«Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia» (Habacuc 1:4)
Dios estableció Su Ley para que el hombre la obedezca. No es débil, es fuerte, su juicio es verdadero, condena al malo, defiende al justo. Dios es quien la ejecuta, no puede ser torcida.
Los 10 Mandamientos son el fundamento y base de toda la Ley de Dios (moral, civil y ceremonial. Éx 20:3-17). Todo mandato de Dios en la Escritura, de una u otra manera apunta a los 10 mandamientos, su raíz está allí. La Ley civil se desprende del 5 al 10 mandamiento, con el respeto y amor al prójimo. La Ley ceremonial se desprende del 1 al 4 mandamiento, con la adoración y el amor al Dios verdadero. Dios maldice a todos aquellos que desobedezcan sus mandatos (Dt 27:15-26). La Ley de Dios es perfecta, fiel, recta, pura, limpia, verdad, justa, convierte el alma (Sal 19:7-11).
La Ley de Dios muestra la justicia y carácter de Dios, su santidad y perfección, lo opuesto al corazón corrupto humano. Nos muestra el pecado (Rom 3:20b, 7:7). Deja sin excusa al ser humano delante Dios (Rom 3:19). Muestra la impotencia humana para salvarse por sus méritos (Rom 3:20). Sirve de testimonio para castigar el pecado, refrenarlo, y hacer justicia (1 P 4:15). Enseña realmente el amor al prójimo (Rm 13:9-10). Su Ley nos lleva a Cristo (Gál 3:24). Quienes aman a Dios y han sido salvados, la guardan (Jn 14:15). Su Ley es limpia, purificada 7 veces (Sal 12:6).
La función del gobierno civil dada por Dios, es la de hacer justicia, castigar al que hace lo malo, y proteger al que hace lo bueno (Rom 13:1-4). Debería castigar al que desobedezca los mandamientos Dios, a los desobedientes a los padres, rebeldes, ladrones, opresores, asesinos, adúlteros, calumniadores, codiciosos, envidiosos, que se entrometan en lo ajeno. Debería proteger al que obedezca la Ley de Dios y la promueva, y al Dios que la dio. No es para infundir temor al que hace lo bueno (como hoy), debería ser vengador de Dios, instrumento de Él, llevar la espada para castigar al malhechor. Pero eso hoy más que nunca, no es así.
Las leyes humanas desechan la Ley de Dios, por eso son débiles, y sus juicios no se basan en la verdad. Traspasan la Ley de Dios, falsean el derecho, son injustas, van contra Dios, quebrantan el Pacto eterno (Is 24:4-6). Las constituciones nacionales en general, premian el pecado y el libertinaje. Incentivan el asesinato (aborto, eutanasia, algunos medicamentos y vacunas), el robo (redistribución-riqueza), trastornan la propiedad privada, someten a unos a las aberraciones de ciertos grupos, se impide predicarles de su pecado (Lgbti, pedófilos, fornicarios), justifican el pecado, incentivan la corrupción. Asedian a la Iglesia, impidiéndonos predicar y congregarnos libremente, imponen leyes que atentan contra nuestra libertad de conciencia.
¿Nos debemos someter a leyes contrarias a la ley de Dios? ¡Claro que no! El Señor nos manda a someternos a las autoridades civiles, cuando ejercen justicia, castigando el mal y promoviendo el bien (1 P 2:13-14, 17). Romanos 13 y 1 Pedro 2, se interpretan a la luz de la Ley de Dios. Obedecemos al gobierno civil, sus leyes, a los gobernantes, a la luz también de Josué 1:17. Moisés y Josué eran siervos del Señor y servían a Su Ley. Los gobernantes sirven a sus propios intereses, imponen sus propias leyes, traspasan la Ley de Dios. Las leyes humanas están hechas para que los gobernantes se enseñoreen. Se aprovechan de los débiles, los cristianos. Jesús advirtió que los gobernantes de la tierra se enseñorean del pueblo (Mt 10:25). Establecen sus propias leyes, que oprimen y subyugan al pueblo. Dios advirtió a los israelitas cuando pidieron Rey, como las otras naciones, que crearían sus propias leyes (1 Sam 8:11-20).
El mundo, incluyendo la iglesia, quieren eso. Levantan ídolos humanos, establecen sus leyes, desechan la grandeza de la Ley de Dios, cosa extraña es para ellos (Os 8:4-12). Dios los seguirá entregando a leyes malas (Ez 20:24-25). El mundo impío sigue sus dioses, a ellos le claman, pero no escuchan, ni ven, ni oyen; Elías hizo burla de esta ignorancia (1 Ry 18:27). La mal llamada libertad democrática no les servirá de nada, sus corazones corruptos serán su propia condena y yugo. Dios los entrega a una mente reprobada para que sigan haciendo lo malo (Rom 1:28). Casi ninguna ley civil castiga las cosas que Dios aborrece (Rom 1:29-31). Como los Caldeos, seguirán legislando lo malo, muchos los seguirán, para su propia ruina (Hab 1:6-8). Darán cuentas a Dios (Rom 1:32). La Ley humana no nos redime, no salva. No es que sea solo imperfecta, es perversa muchas veces, no podemos confiar en ella, ni en el hombre que la diseña (Sal 146:3)
El impío usa la ley civil, estableciendo leyes para asediar al justo; tuerce también la Ley Divina para este fin. A Cristo lo asedió hasta matarlo, la ley civil (Romanos), la religiosa (Sacerdotes Judíos), y el pueblo (escogió a Barrabás) (Lc 23:18-23). Todos estaban felices. “Crucifícale” gritaban a una voz, pasando por alto las leyes humanas, y torciendo la Ley de Dios (Jn 19:6-7). Cristo vino a anunciar el camino de Salvación. Para eso es necesario mostrar al pecador que ha pecado, que ha quebrantado la Ley de Dios, y su paga es la muerte eterna en el infierno; y que es necesario que nazca de nuevo, se arrepienta, pida perdón, abandone su maldad, y se vuelva a Dios. No vino a hacer ningún mal al mundo, vino a ofrecer liberación, pero la rechazaron ¿Qué de malo hizo? Denunciar sus pecados, testificar que las obras de la humanidad son malas (Jn 7:7). Por eso los reyes de la tierra confabulan contra Cristo, aborrecen Su Ley, quieren romper sus ligaduras (Sal 2:2-3).
