«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» (Isaías 26:3).
El Señor guarda en perfecta paz, a los que en Él han confiado, estos perseveran en sus pensamientos hacia el Señor. Fueron reconciliados con Dios por medio de la Fe en Cristo, han hecho la Paz con Dios.
El hombre sin Cristo no tiene la Paz que Dios da. Su paz, se reduce a ausencia de problemas, cese de hostilidades, prosperidad, salud, diversión, ocio, entretenimiento, “el todo bien”, la “paz interior”. Esto no es una realidad ni para el impío ni para el creyente. Tanto la casa construida sobre la arena, como la construida sobre la Roca, es azotada por los problemas normales de la vida (Mt 7:25-27). El gran problema del ser humano no es económico, de salud, familiar, laboral, el conflicto social. El gran problema del hombre es espiritual, es el pecado, su estado ante Dios, su lepra, muerte y depravación, su guerra y enemistad con Dios, su rebelión ante la Ley Divina; y que no ha conocido el camino de Paz (Rm 3:10-18). El impío no tiene paz, su vida es miserable y desdichada, su corazón vive turbado, no tiene a Cristo (Is 57:20-21).
Sin embargo, Dios decidió llevar la Paz a su pueblo (Sal 72:1-8). Dios no quiere estar en guerra con el ser humano, quiere la paz, por eso envió a su Hijo al mundo (Jn 3:16). Dios ha provisto un camino para hacer la Paz con Él; Su Hijo, Jesucristo, el Príncipe de Paz (Is 9:6-7). La Paz la da Su Sangre, debemos confiar en ella, derramada para la remisión del pecado; la sangre del Hijo de Dios, de la imagen del Dios invisible (Col 1:20). El ser humano necesita hacer la Paz con Dios, debe hacerla. Solo se logra por la Fe en Cristo (Rom 5:1-5). Llamemos a todos al arrepentimiento y a la Fe en Cristo, para que se reconcilien con Dios, anunciemos la Paz (Rom 10:114-15)
Los que han hecho la Paz con Dios, perseveran en sus pensamientos hacia Él. El hombre sin Cristo piensa en las cosas de la tierra, en las vanidades de la vida.
Dios conoce sus necios pensamientos vanos (Sal 94:3-11). El impío llena su mente de lo que le dice el mundo a través de la tv, la publicidad, los medios, el gobierno, incluso de la falsa iglesia. Ocio, entretenimiento, placer, vanagloria, riquezas, dinero, fama, éxito, prosperidad, es lo que hablan. No piensan conforme a la Biblia. Todo esto es vanidad (Ecl 1:2). Todo esto es necedad, contrario a la sabiduría de Dios. Dios conoce nuestros pensamientos, y sabe si son vanidad o santidad. ¿Cuáles son sus pensamientos? Los reyes de la tierra perseveran en sus pensamientos perversos, contrarios a la Ley de Dios, conspiran contra Dios, no confiemos en ellos, perecerán (Sal 146:3-4). Son soberbios, el mundo es soberbio, han sacado a Dios de sus pensamientos, Dios los esparcirá (Lc 1:51).
El creyente en cambio medita en la Ley de Jehová día y noche, es su deleite (Sal 1:1-3). ¿En que ocupa la mente? Perseveremos en pensar como agradar más al Señor, cómo glorificarlo. Escudriñemos nuestros corazones y mentes, que no haya camino de perversidad y pensamientos vanos. Aferrémonos a sus promesas, a pesar de las tribulaciones que debemos pasar. Pensemos en las cosas de arriba, donde está Cristo, no en las de la tierra (Col 3:1-4). Si somos de Cristo, tenemos Su mente, pensemos conforme a Él, a su Reino (1 Cor 2:14-16).
