«Y tomad el yelmo de la salvación…» (Efesios 6:17a).
Alude a Isaías 59:17, donde Dios se vistió con yelmo de salvación en su cabeza (Is 59:17). La salvación debe ser nuestro yelmo o casco, pues este protege la cabeza; así la esperanza de la salvación por Cristo es una defensa de nuestra mente (cabeza) contra las falsas doctrinas; la afirma en tiempos de tribulación, prueba, aflicción y angustia; y la protege en el día de la batalla, cuando nos enfrentamos a Satanás, el adversario.
1. LOS YELMOS.
“El yelmo de bronce y hierro (1 S 17:5, 38; 2 Cr 26:14), proveía un buen grado de protección para la cabeza, como lo hacía la coraza para el corazón. En el período herodiano los yelmos griegos y romanos hechos tanto de bronce como de cuero se usaban extensamente” (Hendriksen & Kistemaker).
El casco romano (“galea”), variaba mucho en diseño (no había fabricación masiva. C/u hecho individualmente). Con el tiempo, hubo también algunas variaciones de diseño del casco en el Imperio Romano. En general, los cascos eran de metal, aunque los soldados más pobres, o los de los primeros días del imperio, pueden haber tenido cascos de cuero fortificados con piezas de metal. El uso principal era proteger la cabeza de golpes o ataques con armas (flechas). Usualmente tenían placas en las mejillas para proteger de golpes en la cara, y una pieza de metal en la espalda para proteger de golpes en la parte posterior del cuello.
Goliat llevaba un casco de bronce sobre su cabeza (1 S 17:5). Saúl le puso un casco a David para pelear con Goliat (1 S 17:38). Uzías rey de Judá dio a su ejército armas, entre ellas yelmos (2 Cr 26:14). El casco cubre la cabeza, representando la persona completa.
Cabeza, simbólicamente en la Biblia, tiende a significar la persona completa. Es la parte más esencial de la persona. En Genesis Dios dijo que Cristo aplastaría la cabeza de Satanás, le daría un golpe mortal (Gn 3:15). Las bendiciones también caerían sobre la cabeza, como hizo Jacob con José (Gn 49:26). Aaron y sus hijos fueron ungidos con aceite en sus cabezas para el oficio sacerdotal (Éx 29:7). Ungir la cabeza con aceite era señal de protección Divina (Sal 23:5). Santiago recomienda ungir con aceite la cabeza, y orar por sanación (St 5:14). Cristo puso sus manos sobre la cabeza de los niños para bendecirlos (Mt 19:14-15). Cuando escogieron los primeros diáconos impusieron manos en señal de ordenación y aprobación (Hc 6:5-6). Cuando Pablo y Bernabé salieron al viaje misionero, les impusieron manos en señal de bendición y éxito (Hc 13:2-3). Timoteo recibió el don para su ministerio por imposición de manos del presbiterio (1 Ti 4:14). Debemos ser muy cuidadosos de imponer con ligereza nuestras manos (1 Ti 5:22).
2. LA SALVACIÓN.
“Ya sea Cristo mismo, el Salvador (V. Árabe: "el yelmo del Salvador"). O la salvación misma, de la cual él es el autor, y una esperanza bien fundada de ella (1 Ts 5:8)” (John Gill).
EL HOMBRE ESTÁ CONDENADO.
Nuestros primeros padres infringieron el mandato de Dios, por tanto quedaron sin acceso al árbol de la vida (Gn 3:24). El hombre pecó y murió, pues la paga del pecado es muerte (Ro 6:23); desde allí todos nacimos muertos en pecados y delitos (Ef 2:1). Todos los hombres pecan desde que nacen, por tanto están destituidos de la gloria de Dios (Ro 3:23). El hombre nace en condenación, está descarriado aun desde el vientre de su madre (Is 58:3). El hombre es culpable de violar toda la Ley de Dios (St 2:10). El hombre está condenado por la Ley, bajo el juicio de Dios (Ro 3:19). El hombre está perdido, desviado (Ro 3:12). El hombre va por caminos desventurados (Ro 3:16-17). El hombre inconverso, es esclavo del pecado (Jn 8:34). El hombre no regenerado, es esclavo del Diablo (1 Jn 3:8). El hombre peca, y la paga del pecado es muerte (Ro 6:23). Dios está airado con el impío, con aquel que no se ha arrepentido de sus pecados (Sal 7:11-13). Si sigue así, su fin será la muerte, el infierno (Prv 14:12; 16:25). El hombre ama las tinieblas y rechaza la luz, está condenado (Jn 3:19). El hombre en su mayoría va camino al infierno, siguiendo la mentira, la falsa religión (Pr 7:26-27). El hombre se pierde, no será salvo, sigue la mentira del hombre de pecado, rechaza la verdad (2 Ts 2:9-10). Esa era nuestra condición, condenados, rumbo a la muerte eterna (Ro 6:20-21).
LA SALVACIÓN.
El hombre busca salvadores humanos, gobernantes, reyes, príncipes, caudillos. El hombre busca salvación por medio de méritos, obras, ritos, ceremonias, la religión, el moralismo. Por otro lado, Moisés, los Jueces, Sansón, David, fueron Libertadores del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento; pero ellos también fueron tipología de Cristo el Salvador.
