«Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno» (Efesios 6:16).
“La fe debe ser nuestro escudo. “Sobre todo” (principalmente, más necesario). La fe lo es todo en la hora de tentación. La coraza asegura los órganos vitales; con el escudo nos volvemos hacia todo lado. Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn 5:4). Debemos estar plenamente persuadidos de la verdad, de las promesas y advertencias de Dios, siendo la fe indispensable contra las tentaciones. La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (He 11:1). La fe, como recibir a Cristo y los beneficios de la redención y la gracia, es como un escudo, una defensa universal. Nuestro enemigo, el diablo, llamado aquí el maligno, se esfuerza en llevarnos al mal. Sus tentaciones se llaman dardos, por su vuelo rápido e indiscriminado, y las heridas profundas que causan al alma. Se llaman dardos de fuego, aludiendo a las serpientes con aguijones venenosos. La fe es el escudo con el que podemos apagar estos dardos de fuego, para que sean ineficaces y no nos alcancen, o al menos no nos dañen. La fe obrada en la palabra de Dios y aplicándola, en la gracia y aprovechándola, apaga los dardos de la tentación” (Matthew Henry).
1. LOS ESCUDOS.
“Entre las armas de defensa estaba el escudo para proteger el cuerpo (corazón, pulmones, órganos vitales), y el yelmo que protegía la cabeza. El escudo medía unos 1,2 mt de alto X 75 cm de ancho (pesaba alrededor de 10 Kg), de forma ovalada cubierto con cuero… protegía de los dardos bañados en brea u otro material similar, que se encendían para ser disparados. Al chocar contra los escudos, sus puntas se embotaban y sus llamas se extinguían” (Hendriksen & Kistemaker).
El escudo romano, o “Scutum” (en latín), era parte central de la defensa de un soldado. El escudo del siglo I era rectangular y redondeado en las puntas. Estaba hecho de 2 láminas de madera pegadas, cubiertas con lona y cuero. La lona y cuero podían ser mojados con agua para protegerse de las flechas en llamas. Una pieza de metal cruzaba el centro del escudo, por lo que también podía ser usado como arma para golpear o empujar al enemigo. Algunos guerreros usaban escuderos en lugar de escudos, como Goliat (1 S 17:5-7). O como Saúl (1 S 31:4).
Dios era el escudo de Abraham (Gn 15:1). Era el escudo de David (Sal 18:2). Era el escudo del salmista (Sal 119:114). Dios rodea como con un escudo al Justo (Sal 5:12). Es escudo a los que esperan en su Palabra (Pr 30:5). Es escudo a los que en Él esperan (Sal 18:30). Es escudo a los que caminan recto (Pr 2:7). Cristo es escudo a los que andan en integridad (Sal 84:11). El Señor es nuestro escudo (Sal 28:7). Dios es escudo alrededor nuestro (Sal 3:3). La salvación es un escudo que Dios nos da (Sal 18:35). La verdad también es nuestro escudo (Sal 91:4).
2. LA FE.
“La gracia de la fe es como un escudo de oro, precioso, sólido y sustancial, que usan los hombres valientes y por el cual hacen cosas poderosas; así el creyente, no solo repele, sino que vence al enemigo. Los judíos dicen que el arrepentimiento y las buenas obras son como un escudo contra la venganza divina” (John Gill).
LA INCREDULIDAD. Dios advierte contra el corazón malo de incredulidad, como el de los israelitas en el desierto (He 3:12-13). Los israelitas quedaron postrados en el desierto y no entraron a la tierra prometida por la incredulidad (He 3:16-18). La mayoría de los judíos fueron incrédulos al evangelio de Cristo (Jn 8:45-47). En Nazaret, Jesús no hizo muchos milagros por la incredulidad del pueblo (Mt 13:57-58). Algunos como Simón el Mago, son bautizados, andan con el pueblo de Dios, pero su fe es falsa (Hc 8:13). Algunos son iluminados, conocen la Palabra, la entienden, la predican, tienen dones, pero recaen yéndose al mundo (He 6:4-6). Algunos reciben el conocimiento de la verdad, el evangelio, lo aceptan, lo entienden muy bien, pero se vuelven a sus antiguos pecados, pecan deliberadamente (He 10:26-29). Algunos creen superficialmente, salen temporalmente del mundo, pero vuelven atrás, se vuelven a lo que su naturaleza depravada ama, al mundo y sus deleites (2 P 2:20-22). Todo estos tienen un corazón malo de incredulidad y se apartan del Dios vivo. No entraran a la Jerusalén celestial, por causa de incredulidad. No obedecen al evangelio, tienen una fe falsa, superficial, son incrédulos.
