Creerlos, predicarlos, vivirlos, nos hace malditos y transgresores. Solo hay un evangelio, el de la Sola Fe en Cristo, no el de las obras. El del Espíritu, el que humilla el alma, no el de la carne, que exalta el cuerpo, el yo. Predicar algo diferente, es ser anatema (Gál 1:6-9) ¿A qué evangelio se está aferrando? Como Pablo, desechemos toda obra de justicia y aferrémonos a la justicia que es por la sola Fe (Fil 3:8-9). ¡Cuidado!, no sea que haya comenzado por el Espíritu y termine en la carne (Gál 3:1-5). ¡Cuidado y termina en apostasía!
Creer las doctrinas de la Gracia, confiar en su bautizo, tomar la cena del Señor, pertenecer a una iglesia de sana doctrina, haber dejado ciertas cosas externas del mundo, hacer su devocional diariamente, venir a los ayunos y evangelizaciones, o congregarse los jueves y domingos; nada de eso cubrirá sus pecados ni lo librará de la ira de Dios ¿Ese es su fundamento? o ¿Su fundamento está realmente en Cristo?
¿El Espíritu testifica a su espíritu que usted es hijo de Dios? ¿Sus frutos certifican que usted es un cristiano nacido de nuevo? ¿Sus afectos añoran lo celestial? ¿Sus pensamientos están arriba? ¿Su deleite son las cosas de Dios: la oración, la Biblia, predicar, la conversión de las almas, la santidad, la pureza, abandonar el pecado, apartarse del mundo? ¿Ese es su propósito de vida? ¿vive por y para la eternidad, para Cristo y Su reino? ¿Esto es realidad en su vida? ¿Está aferrado únicamente a Cristo, la Roca, o en obras de justicia, en la arena?
¿Transgresor se ha vuelto? ¿Edificando sobre lo destruido? “Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo (16 de Febrero de 2020): «¿EDIFICANDO SOBRE LO DESTRUÍDO?»
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