«Exalten a Dios con sus gargantas, Y espadas de dos filos en sus manos» (Sal 149:6).
Dios debe ser exaltado, sus perfecciones, atributos, lo grande, alto y profundo de sus pensamientos, sus obras, decretos, juicios, y Su persona, deben ser exaltados. La alabanza, gloria y honra, le pertenecen.
No podemos exaltar a un Dios desconocido. La Vida Eterna es conocerlo (Jn 17:3). No importa el vano conocimiento humano, importa conocerlo a Él (Jer 9:23-24). Por el desconocimiento de Dios el Padre, la iglesia moderna ha hecho de Cristo su hijo una caricatura, y del Espíritu Santo un relajo. Una vida transformada depende de la confianza en quien se ha creído y quien lo ha dicho.
Debemos exaltar Su omnisciencia. omnipotencia, omnipresencia, amor, gracia, misericordia, verdad, fidelidad, eternidad, inmutabilidad, entre otros. Debemos exaltar sus designios, los más íntimos y secretos, son muy elevados para nosotros (Rm 11:33-36). Los pensamientos de su corazón, su amor eterno de Dios, elección eterna, pacto de gracia, su esquema glorioso de paz, reconciliación y redención. Debemos exaltar también sus obras de creación y providencia (Ap 15:3-4). La creación de todo lo visible e invisible, la redención por Cristo, las operaciones del Espíritu, El poderoso éxito del Evangelio en el mundo, y el juicio final.
Debemos exaltar al Padre. Toda la exaltación a Él, al tres veces Santo, es Digno recibir toda la Gloria y Honra (Ap 4:8-11). Gloria y gracias fueron dadas a Él por un ejército celestial, al ver al prometido Mesías en la tierra (Lc 2:13-14). Bendito sea Él que nos escogió en Cristo antes de fundar el mundo, para ser sus amados, para alabanza de la Gloria de Su Gracia (Ef 1:3-6). Bendito es nuestro gran Dios y Padre, misericordioso y consolador (2 Cor 1:3).
Debemos exaltar al Hijo como al Padre. A Él también pertenecen la Honra, Gloria y alabanza, hizo la gran obra de redención (Ap 5:9-12). Dios lo humilló, para que toda rodilla en el cielo y la tierra, lo reconozca, y toda lengua lo exalte (Fil 2:9-11). Quien no lo honra, tampoco honra al Padre que lo envió (Jn 5:22-23). Quien no honra al Hijo, desata La Santa Ira de Dios Padre (Sal 2:12). La Exaltación, alabanza, Honra, Gloria y Poder para el Padre y Su Hijo (Ap 5:13).
El Espíritu Santo también merece la misma exaltación del Padre y el Hijo (2 Cor 13:14). Los tres trabajan en la gran obra de Redención (Is 48:16). Él selló eternamente al pueblo que el Padre escogió y que el Hijo compró (Ef 1:13-14). Es el Consolador, Cristo lo envió a nosotros, nos convenció de nuestra maldad, Él glorifica a Cristo (Jn 16:8, 14). El Espíritu es el Señor, quién nos dio libertad (2 Cor 3:17). Contemplemos Su omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia, su alto conocimiento y soberanía (Is 40:12-14).
El Dios Trino debe ser exaltado, Sus atributos, designios y obras: “Exalten a Dios con sus gargantas…”
El Señor nos manda a exaltarlo con nuestras gargantas, desde el corazón, con todo nuestro ser. Alabanza, oración, conversaciones y predicación, deben salir de nuestra boca para exaltar a nuestro gran Dios.
¡Exaltémoslo con la alabanza! Cantemos al Señor con nuestras gargantas, regocijémonos (Sal 149:1-6). Hagámoslo de corazón (Ef 5:19). ¡Alabemos, cantemos a Él sus maravillas! (Sal 105:1-2). Que sea exaltado en el cielo, y en la tierra enaltecida Su gloria (Sal 108:3-5). Que toda lengua lo exalte (Sal 117:1). Es digno de suprema alabanza, bendigamos Su nombre (Sal 145:1-11).
¡Exaltémoslo con nuestras oraciones! Clamemos, meditemos, en la intimidad de nuestro lecho (Sal 4:1-4). Sin parar, dando gracias a Él por todo (1 Ts 5:17-18). En todo tiempo, suplicando, velando, perseverando, y pidiendo por su pueblo (Ef 6:18). Pidámosle que siempre hagamos su perfecta y buena voluntad, para que sea exaltado en nosotros (Sal 27:11). Confiemos en Él, que nada nos perturbe, llevémosle nuestras peticiones (Fil 4:6-7). Seamos siempre agradecidos con Dios por todas estas cosas, en nombre de Cristo (Ef 5:20).
¡Exaltémoslo en nuestras conversaciones! Glorifiquemos al Señor con nuestra boca (Ef 5:18-19). Hablemos lo que edifica, lo espiritual, glorioso, sus cosas, nada corrupto pronuncien nuestros labios (Ef 4:29). Nada inmoral, pecaminoso, mundano, banal, se nombre entre nosotros (Ef 5:3-5). No podemos hablar maldición, producir agua amarga, que nuestra boca brote bendición, agua dulce (Stg 3:10-12). Exaltémoslo con palabras de Gracia, sazonadas con sal (Col 4:6).