¿Tiene la mente de Cristo? ¿Qué ocupa su mente? ¿Las cosas de arriba, o las de la tierra? ¿Medita en la Ley de Dios? ¿Cuánto está orando? ¿Lucha contra los pensamientos impuros, pecaminosos, vanos, lascivos, de duda, temor, incredulidad? El Diablo ataca, sobretodo la mente. ¡Combatamos contra las artimañas del Diablo! (Ef 6:16)
Los que han hecho la Paz con Dios, ponen su confianza en Él. Confían en su providencia y cuidado. El hombre caído y necio confía en las posesiones terrenales. Si tiene, está confiado, tranquilo, en paz; pero si escasean, faltan, o no son lo que espera; su paz y tranquilidad, se convierte en angustia, tristeza, frustración. Vive para estas cosas, corre tras ellas, perseveran sus pensamientos en ellas, se niega por ellas, trabaja por ellas, por la comida que perece, no por la que a vida eterna permanece (Jn 6:27). Estas cosas son su “paz”. ¡Necio! les dice el Señor, esta noche podría venir por su alma (Lc 12:15-21). El hombre sin Cristo confía en sus fortalezas, en sus tesoros, pero vendrá su ruina y desolación (Jer 49:4-5). Ese es todo su trabajo, y no le vienen más que dolores, molestias, no tiene reposo (Ecl 2:22-23). Confía en sus bienes y riquezas, y en ellas se jacta; pero nada de esto podrá redimirlo de la condenación, pues la salvación es invaluable (Sal 49:6-8). Dios destruirá por siempre al hombre que no confió en Él, que no lo puso por fortaleza (Sal 52:7). Los que confían en estas cosas, caerán (Prv 11:28). Nosotros no ponemos nuestra confianza en estas cosas, pues negaríamos al Dios soberano (Job 31:24-28).
El impío teme lo que los medios le dicen que tema: pobreza, crisis financiera, muerte, plagas, enfermedad, la vejez, no ser aceptado; viven asustados, con temor a lo que le dice el mundo ¡Caerán! (Is 8:12-15). El hombre sin Cristo no solo confía en cuidar estas cosas, él confía en sí mismo, en sus obras, es maldito (Gál 3:10). El hombre sin Cristo deposita sus esperanzas en “Mesías” humanos, en libertadores; levanta ídolos que lo pueda librar de sus yugos, pero no hallarán salvación (Sal 146:3). El hombre sin Cristo está sobre la arena, no quiere ir a la Roca, deslizará. Su alma está turbada, el evangelio de Cristo lo turba (Jn 10:24).
La confianza del creyente en cambio está en el Señor, con completa Paz, sus pensamientos están en Él (Is 26:1-4). Su confianza está en la justicia de Cristo, que lo libró de la Ira de Dios; no teme la condenación, no teme morir, para él es ganancia (Fil 1:21). Su corazón está confiado en el Señor, no teme lo que dicen los medios, a malas noticias, no resbalará jamás (Sal 112:6-8). Su corazón no está turbado, tiene al Consolador, su Paz es diferente a la paz que el mundo da, Su Paz está en Cristo (Jn 14:26-27). Tenemos aflicciones, ¡claro!, pero con la Paz de Cristo, que ha vencido al mundo (Jn 16:33). A pesar de las circunstancias, confiamos en Dios, Su Paz sobrepasa todo entendimiento, guarda nuestro corazón y pensamientos; ¡No nos afanemos! (Fil 4:6-7). Dormimos tranquilos, en paz, nuestro corazón está confiado en el Señor (Sal 4:8). Apoyémonos en el Señor, en la Verdad, en el Dios fuerte; somos del remanente de la casa de Jacob, el Israel de Dios; nunca más nos apoyaremos en el Reino de las tinieblas, en el que nos hirió (Is 10:20-22). El Señor nos ayudará, nadie nos condenará, en Dios nos apoyamos, solo en Él confiamos (Is 50:9-10).
¿Está en Paz o en guerra con Dios? ¿Dónde están sus pensamientos? ¿En las vanidades de la tierra, o en la Ley de Jehová? ¿Tiene la mente de Cristo? ¿Dónde está su confianza? ¿En los tesoros terrenales, o en los de Cristo? ¿Está en completa Paz? “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Escucha el sermón del domingo (29 de Marzo de 2020): «LA COMPLETA PAZ»:
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