«Enséñame tú lo que yo no veo; Si hice mal, no lo haré más» (Job 34:32).
“Debemos ver por un lado, los castigos y tratos de Dios con su pueblo (providencia, diseño, uso), a veces inescrutables (vemos parte). Es justo decirle a Dios: <lo que conozco es sólo una pequeña parte de tus caminos; poco puedo ver en ellos, enséñame más de tu mente y voluntad en ellos>. Y por el otro lado, también los pecados y transgresiones; es apropiado que un hombre afligido diga a Dios: <soy consciente de muchas fallas y debilidades pecaminosas en mí, pero puede haber pecados secretos que han escapado a mi atención y vista; muéstramelos,para que pueda ser humillado y hacer una libre confesión de ellos>. Si he cometido algún delito capital, alguna ofensa vil o enormidad grave, me arrepiento sinceramente de ello y me ocuparé en el futuro, por la gracia divina, de no volver a hacerlo” (John Gill).
1. ELIÚ A JOB.
En este capítulo, Eliú retoma su discurso y continúa en su respuesta a Job. Inicia llamando la atención a los que escuchan (V1-4); luego presenta una acusación contra Job por las palabras injustas que había dicho, justificándose él y condenando a Dios (V5-9); lo refuta mostrándole el poder, la justicia y la providencia de Dios (V10-30). El capítulo cierra llamando a Job a humillarse ante Dios, pedirle a Él poder ver sus pecados, y comprometerse a no volverlos a cometer (V31-33); y llama a los hombres sabios a confirmar que Job no habló con sabiduría (V34-37). No debemos contender con Dios por las pruebas, tribulaciones, no debemos reclamar por haber hecho bien. Dios no hace injusticia, Él es justo, todo lo bueno que tenemos o nos pasa es por gracia y misericordia, no lo merecemos. Merecemos juicio; las pruebas y tribulaciones, no son nada (son buenas). Dios siempre obra en justicia. Todos sus juicios y designios con justos, su reino es de justicia, sus leyes son justas, sus propósitos santos. Debemos pedir ver nuestros pecados, confesarlos, y no volverlos a cometer.
Thomas Watson dijo: “Un corazón sin doblez desea conocer enteramente el propósito y la voluntad de Dios. El corazón enfermo teme la luz, y no quiere saber en qué consiste su responsabilidad. El alma sincera, como en el caso de Job, dice: “Enséñame tú lo que yo no veo” (Job 34:32); Señor, muéstrame mi deber y en qué cosas te agravio; no me dejes pecar por falta de luz; enséñame aquello que desconozco”.
2. ¡ENSÉÑAME TÚ LO QUE YO NO VEO!
“Un buen hombre está dispuesto a conocer lo peor de sí mismo y, particularmente, bajo aflicción, desea que le digan por qué Dios contiende con Él y qué se propone Él para corregirlo” (Matthew Henry).
¡ENSÉÑAME TÚ LO QUE YO NO VEO!Pidamos a Dios conocer si tenemos pecados ocultos a nuestros ojos (Sal 19:12-13). Pecados desconocidos, que no vemos graves, que no somos conscientes. Pidamos a Dios que examine si vamos por camino perverso (Sal 139:23-24). Caminos de engaño, error, ceguera, endurecimiento, herejías, o apostasía. Pidamos a Dios entender por qué contiende con nosotros (Job 10:1-2). Debemos meditar el por qué o para qué de nuestras pruebas y disciplinas, que nos quiere enseñar el Señor. Si sentimos que no nos habla, que hay tibieza, si no avanzamos. Pidamos ser juzgados, escudriñados y probados por Dios (Sal 26:1-2). Debemos estar dispuestos a conocer cualquier pecado en nosotros (que hermanos nos digan). Pidamos conocer el camino que debemos andar (Sal 143:8-10). Debemos ser sinceros para conocer su voluntad, no la nuestra, no podemos pedir oración, si de antemano ya hemos decidido qué hacer. Pidamos conocer las sendas de Dios (Sal 25:4-5). Sus caminos, su voluntad, su verdad, no importa el costo. El Señor nos hará entender sus caminos, a las buenas o a las malas (Sal 32:8-9). Si somos del Señor, aprenderemos sus caminos (disciplina, pruebas, juicios). El Señor nos enseñará sus caminos (Sal 25:8-9). La Ley de Dios es nuestra mejor guía, no nuestro corazón, sentimientos, razonamiento, un sueño, etc. No confiemos en nuestro corazón (Pr 28:26). Es engañoso (Jer 17:9). Nuestros pecados tarde o temprano saldrán (1 Ti 5:24). Mejor acá, así sea con pruebas y vergüenza con nuestros hermanos, allá ya no hay esperanza (mostraría que no éramos de Él). Pongámonos a prueba con Dios como David (Sal 17:3). ¿Podemos decir que estamos limpios como David? (Sal 7:3-4).
