«Hay generación que maldice a su padre Y a su madre no bendice. Hay generación limpia en su propia opinión, Si bien no se ha limpiado de su inmundicia. Hay generación cuyos ojos son altivos Y cuyos párpados están levantados en alto. Hay generación cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos, Para devorar a los pobres de la tierra, y a los menesterosos de entre los hombres» (Proverbios 30:11-14)
“Hay generación que maldice a su padre Y a su madre no bendice”. En la Ley moral, Dios manda a honrar a los padres (Éx 20:12). Cuando envejecen, debemos honrarlos aún más (Lv 19:32). Sin embargo, la generación de hoy no atiende a este mandato. La consecuencia son hijos rebeldes, amadores de sí mismos, pequeños dioses, que hacen lo que quieren, desobediente a sus padres, sin afecto natural (2 Tim 3:1-4). Irrespetan y deshonran a sus padres, le son estorbo, carga. El mundo adoctrinado por el Estado, a través de la psicología y la educación secular, atacan la familia, aborrecen los valores cristianos.
La realidad de la iglesia visible no es muy diferente. La psicología y mundo la han impregnado. Los niños son educados por el Gobierno, el colegio, la TV, y en el mejor de los casos por la iglesia infantil, o los abuelos. No por sus padres, por eso cuando crecen, no los honran. No los corrigen bíblicamente, no usan la vara de la disciplina. Dios mandó a los padres que criaran a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor (Ef 6:4). Mandó a instruirlos en su camino, para que no se apartaran de Él (Prv 22:6). Pero no han atendido este llamado. La iglesia de hoy no confía en los métodos de Dios; creen más a los sabios y entendidos de este mundo. Por eso sus hijos, son una vergüenza, no los honran (Prv 29:15). No rehusemos hacerlo, no morirán por eso, libraremos su alma del Seol (Prv 29:15). Necesitan ser corregidos, vienen con la maldad al nacer (Prv 22:15). No seamos cómplices de la perdición de nuestros hijos (Prv 13:24). No sea que venga sobre nosotros el juicio de Dios, como al Sacerdote Elí (1 Sam 3:13-14).
Honremos a nuestros padres, no seamos como los hijos del mundo, como los Fariseos en tiempos de Cristo (Mc 7:9-13). Cuidémoslos, atendámoslos, tengámosles paciencia, y sobretodo, prediquémosles el evangelio, para que sean salvos y obedezcan a Dios. Malditos los que no atiendan a este mandamiento (Dt 27:16). Malditos los que maldicen a sus padres, merecen morir (Éx 20:9; 21:17). Maldiciones terribles vendrán sobre ellos (Prv 30:17)
“Hay generación limpia en su propia opinión, Si bien no se ha limpiado de su inmundicia”. Creen en la bondad de sus obras, que hacen para su propia gloria, son trapos inmundos para Dios (Is 64:6-7). Tienen justicia propia, creen que hacen el bien, dicen ayudar al prójimo, no hacerle daño a nadie, son buenas personas a sus ojos. Exaltan la generosidad, las buenas obras, el amor, la misericordia, la paz. No tienen problema con el moralismo, pero si con la santidad, la piedad (2 Tim 3:12). Una generación sin Cristo no es buena, ni justa, está llena de maldad (Rom 3:10-18). Nada puede lavar su pecado, maldad e inmundicia; Dios es tres veces Santo, están separados de Él, Su vara de la Ira está sobre ellos, a menos que un Árbitro se ponga entre los dos (Job 9:30-35). Cristo es ese Arbitro.
La iglesia también se cree limpia en su propia opinión como los Fariseos (Lc 18:9-14). Tiene más afinidad con el moralismo, que, con la santidad bíblica, el cristiano fiel y celoso. Predican moralismo, buenas obras, dejar pecados escandalosos, cual fariseos, pero no el evangelio vivo de Cristo, la pureza de vida, el morir, el celo del Señor, aborrecer el mundo. Es gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación maligna, podridos de cabeza a pies (Is 1:4-7). Esta envanecida, no puede ver su inmundicia, aunque se lave con lejía, la mancha de su pecado no se borrará (Jer 2:21-24). Cree estar bien ante Dios, pero Él la desprecia, es desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda. Debe purificarse con fuego, vestirse de las blancas ropas del Rey de reyes, debe ver su inmundicia y arrepentirse (Ap 3:17-19).