¡Exaltémoslo predicando! Generación a generación lo anunciará, su pueblo lo anunciará (Sal 145:4-11). Demos a conocer Sus maravillosas obras (Sal 105:1-2). Hagamos discípulos en todas las naciones, para que lo exalten (Mt 28:19-20). Llevemos su mensaje ¿Como habrá más discípulos que lo exalten, si nadie les predica? (Rm 10:14-15). Prediquemos a tiempo y fuera de tiempo, predicando la Verdad en medio de este mundo de mentiras, falsos maestros y falsos creyentes con comezón de oír (2 Tm 4:1-4). Insistamos a nuestros hijos, familia, amigos, que brote en nuestra vida (Dt 6:6-9). Calcemos los pies con Su evangelio (Ef 6:15). Era tanta la predicación de los profetas que los mataban; de Juan el Bautista, que le cortaron la cabeza; de Cristo, que lo crucificaron; de los mártires, que les cortaban la lengua. ¡Pero exaltaron a Dios con sus gargantas!
Cantemos, anunciémoslo, proclamémoslo a todo el mundo, que todos, hombres, criaturas, creación, lo adoren y tiemblen. La alabanza, gloria, poder, honra, temor, adoración, para Él (Sal 96).
Lo exaltamos con nuestras gargantas, y con la Espada de dos filos en nuestras manos, proclamamos con nuestra boca la Palabra eterna y veraz de Dios. La Espada de dos filos es la Palabra de Dios que debemos llevar en nuestras manos. Tomemos la Espada del Espíritu (Ef 6:17). De la boca de Cristo sale la espada aguda de dos filos (Ap 1:16). Tomémosla, ella penetra el corazón humano, es más cortante que espada de dos filos (Hb 4:12).
Dios se acerca al hombre por 2 vías: La vía de la Ley y la vía del Evangelio. La ley exige justicia por parte del hombre, el evangelio se la regala atribuyéndole la justicia de Cristo; la ley coloca al hombre frente a un espejo, lo acusa, lo juzga, y así lo lleva a la muerte; el evangelio consuela los corazones y las conciencias contritas, concede gracia al pecador, lo declara libre de culpa y cargo ante el tribunal divino, y así le regala vida eterna. Debemos exponer al pecador las dos siempre: La Ley, y después presentar el Evangelio.
La Ley nos muestra el pecado. Es Santa, Justa y Buena (Rm 7:7-12). Nos muestra la deuda con ella, humilla al hombre, lo deja sin excusa ante el Juicio Divino (Rm 3:19). Le muestra su depravación e incapacidad para salvarse por sus méritos (Rm 3:20). Prepara el corazón, para llevarlo a Cristo (Gál 3:24). Convierte el alma (Sal 19:7).
El Evangelio revela la Justicia de Dios, para justificar al pecador, es su única esperanza (Rm 3:22-26). Todo hombre ha violado la Ley de Dios, por tanto, todo el peso de la justicia Divina está sobre él. No somos justos, y nuestra justicia no solo no alcanza a satisfacer las demandas de la Justicia de Dios, nuestra justicia es injusta, nuestras obras de justicia son inmundas (Is 64:6). Son buenas noticias para el pecador, pues, aunque no tenemos la justicia que Dios demanda, Él nos la imputa, por medio de la Fe en Cristo, el evangelio revela la justicia de Dios (Rm 1:17). El ministerio de la Ley fue con Gloria, mucho más el ministerio del Evangelio; la Ley condena al pecador, lo mata, el evangelio le da la liberación y vida que no tiene (2 Cor 3:6-11). ¿Nos avergonzaremos de su evangelio, que revela Su justicia y poder que salva? (Rm 1:16)
¡Exaltemos a Dios con nuestras gargantas! Juzgará con la Espada de la Palabra, tomará vengará de sus enemigos (Sal 149:6-9). Nos salvó, ¡Aleluya, salvación, honra, gloria poder son de Él! Sus juicios son justos y verdaderos ¡Hará justicia! condenará a la Gran Ramera por su fornicación, vengará la sangre de sus mártires (Ap 19:1-2). Exaltemos al Verbo de Dios, teñido en Sangre; juzgará al mundo, a los que lo rechazaron, los herirá con la Espada aguda que sale de Su boca (Ap 19:15-16). ¡Ay de nosotros si no exaltamos a Dios con nuestras gargantas, si no anunciamos el evangelio! (1 Cor 9:16-17).
Tomemos la Espada de dos filos en nuestras manos, ¡Exaltémoslo con nuestras gargantas! “Exalten a Dios con sus gargantas, Y espadas de dos filos en sus manos”
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Escucha el sermón del domingo (20 de Septiembre de 2020): «¡EXALTEN A DIOS CON SUS GARGANTAS!»:
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