¡MUCHOS NO QUIEREN VER SUS PECADOS!Podemos estar ciegos a nuestros pecados como lo estuvo David (2 S 12:5-14). Necesitamos un profeta como Natán o Eliú que nos exhorte (Pastor, hermano, esposo, padres, hijos). Y cuando vengan y nos digan, deberíamos decir como David: “pequé contra Jehová”. Pero también podríamos estarencubriendo nuestros pecados (Pr 28:13). Escudriñemos como somos en el hogar, como esposos, en la iglesia, lo que pensamos, amamos, por qué seguimos a Cristo, por qué hacemos las cosas, etc. No podemos estar ciegos a los pecados, seguir justificándolos, no nos endurezcamos. No basta dejar los grandes pecados (escandalosos), ojo a las “pequeñas” zorras (Can 2:15). Pidamos al Señor poder ver todos nuestros pecados (Job 13:23). Pidamos que el Señor use hermanos fieles que nos hagan ver el pecado (Sal 141:5). Debemos examinarnos si estamos en la fe (2 Co 13:5).
3. ¡NO LO HARÉ MÁS!
“Cualquier cosa que descubras que ha estado mal, por tu gracia lo enmendaré para el futuro. Implica una confesión de que hemos ofendido, un verdadero arrepentimiento y tristeza piadosa por la ofensa, y un humilde cumplimiento del propósito de Dios al afligirnos (apartarnos del pecado). El penitente aquí completa su arrepentimiento, porque no basta con lamentarse de los pecados; debemos ir y no pecar más, y, como aquí, con una resolución fija de no volver más a la locura” (Matthew Henry).
¡NO LO HARÉ MÁS! Debemos confesar nuestros pecados y apartarnos de ellos (Pr 28:13-14). Debemos abandonar nuestros pecados más característicos, con los que mas luchamos, como le dijo Juan el Bautista al pueblo, a unos publicanos y a unos soldados (Lc 3:10-14). No anhelemos más nuestra pasada manera de vivir (Ef 4:22). No añoremos mas los planes, fiestas, recreación, reposo, hobbies, sueños, proyectos, amistades, de nuestra vida antes de Cristo. Desechemos los pecados del viejo hombre (Ef 4:25-28). No practiquemos más los pecados de nuestro carácter carnal (Ef 4:29-32). Abandonemos por completo los pecados de la carne (Ef 5:3-5). No participemos más de las obras de las tinieblas (Ef 5:8-12). Si hay genuino arrepentimiento, habrá vindicación, restitución, abandono (2 Co 7:11).
¡MUCHOS NO QUIEREN ABANDONAR SUS PECADOS! Faraón reconoció su pecado varias veces, pero volvía a endurecerse después que se iba cada plaga, incluso hasta el final, cuando ya los israelitas iban cruzando el mar rojo, nunca aprendió (Éx 14:5-8). El falso arrepentimiento produce muerte (2 Co 7:10). Debemos tener resoluciones serias, medidas firmes, debemos estar en guardia contra el pecado (grandes y pequeños), debemos ver la gravedad de todos los pecados. No más justificaciones, excusas, el responsabilizar a otros. No podemos seguir ocultándolos (1 Jn 1:6). El pueblo de Dios debe humillarse y apartarse de sus malos caminos (2 Cr 7:14-16). Si no es así, no esperemos un avivamiento personal, en el hogar, o en la iglesia.
Si hay cosas por arrepentirnos, que seguro las tenemos, recordemos que en Cristo hay perdón, en Él podemos ser limpios de todo pecado, pero debemos reconocerlos (1 Jn 1:9-10). Tenemos Abogado ante el Padre (1 Jn 2:1). Solo Él pueda dar satisfacción por nuestros pecados, y también por los suyos (1 Jn 2:2). En su sangre tenemos perdón de nuestros pecados (Ef 1:7). Pidamos al Señor que no nos permita pecar (Sal 141:3-4). Andemos como si en verdad hemos recibido al Señor (Col 2:6).
Hermanos, pidamos al Señor que nos siga mostrando lo que no vemos, si es que en verdad somos de Él. “Enséñame tú lo que yo no veo; Si hice mal, no lo haré más”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo 26 de Noviembre de 2023: «¡ENSÉÑAME TÚ LO QUE YO NO VEO!».
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