A los cristianos también nos asedian. Las leyes humanas están diseñadas para asediarnos, por seguir a Cristo (Jn 15:18-21). Muchos dicen que, con las leyes actuales de impedir reunirnos, no nos están persiguiendo, que no es un ataque a la iglesia. Pero si es contra la iglesia, la Biblia lo advierte. Quien diga lo contrario, no conoce las Escrituras, la historia, y la realidad actual evidente. El Diablo asedia a la iglesia, la persigue, ese es su ministerio, para eso fue arrojado a la tierra (Ap 12:13-17). El Anticristo asedia a la iglesia, la persigue, asesina, a través de la Bestia (Ap 11:7; 13:7). El mundo asedia a la iglesia, se alegra con estas persecuciones, porque perturban su falsa paz (Ap 11:10).
La iglesia en Hechos (4:17-29), cuando les querían impedir predicar, no buscó la aprobación del César, tratar de dialogar con el imperio o el concilio para que los dejaran seguir hablando. Ese permiso no viene de ellos; ese permiso viene del Señor, ya lo tenemos, es Su mandato, a Él obedecemos. Por eso ellos oraron para que Dios les diera fuerzas, y no callar Su Palabra (Hch 4:29). Siempre nos van a perseguir. Desde Faraón en Egipto, y Su ley para acabar al pueblo de Dios, hasta Herodes, para matar al Salvador, pasando por los profetas. Al mundo le incomodamos, testificamos como Cristo que sus obras son malas. Por eso nos asedian.
Cuando nos impidan predicar el Evangelio, hagamos como Juan, Pedro y la iglesia en Hechos, obedezcamos a Dios antes que a los hombres (Hch 5:27-29). Cuando está en peligro nuestras vidas, vidas inocentes, o el pueblo de Dios, debemos hacer como las parteras en Egipto, que temieron a Dios antes que al decreto del Faraón, y preservaron a los niños hebreos (Éx 1:16-21). Cuando la causa de Cristo o Su pueblo estén siendo atacadas, hagamos como Raab, que escondió a los espías israelitas del Rey de Jericó, desobedeciendo Su orden (Jos 2:4-7). Cuando nos impidan adorar a Dios, hagamos como Daniel, que no hizo caso al edicto del Rey de Babilonia; no calló, y siguió adorando como solía hacer antes (Dn 6:10). Nuestros hermanos cristianos pusieron a Dios primero antes que a los hombres. La Iglesia del Nuevo Testamento, los Valdenses, los reformadores, los no conformistas en Inglaterra, los pactantes escoceses, se negaron a obedecer a las autoridades civiles, pues los querían obligar a desobedecer mandamientos de Dios. Por eso los que seguimos sus doctrinas, somos llamados “Protestantes”. Cristo es nuestro Señor, el César no es nuestro Señor.
Ellos no asedian al falso cristiano, tibio, ecuménico, light, a quién no contiende. Asedian al cristiano verdadero, firme, radical, que no negocia sus principios, que sigue las pisadas de Cristo, que vive en santidad, y que sigue anunciando al mundo que Cristo es el único nombre bajo el cielo en que pueden ser salvos (Hch 4:12), que es el único en que pueden hallar perdón de pecados y vida eterna
¿Y usted asediará al justo? ¿Se rebelarás contra ley de Dios? ¿Se dejará marcar por la Bestia? ¿Aún hay leyes en su corazón que prefiere las leyes humanas que la ley de Dios, pues convienen a su carne? ¿A quiénes nos vamos a someter? ¿A la Ley de Dios o a la ley humana?
Los “cristianos” de hoy, con su obediencia ciega las autoridades civiles, claman igual que los fariseos en tiempos de Cristo (Jn 19:15): “…no tenemos más rey que César”. Pero los cristianos genuinos clamamos lo contrario, somos como estos (Hc 17:7): “…y todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro Rey, Jesús”.
Dios hará justicia de los que nos asedian, sigamos clamando, que Él sí nos escucha (Ap 6:10). El Señor se ríe de ellos, los quebrantará con la Vara de hierro de Su Ley, y quién no honre a Cristo, el Rey, desata la Ira de Dios Padre (Sal 2:4-11). Todas las persecuciones y asedios del mundo, del impío, no servirán, su iglesia prevalecerá, Cristo, nuestro Señor y Rey, lo ha garantizado (Mt 16:18).
Esto seguirá pasando, “Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia” (Habacuc 1:4). Pero somos mas que vencedores por medio de Aquel que nos amó (Rom 8:37).
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Escucha el sermón del domingo (9 de Agosto de 2020): «EL IMPÍO ASEDIA AL JUSTO»:
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