Dios anunció salvación a su pueblo (Sal 130:7-8). Dios dijo que enviaría al Salvador (Za 9:9). Dios mismo vendría a salvarnos (Is 35:4). Dios estaría con nosotros (Is 7:14). Sería de la descendencia de David (Hc 13:23). Él salvaría a su pueblo de sus pecados (Mt 1:21). El Salvador nació (Lc 2:10-11). Simeón vio la salvación en sus manos antes de morir (Lc 2:29-32). Los samaritanos reconocieron a Cristo, el Salvador del mundo (Jn 4:41-42). La salvación llegó a la casa de Zaqueo (Lc 19:9). Los discípulos testificaron que el Padre envió al Salvador del mundo (1 Jn 4:14). El Salvador vino a buscar y salvar lo que se le había perdido, a los condenados (Lc 19:10). Vino a salvar a los que estaban en muerte, en tinieblas (Mt 4:16). Cristo vino al mundo a salvar a los pecadores perdidos (1 Ti 1:15). Dios envió a su Hijo al mundo para salvarlo, no para condenarlo, pues el hombre ya estaba condenado (Jn 3:17). Dios nos libró de la potestad de las tinieblas (Col 1:13-14). El Señor nos salvó del yugo del tirano (Is 49:24-26). Vino a deshacer sus obras (1 Jn 3:8b). Cristo vino a salvarnos del mundo, de este presente siglo malo (Gál 1:4-5). Vino a salvarnos del pecado, a libertarnos de éste, para servir a la justicia (Ro 6:17-18). Cristo vino a librarnos de los ídolos y la ira venidera (1 Ts 1:9-10). La gracia de Dios se manifestó desde el cielo para nuestra salvación (Ti 2:11). Cristo vino a salvar a su iglesia (Ef 5:23). Cristo salva a los que creen en Él (1 Ti 4:9-10). El hombre debe creer en Cristo para ser salvo (Hc 16:29-31). Debe creer en Cristo con el corazón y confesarlo con sus labios (Ro 10:9-10). Debe arrepentirse de sus pecados para salvación (2 Co 7:10). Por gracia somos salvos (Ef 2:8-9). Cristo nos salvó no conforme a nuestras obras (2 Ti 1:9-10).
Solo en Cristo hay salvación (Hc 4:12). Dios nos escogió para salvación, demos infinitas gracias (2 Ts 2:13). Al final también vendrá de Sion el libertador a salvar a Israel (Ro 11:25-27). Esperamos del cielo al Salvador en su segunda venida (Fil 3:20-21). Dios es el único salvador, por tanto Cristo es Dios (Os 13:4).
3. EL YELMO DE LA SALVACIÓN
“En Isaías es Jehová quien usa un yelmo (Is 59:17), pero aquí en Efesios son los creyentes los llamados a recibirlo. En 1 Ts 5:8 el apóstol ha identificado el yelmo con “la esperanza de salvación”, aquí con la salvación misma… la salvación es a la vez una posesión presente y una herencia que no se ha recibido totalmente en esta vida” (Hendriksen & Kistemaker).
Su pueblo se viste con la esperanza de salvación como yelmo (1 Ts 5:8). Nos afirmamos, por Cristo, en nuestra esperanza, en la vida eterna, el cielo, las herencias celestiales. Tenemos el casco de la salvación puesto, tenemos la mente de Cristo (1 Co 2:16). Contra los ataques de satanás, las dudas, mentiras, herejías, blasfemias, el desánimo, las tentaciones, el pecado. Este yelmo evitará el engaño de los falsos profetas (Mt 24:24). No seremos engañados definitivamente por el Anticristo, la Ramera, los falsos apóstoles y profetas, la religión formalista, los hombres con apariencia de piedad. Los impíos y falsos creyentes serán engañados al final, pero los entendidos no, los que llevan el casco de la salvación (Dn 12:10). La gracia de Dios se manifestó para salvación, nos enseña a vivir santa, justa y piadosamente en el mundo, esperando la manifestación gloriosa del Salvador (Ti 2:12-13). En pureza, apartados del mundo, en obediencia, en justicia. Cristo nos redimió de la iniquidad, para buenas obras (Ti 2:14).
Debemos ocuparnos en nuestra salvación (Fil 2:12b-13). Debemos perseverar, orar, clamar, luchar, purificarnos, limpiarnos, arrepentirnos a diario, perfeccionarnos. No descuidemos esta salvación tan grande (He 2:2-4). Estamos seguros de nuestra salvación, pero a la vez perseveramos en ella (santidad, obediencia). No nos jactemos, pues el juicio será mayor si resultamos reprobados. No somos de los que retroceden para perdición (He 10:39). No estamos destinados para la Ira Divina, Dios nos puso para alcanzar la salvación (1 Ts 5:9-10). Seremos perfeccionados hasta nuestro encuentro con el Salvador (Fil 1:6). El Señor nos seguirá salvando con su Diestra (Sal 138:8).
Iglesia, “Y tomad el yelmo de la salvación…”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo 4 de Agosto de 2024: ¡EL YELMO DE LA SALVACIÓN!
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