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¡EL PECADO!

Actualizado: 25 oct 2022

«Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley» (1 Juan 3:4).


No se refiere a las leyes de los hombres, a menos que éstas estén basadas en la Ley de Dios. Se refiere a la Ley moral de Dios, que puede ser transgredida en pensamiento, palabra y obra. El que comete pecado transgrede la ley, ésta lo acusa y condena, y lo deja convicto delante de Dios. La ley de Dios es santa, justa y buena, contiene la voluntad buena, aceptable y perfecta de Dios, conforme a su naturaleza y perfecciones. Por tanto, el pecado es, en definitiva, contra Dios. Todo lo que transgreda la Ley de Dios, es pecado. El pecado es el quebrantamiento de la norma, es decir, la infracción de la ley que Dios ha dado. El pecado es un rechazo de las normas de Dios, y por consiguiente es rechazar a Dios mismo.


1. La Ley.


Dios grabó la Ley moral en el corazón humano (Ley natural, conciencia), y también la dejó por escrito en papel con los diez mandamientos. El hombre debía obedecerla, pero la desobedeció, la violó, pecó, está bajo el juicio de Dios. Sin embargo, Cristo redime de la maldición de la Ley a todo aquel que se entrega a Él. Ella es nuestra regla de vida.


Dios le dio un mandato (Ley) a Adán y Eva (Gén 2:16-17). Ellos desobedecieron a éste mandato, fueron seducidos por la serpiente, tomaron del árbol prohibido, pecaron, por tanto, sus ojos fueron abiertos, conocieron más claramente el bien, pero sobretodo el mal, vieron que estaban desnudos (Gn 3:6-7). Fue la muerte de la raza humana, el ser humano queda sin excusa ante de Dios. Dios grabó la Ley natural en el corazón humano (Rm 2:14-15). Antes de la Ley de Moisés, estaba la Ley natural (conciencia), no había excusa del pecado, reinó la muerte desde Adán (Rm 5:13-14). Hoy reina igual la muerte, así no tengan una Biblia (como con Adán). Dios también grabó por escrito los 10 mandamientos, para obedecerlos (Dt 5:1). Esto agrava la trasgresión de la Ley, hace más grave el pecado. La Biblia dice que si no hay Ley no hay transgresión (Rm 4:15). Pero si hay Ley, grabada en el corazón humano y en papel, no hay excusa.


LA LEY Y EL JUICIO. La raza humana está bajo el juicio de la Ley de Dios, ha pecado, ha infringido la Ley de Dios. Todos los seres humanos quedamos bajo el juicio de la Ley (Rm 3:19). La Ley condena, mata (Rm 7:8-11). Juzga a los transgresores (1 Tm 1:9-10). Ella condena, enjuicia, mata, no puede justificar al hombre (Rm 3:20; Gál 2:16).


LA LEY Y LA SALVACIÓN. La Ley nos muestra nuestra impotencia, nuestros pecados, para llevarnos a Cristo. El hombre no puede obedecerla plenamente, está bajo maldición, bajo el pacto de obras (Gál 3:10-12). Nos da a conocer el pecado (Rom 3:20). La Ley no es mala, no es pecado, por ella conocemos el pecado (Rom 7:7). La Ley no nos deja más camino que ir a Cristo, nos lleva a Él para perdón (Gál 3:23-24).


CRISTO Y LA LEY. Él sí fue capaz de obedecerla completamente, Él sí nos libra del juicio de la Ley. La obedeció plenamente (Hb 4:15; 2 Co 5:21). Nos redimió de la maldición de la Ley, al morir en la cruz (Gál 3:13). Redimió a los que estábamos bajo la Ley (Gál 4:4-5). Cristo es el fin de la Ley, para el que cree (Rom 10:4).


NOSOTROS Y LA LEY. Es nuestra regla de vida, vivimos por la Ley de la Fe. La Ley es santa, justa y buena (Rm 7:12). La Ley es nuestra regla de vida (Stg 1:25). Debemos usarla legitimante, no como medio de salvación, si no como nuestra norma de vida, y también para mostrar el pecado al trasgresor (1 Tim 1:8-9). Somos justificados por la Ley de la Fe en Cristo (Rm 3:25-28).


2. El pecado.


El hombre infringe la Ley de Dios, por tanto peca contra Dios.


La definición bíblica más sencilla para el pecado es “errar el blanco”. El blanco (norma) es la ley de Dios. La ley de Dios expresa su propia justicia y es el estándar supremo para nuestro comportamiento. Cuando no damos en el blanco de este estándar, pecamos. La Biblia nos habla de la universalidad del pecado, es decir, no dar en el blanco de las demandas de Dios (Rom 3:23). Al decir: “nadie es perfecto”, “errar es humano”, reconocemos la universalidad del pecado. Todos somos pecadores, por tanto todos tenemos necesidad de redención. El pecado es no conformarse o transgredir cualquier Ley de Dios, las cuales son dadas al hombre, que es un ser racional. Pecamos cuando hacemos algo que sabemos está mal, elegimos desobedecer Ley de Dios. Los protestantes rechazamos la diferenciación católica de pecados mortales y veniales. Juan Calvino dijo que “Todo pecado contra Dios es un pecado mortal, en cuanto merece la muerte, pero ningún pecado es mortal en el sentido que destruye nuestra justificación por fe”. Cualquier pecado es grave, hasta el más pequeño es un acto de rebeldía contra Dios, como dijo alguien es “una traición cósmica”, es el intento del hombre por destronar a Dios en su autoridad soberana sobre nosotros. La Biblia considera algunos pecados más atroces que otros. Hay grados de maldad del mismo modo que habrá grados de castigo en el infierno. Jesús reprendió a los Fariseos por omitir las cuestiones más importantes de la Ley, amonestó a las ciudades de Betsaida y Corazín diciéndoles que su pecado era peor que el de Sodoma y Gomorra (Mt 11:20-24). La Biblia también nos advierte sobre la culpa incurrida al pecar muchas veces. Aunque pecar contra una parte de la ley, es pecar contra toda la ley (Stg 2:10), cada transgresión particular añade más culpa. También nos advierte de no atesorar ira para el día de la ira (Rm 2:1-11). Cada vez que cometemos un pecado estamos agrandando nuestra culpa, y también la ira de Dios. La Biblia toma muy en serio el pecado, porque ella toma muy en serio a Dios, y también al hombre. Cuando pecamos contra Dios, violamos su santidad. Cuando pecamos contra el prójimo, violamos su humanidad.