LA FE. Es la certeza y convicción de lo que no vemos, como por ejemplo, a Dios, a Cristo, el cielo, la herencia celestial (He 11:1-3). Sin fe es imposible agradar a Dios, debo creer que Dios es, que existe y se revela en la Biblia, y es galardonador de los que le buscan, es decir las promesas eternas por la fe en Cristo (Heb 11:6). Sin fe en Cristo no hay comunión con Dios, no puedo agradarlo. Sin fe, todo lo “bueno” que haga son “trapos de inmundicia” para Dios (Is 64:6). Todo lo que hago es pecado, si no viene producto de la fe en Cristo (Ro 14:23). La fe justifica del pecado, para darnos entrada a la gracia (Ro 5:1). Debemos tener fe en Cristo y su sangre (Ro 3:25). Dios justifica, perdona del pecado, a los que tienen fe en Cristo (Ro 3:26). Por medio de la fe somos salvos (Ef 2:8-9). La fe es de corazón (Ro 10:9-11). No es de mente, por afirmar ciertas doctrinas; no es de labios, por hacer una oración. Por la fe estamos firmes (2 Co 1:24). Por la fe en Cristo, vencemos al mundo (1 Jn 5:4-5). Vencemos sus tentaciones, los deseos de la carne, de los ojos, la vanagloria de la vida, no nos rendimos al sistema (modas, vanidades, presión). Por la fe, Cristo sana, como a la mujer con flujo de sangre por 12 años (Lc 8:47-48). Por la fe, Cristo levantó a la hija muerta de Jairo (Lc 8:49-50). La Palabra de Dios aumenta la fe (Ro 10:17). Debemos pedir al Señor que aumente nuestra fe (Lc 17:5-6). Debemos predicar para que otros crean con fe (Ro 10:14).
3. LOS DARDOS DE FUEGO DEL MALIGNO
“En la aljaba del diablo hay toda clase de proyectiles ardientes. Pablo menciona “tribulación, angustia, persecución, hambre, etc”. Algunos dardos encienden dudas, otros lascivia, codicia, vanidad, envidia, etc. Solo abandonando el yo, mirando al Dios Trino, depositando toda confianza en él respecto a la vida, la muerte, y la eternidad, confiando en su palabra (promesas), es posible repeler esta lluvia de dardos encendidos… Pero la fe es más que un arma defensiva, es la victoria que vence al mundo (1 Jn 5:4). Este escudo debe ser llevado sobre toda cosa” (Hendriksen & Kistemaker).
Satanás constantemente lanza sus dardos de fuego a nuestra mente y corazón. Esos dardos de fuego pueden venir de muchas formas, ya que él siempre está buscando la forma más eficaz para atacarnos donde somos más débiles. Satanás es un adversario astuto, bombardea a través de los medios masivos, la TV, el cine, documentales, la música, entretenimientos vanos, la publicidad, las redes sociales. También por medio de las ideologías y filosofías humanas (psicología, humanismo), con el mundo y su vanagloria, con herejías sutiles de falsos maestros. También recibimos dardos de personas cercanas (familia, amigos, trabajo). Pone dudas en nuestra mente sobre doctrinas fundamentales, y la vida en santidad.
El conoce nuestras inclinaciones y tendencias pecaminosas, y siempre anda como león rugiente lanzando sus dardos para que tropecemos. Incitó a Eva a desobedecer a Dios (Gn 3:4-5). Jacob dijo de José que fue asaeteado por arqueros (Gn 49:23-24). Satanás pidió zarandear a Pedro (Lc 22:31). Entró en Judas para que entregara a Cristo (Lc 22:3-4). Engañó a Pedro para que quitara su mirada en las cosas de Dios y las pusiera en la tierra (Mt 16:23). Satanás busca estorbar nuestros deberes (1 Ts 2:18). Busca impedir que prediquemos, sirvamos, hagamos su obra, nos congreguemos. Nos tienta en nuestra debilidad (Mt 4:2-3). Llega cuando estamos en una prueba, tribulación, disciplina, en desánimo, tristes, con dudas. Nos tienta para que tentemos a Dios (Mt 4:5-6). Incita a la jactancia, a probar a Dios, a pecar sin temor. Nos tienta con el mundo (Mt 4:8-12). Nos ofrece fama, éxito, dinero, riquezas, posesiones, placer, a cambio de servir a medias a Cristo. Satanás usa a sus ministros para lanzar sus dardos de fuego (2 Co 11:13-14). Satanás, por medio de ellos nos quiere apartar de la sincera fidelidad a Cristo (2 Co 11:3-4). Satanás también usa sus maquinaciones cuando no perdonarnos (2 Co 2:10-11). Satanás tienta los matrimonios cuando se niegan el uno al otro (1 Co 7:5).
Los héroes de la fe resistieron por fe los dardos de fuego del maligno Taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos (He 11:33-38). Jacob aunque asaeteado con dardos por sus hermanos, se mantuvo firme en el Señor (Gn 49:23-24). Debemos aferrarnos a Cristo para que nuestra fe no falte cuando seamos zarandeados con los dardos de fuego de Satanás (Lc 22:31-32). Debemos apagar sus dardos de fuego y no temer, si nos persigue más ferozmente (Ap 2:10). No neguemos la fe en medio de su trono, así apagaremos sus dardos de fuego (Ap 2:13). Si resistimos firmes en la fe, apagaremos sus dardos de fuego (1 P 5:8-9). Si tenemos puesta la armadura de Dios, apagaremos sus dardos de fuego, sus asechanzas (Ef 6:11).
Apaguemos sus dardos de fuego cuando venga a tentarnos en debilidad, digamos como Cristo (Mt 4:4). Apaguemos sus dardos de fuego cuando venga a incitarnos a pecar, no tentemos al Señor (Mt 4:7). Apaguemos sus dardos de fuego cuando venga a seducirnos con el mundo, no lo sirvamos (Mt 4:10). Debemos resistirlo y apagar sus dardos para que huya (St 4:7). Miremos el ejemplo de Cristo que los apagó por la Palabra (Mt 4:11). El Señor es nuestro escudo, Él lo reprende (Zac 3:2). Apaguemos los dardos de fuego del maligno, no apaguemos el Espíritu (1 Ts 5:19).
Iglesia tomemos el escudo de la fe: “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo 28 de Julio de 2024: ¡EL ESCUDO DE LA FE!
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