Tal vez en éste mismo instante estás pensando en cómo quitarte la vida, seguramente no encuentras razones para vivir en este mundo hostil y tú única idea en mente es: “quiero suicidarme”, pero y ¿cómo suicidarme? Es por eso que antes de que tomes la decisión de quitarte la vida, te invitamos a leer este artículo acerca de las implicaciones que conlleva un suicidio.
Es probable que en éste momento te sientas deprimido, triste, solo, abandonado, crees que no vale la pena vivir, que ya no hay marcha atrás, que el mundo está en tu contra, tus padres, tus amigos, tu familia, tu pareja, o de hecho no tienes a “nadie” en el mundo. Estás totalmente decepcionado de tu vida y todo lo que te pasa. En fin, hay tantas razones que el mundo justifica para querer suicidarse, como una crisis económica, la pérdida de un trabajo, una desilusión amorosa, mal rendimiento escolar, bullying, soledad, abandono, o simplemente porque no encuentras sentido a tu vida.
Tal vez eres una persona que nunca ha escuchado acerca de Dios y la existencia de un más allá de la muerte, tal vez crees que con la muerte dejas de existir, tal vez eres creyente en alguna religión y te consideras una buena persona que no merece tanto sufrimiento, tal vez crees que no hay cielo, ni infierno, y si hubiera la remota posibilidad de que existiera, crees que irías al cielo, pues todos van al cielo. O peor aún, te consideras cristiano y crees que no importa que atentes contra tu propia vida, pues ya eres parte del cielo.
Para empezar, es bueno que sepas que tu pensamiento de ¿cómo suicidarte? No proviene de lo hostil que es el mundo contigo, sino proviene de tu propio corazón que se ama demasiado a sí mismo. Tanto es el amor del hombre por sí mismo que no puede soportar el rechazo, la tristeza, los problemas, el desánimo, el engaño, la desilusión, etc. El mundo nos ha vendido la falsa premisa de “amarnos a nosotros mismos”, pero realmente lo que deberíamos hacer, es todo lo contrario, debemos dejar de amarnos tanto. Si realmente nos negáramos a nosotros mismos, no nos afectaría tanto lo que nos hacen, pues entenderíamos que el hombre es falible, imperfecto y que siempre nos vamos a fallar unos a otros, pues maldito el hombre que confía en el hombre (Jeremías 17:5).
Además del excesivo amor propio del hombre, hay una raíz de todo eso. Tú dices: “Deseo quitarme la vida, acabaré con todo este dolor y sufrimiento”. Pero la realidad es que lo creas o no, hay una eternidad, y solo dos lugares: el cielo, donde entran las buenas personas o el infierno donde van los pecadores. Entonces sería bueno que te hicieras algunos interrogantes para determinar si eres una buena persona: ¿Alguna vez has robado? Recuerda que robo pequeño o grande es robo. Alguna vez ¿Has mentido? Recuerda que no hay mentiras piadosas. Alguna vez ¿Has codiciado cualquier cosa de otra persona? ¿has mirado con deseo a una persona que no sea tu esposo o tu esposa? ¿Has honrado a tus padres desde el día que naciste? Al igual que el resto de los hombres es seguro que has violado algunos de éstos mandamientos, si no es que todos. Por tu propia confesión, eres ladrón, mentiroso, codicioso, adultero de corazón, hijo desobediente, sin contar que tan solo nombramos algunos de los 10 mandamientos.
Para ir al cielo hay que ser perfecto y haber obedecido la ley perfectamente desde el momento de la concepción. Si te presentaras ante Dios, un juez justo, por tus propios pecados serías declarado culpable. Tú dices que Dios es un Dios de amor que no enviaría a nadie al infierno, pero si los jueces terrenales deben ser justos, cuanto más Dios, que no dará por inocente al culpable (Números 14:18; Nahúm 1:3). Por todo lo anterior, por tus propios pecados, eres culpable, mereces una pena y debes ser enviado al infierno. Pero, ¿Qué pensarías, si alguien se presenta y dice que va a pagar la sentencia por ti para que tú seas libre? Eso fue lo que hizo Cristo en la cruz del Calvario, por amor a la humanidad, vino a la tierra a morir por los pecadores, pagando así la condena que merecían, para darles vida eterna, librándolos de la muerte y del pecado. Solo hay un camino al cielo y se llama Cristo, y llama a todos los hombres a que se arrepientan (Hechos 17:30, pedir perdón y darle la espalda al pecado) y pongan su confianza en Él, de lo contrario, terminarás en el infierno justamente.