El hombre ha pecado, desde Adán hasta nosotros. Adán y Eva pecaron, desobedecieron el mandato de Dios (Gén 3:4-6). Israel pecó, infringió la Ley completa (Dn 9:11). Los gentiles, aunque sin Ley escrita, pecan al infringir la ley natural (Rom 2:12a). Los judíos pecan al infringir la Ley natural y la escrita, pecan con mayor conocimiento (Rom 2:12b). El hombre ha pecado (Rom 3:23). Infringir un punto de la Ley es pecar contra toda la Ley (Stg 2:9-11). Toda injusticia es pecado (1 Jn 5:17). Los cristianos también pecamos infringiendo la Ley (1 Jn 1:8, 10), claro, pecamos diferente al impío, no deliberadamente, pero al fin y al cabo, pecamos al transgredir su Ley.


Las consecuencias del pecado son nefastas. El hombre desobedeció el primer mandato de Dios, pecó (Gén 2:17), por eso murió, entró el pecado, nacemos muertos (Rm 5:12). El hombre continua pecando, la sentencia de Dios sigue siendo la muerte (Ez 18:4). La paga del pecado es la muerte (Rom 6:23). El pecado nos enemista, separa y aleja de Dios (Is 59:2). El pecado nos aparta del bien (Jer 5:25). El pecado degrada al hombre (Is 1:5-6). El pecado es tan terrible que tuvo que sacrificar y castigar a su Unigénito amado (Is 53:10). Permitió que sus enemigos y pecadores lo humillaran (Mt 26:45). El pecado es aborrecible para Dios (Hab 1:13). Dios aborrece a todos los que hacen iniquidad (Sal 5:5).


3. Libres del pecado.


Somos libres de la ley del pecado, y de la muerte (Rom 8:2).


SOMOS LIBRES DE LA MUERTE ETERNA. De la condenación eterna, del infierno eterno, por Cristo. Cristo apareció para quitarnos el pecado (1 Jn 3:5). Cristo lavó nuestros pecados con su sangre (Ap 1:5). Cristo padeció por nuestros pecados (1 P 3:18). Cristo fue herido, molido, castigado para la redención de nuestros pecados (Is 53:5). Cristo condenó al pecado en su carne (Rom 8:3). Cristo murió para expiar nuestros pecados (Is 53:10b). Por Él tenemos perdón de nuestros pecados (Lc 1:77). Cristo es la propiciación de nuestros pecados (1 Jn 2:2). En Cristo el Padre perdonó nuestros pecados (Ef 1:7). Dios nos dio vida cuando estábamos muertos en nuestros pecados (Ef 2:1).


SOMOS LIBRES DE LA LEY DEL PECADO. De la esclavitud del pecado, por Cristo. Cristo nos salvó de nuestros pecados (Mt 1:21). Estamos muertos al pecado, pero vivos para Dios (Rom 6:10-11). No practicamos el pecado (1 Jn 3:8-9). Andamos en luz, la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado (1 Jn 1:7). El pecado no se enseñorea de nosotros, no puede reinar en nosotros (Rm 6:12-14). Si hemos pecado, confesemos nuestros pecados, para prosperar espiritualmente (Pr 28:13). Él es fiel y justo para perdonarnos (1 Jn 1:9). Cristo es nuestro abogado si pecamos (1 Jn 2:1). Pero tengamos presente, que hay pecados que no se pueden tolerar en un creyente, son más graves que otros (1 Co 6:18). Tengamos también presente que hay pecados que no tienen perdón, la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mt 12:31). Pecar deliberadamente, después de recibir la verdad, no tiene más sacrificio por el pecado (Hb 10:26-27). Es el pecado de muerte, la apostasía, no hay nada que hacer (1 Jn 5:16).


El pecado llevó a la muerte (1 Cor 15:56), pero será destruido para siempre (1 Cor 15:26). No habrá más muerte por el pecado (Ap 21:4). No habrá más maldición por el pecado (Ap 22:3). No lo veremos más (1 Cor 15:54-55). Aborrezcamos el pecado, cuando pecamos, pecamos contra Dios (Sal 51:4). No pequemos contra los hermanos, pues pecamos contra Cristo (1 Cor 8:12). Nuestros pecados contristan al Espíritu Santo (Ef 4:29-31). Cuando pecamos no somos dignos de ser llamados sus Hijos (Lc 15:21). ¿Pecaremos porque ya fuimos perdonados? (Rm 6:1-2, 15). Al contrario, los cristianos aborrecemos el pecado, deshonra a Dios, por este fue humillado nuestro Redentor, nos deshonra como seres hechos a su imagen, por eso clamamos ser libres para siempre de este enemigo maldito (Rom 7:24).


No pequemos, no infrinjamos su bendita y Santa Ley. “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”.



X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.


Escucha el sermón del domingo (26 de Junio de 2022): «¡EL PECADO!»


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