¿Y usted? ¿Con Cristo está juntamente crucificado? ¿Ha nacido agua y Espíritu? ¿Ha sido limpio en la sangre de Cristo? ¿Su conciencia ha sido limpiada de obras muertas?
“Hay generación cuyos ojos son altivos Y cuyos párpados están levantados en alto”. Soberbia, orgullosa, en las vanidades. El mundo exalta estos modelos, y desprecian a los que no encajan y no corren tras eso (Prv 19:4). Dicen exaltar la humildad, pero es hipocresía. La altivez y el orgullo son pecado ante Dios (Prv 21:4). Es una de las 6 cosas que aborrece el Señor (Prv 6:16-19).
La iglesia corre por las mismas cosas del mundo, sobretodo sus líderes, como los Fariseos (Mt 23:5-12). Buscan la aprobación del mundo, exaltación, fama, reconocimiento. Desprecian la sencillez, la piedad, al que honra solo a Dios. Como en la parábola, el Fariseo despreciaba al publicano (Lc 18:9). Exaltan al grande, desprecian al simple. Como los fariseos con los que estaban siendo convencidos por Cristo y Su mensaje, “ignorantes” que no “conocían” la Ley, a diferencias de los poderosos (Jn 7:47-49). Sus mujeres, altivas, desvergonzadas, vanidosas, orgullosas, banales, como las hijas de Sion en tiempos de Isaías, serán descubiertas por el Señor (Is 3:16-17).
Son desechados por el Señor, no son de los suyos, están separados de Él. Dios los mira de lejos, pero atiende al humilde (Sal 138:6). Dios los resiste, pero da gracia al humilde (Stg 4:6). Humillémonos, para ser exaltados por Él (Stg 4:6). Humillémonos bajo su poderosa mano, Él es quien nos exaltará (1 Ped 5:6)
“Hay generación cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos, Para devorar a los pobres de la tierra, y a los menesterosos de entre los hombres”. El mundo aborrece al cristiano, la santidad, la vida piadosa, los persigue, el cristiano vive entre leones (Sal 57:4). Así ha sido a lo largo de la historia, a través de Imperios, reinos, y la falsa religión. El mundo los persigue, insulta, maldice, desprecia, así como a su Maestro (Jn 15:18-19). Los persiguen porque viven piadosamente (2 Tim 3:12). El mundo es enemigo de la iglesia verdadera, pero es amigo de la falsa iglesia (1 Cor 4:10-13).
La falsa iglesia, es respetada, fuerte, también persiguen a los pobres en espíritu, a los débiles a ojos humanos (Ap 2:9; Mt 23:34-35). Los aborrecen como Caín con Abel, porque a diferencia de ellos, sus obras son malas (1 Jn 3:12-13). Aparentan ser pacíficos, amorosos, pero hay guerra en su corazón, son como las fieras asesinas, sin misericordia por el pueblo de Dios (Sal 55:21). Dios hará justicia, un día vendrán y se postrarán ante el pueblo fiel de Dios (Ap 3:8-9). Somos bienaventurados, el Reino de los cielos nos pertenece, grande galardón nos espera, seguimos el mismo camino de los profetas (Mt 5:3, 10-12).
Iglesia, no pertenecemos a esta generación. No somos de los que maldicen y no bendicen a sus padres, los honramos según el mandamiento de nuestro buen Dios. No somos de los que tienen un falso y elevado concepto de sí mismos, sabemos lo que éramos, lo que Dios hizo con nosotros, y lo que somos ante Él; hemos sido limpios de nuestras inmundicias por Él. No somos de los que andan con ojos altivos, orgullosos, soberbios, nada tenemos que no hallamos recibido. Dios nos ha humillado bajo Su poderosa mano, seremos exaltados en Gloria. No somos de los que sus dientes son espadas y sus muelas cuchillos para perseguir al pueblo de Dios.
Somos de los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecemos con gozo las persecuciones, afilando la Espada de la Palabra y proclamando al Salvador. ¿Somos de esta generación que Dios aborrece? o ¿Somos de la generación de los hijos de Abraham? ¿Pertenecemos a este reino maldito? o ¿Pertenecemos al Reino de Cristo, a los benditos del Padre, regenerados por el Espíritu?
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Escucha el sermón del domingo (14 de Junio de 2020): «¡HAY GENERACIÓN…»:
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