Puedes estar pensando que todo esto es mentira y exageración, pero el cielo y el infierno son reales y cuando mueras ya no habrá más para ti que horrenda expectación de juicio (Heb. 10:27). También puedes pensar: “como suicidarme, y no ser condenado, pues me arrepiento y creo en Cristo, entonces me suicido y voy al cielo”. O si ya eres cristiano, estás seguro de tu salvación y quieres acortar por ti mismo la estadía en la tierra.
Si aún sigues con la idea en tu cabeza de ¿de que manera suicidarme?, es importante que tengas en cuenta que ningún hombre que se ha suicidado ha vuelto de la muerte para contarnos sus penurias. Si revisamos en la palabra de Dios, que es la mayor certeza al respecto, sería bueno tomar en cuenta que en la biblia se nos nombran algunos suicidios como el del rey Saúl (1 Samuel 31:4), Ahitofel (2 Samuel 17:23), Zimri (1 Reyes 16:18), y Judas Iscariote (Mateo 27:5), todos blasfemos contra el Señor. Sin embargo, no encontramos ningún hombre piadoso que haya atentado contra su vida, es más, vemos hombres y mujeres perseguidos que experimentaron “vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados” (Hebreos 11:36-37), y todos fueron valientes y firmes hasta la muerte, ninguno nunca tomó su vida a mano propia. Muchos hablan de Sansón, pero él no se suicidó, él se sacrificó para salvar a su pueblo, haciendo una prefiguración de Cristo, quien se entregó, fue sacrificado y murió para salvar a su pueblo.
El príncipe de los predicadores, Charles Spurgeon pronunció alguna vez: "Pero poner un fin a su vida por su propia mano sería un hecho espantoso; probaría que no era un hijo de Dios, pues Sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. Si alguien en su sobrio sentido cometiere un suicidio, no podríamos tener ninguna esperanza de vida eterna para él".
Y el puritano John Bunyan, en su obra El Progreso del Peregrino, nos dice: “Es verdad que nuestra condición actual es terrible, y la muerte me sería mucho más grata si así hemos de estar para siempre; sin embargo, consideremos que el Señor del país adonde nos dirigimos ha dicho: no matarás; y si se nos hace esta prohibición con respecto a otros, mucho más debe hacérsenos con respecto a nosotros mismos. Además, el que mata a otro no mata más que su cuerpo; pero el que se mata a sí mismo, mata el cuerpo y el alma a una; y sobre todo, hablas de descanso en el sepulcro; ¿pero acaso has olvidado a donde van ciertamente los que matan? Porque ningún asesino tiene vida eterna (1 Juan 3:15). Tengamos paciencia y suframos un poco más; vendrá la hora en que se nos dará una feliz libertad; no seamos nuestros propios asesinos”.
Si todavía sigues con la pecaminosa idea de que hacer para suicidarte, debes tener presente que si bien el que está en Cristo es salvo para siempre, también sabemos que un cristiano da un fruto que perdura, y que, si vive para Cristo, y ama a su Señor no quiere ofenderlo antes de morir, no quiere terminar con una acción que ofenderá a su Salvador, una obra propia de los incrédulos, los cuales no heredarán el reino de los cielos (Apocalipsis 21:8) y sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6).
Si estamos verdaderamente en Cristo, nuestro cuerpo y nuestra vida ya no nos pertenecen
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6:19-20). ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es (1 Corintios 3:16-17). Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. (Rom 14:7). Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo (Mateo 24:13).
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
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