«Estad pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia» (Efesios 6:14).
“La justicia debe ser nuestra coraza. La coraza asegura los órganos vitales, protege el corazón. La justicia de Cristo imputada a nosotros es nuestra coraza contra las flechas de la ira divina. La justicia de Cristo implantada en nosotros es nuestra coraza para fortificar el corazón contra los ataques que Satanás hace contra nosotros” (Matthew Henry).
Esta cita alude a Isaías 59:17: “Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto”.
1. LAS CORAZAS.
La coraza era una cubierta rígida empleada para proteger la espalda y el pecho de los soldados (pectoral algunas veces). Se ponía en el torso y se fabricaba con diferentes materiales: bronce, hierro, cuero tieso, madera o mimbre. Mientras más duro fuera, más resistente sería. En la antigüedad, los soldados (en la guerra), no tenían ningún tipo de protección contra las armas de los enemigos. Al parecer, los sirios fueron los primeros en crear una prenda para cuidar algunas zonas del cuerpo.
La coraza resguardaba el corazón, los pulmones y todos los órganos de la caja torácica (chaleco antibalas). Es probable que al principio se elaboraran con cuero con escamas de metal. Sin embargo, algunos ejércitos comenzaron a utilizar flechas con fuego, para que al tocar la piel de la coraza se encendieran (muerte segura). A medida que fueron observando esas fallas, empezaron a mejorar su elaboración. Se hizo común que estuvieran hechas de metal por completo. Aunque eran más costosas, se garantizaba que ni las flechas, espadas, piedras y otras armas causaran daño a los guerreros.
Recordemos a Acab, que se había disfrazado para que no lo identificaran, pero una flecha a la ventura entró entre su armadura (1 R 22:34). Goliat traía una cota de malla, es decir una coraza (1 S 17:5-7). Saúl armó a David con una coraza para el combate con Goliat (1 S 17:38). Uzías rey de Judá dio a su ejército armas, entre ellas corazas (2 Cr 26:14). Los judíos en tiempos de Nehemías, cuando empezaron a reconstruir las muros de Jerusalén, traían también armas, entre ellas corazas (Neh 4:16).
2. LA JUSTICIA.
“La justicia de Cristo, imputada por Dios (a nosotros), y recibida por fe, es una protección contra las acusaciones de Satanás, y una seguridad contra toda ira y condenación” (John Gill).
LA JUSTICIA HUMANA.
El hombre sin Cristo está lleno de pecado, no es justo ante Dios, hace injusticia, no tiene justicia (Ro 3:10-12). Muchos creen que pueden ser limpios del pecado, y alcanzar la justicia de Dios, mediante sus obras de justicia propia (Is 64:6). Por sus buenas obras, ayudar al pobre y al necesitado, por ser una buena persona, moralmente correcto, que no le hace mal a nadie, por ser un buen padre, hijo, esposo, estudiante, trabajador, empresario, etc, o por practicar una religión (Judaísmo, Islam, Budismo, Nueva Era, Catolicismo). Los fariseos creían poder alcanzar la justicia de Dios así, pero Cristo condenó su orgullo (Lc 18:11-12). Los judíos también buscaron alcanzar la justicia de Dios mediante sacrificios de animales, por la sangre de becerros, toros o machos cabríos, pero no la hallaron (He 10:11). O por ofrendas diversas, de grano o libaciones, pero no fueron del agrado de Dios (Sal 40:6). También por medio de purificaciones ceremoniales, de la carne, como la circuncisión, comidas, bebidas, ayunos, abluciones o bautismos (Jer 2:22). Aunque podían tener celo sincero, ignoraron la justicia de Dios, y establecieron su propia justicia (Ro 10:2-3). Como sucede con los practicantes celosos de alguna falsa religión (Judíos, Musulmanes, Budistas, Nueva Era, Católicos conservadores). Otros pretenden dar justicia a otros, redimir al prójimo (Sal 49:7). Por medio de pagar misas, novenas, indulgencias, para sacar almas del “purgatorio”, o con el bautismo de infantes, para que sus hijos no vayan al “limbo”.
Todos ellos gastan inútilmente (Is 55:2). Se esfuerzan en vano (Ro 3:20). Todos estos medios fracasan; y como los israelitas, no pueden alcanzar la justicia de Dios (Ro 9:31-32). No solo no alcanzan la justicia de Dios, están llenos de toda injusticia (Ro 1:29-30). No pueden alcanzar la justicia de Dios ¿cómo harán? (Job 9:2).
LA JUSTICIA DE DIOS.
Solo puede ser alcanzada por la fe en Cristo (Ro 10:5-10). La justicia de Dios no se alcanza por la obediencia a la Ley, si no, por la fe en Cristo (Ro 3:21-22a). Cristo cumple la Ley por nosotros, para darnos justicia (Ro 10:4). La justicia de Dios está fuera del orgullo humano, por eso debemos humillarnos ante Cristo para alcanzarla (Lc 18:13-14). No hay diferencia, todos pecamos, quedamos destituidos de la gloria de Dios, injustos, y solo Cristo nos puede dar justicia (Ro 3:23-26). Abraham no halló la justicia de Dios por sus obras, la halló por la fe (Ro 4:2-3). La fe le fue contada por justicia (Gál 3:6). Esta bienaventuranza puede ser para todos, judíos y gentiles, para nosotros (Ro 4:9). No somos salvos por obras de justicia, si no, por la gracia de Dios (Ti 3:5-7). Cristo vino a anunciar la justicia de Dios (Sal 40:9-10). La justicia vino desde los cielos (Sal 85:10-13). El evangelio revela la justicia de Dios (Ro 1:17). Los que buscan a Cristo por la fe, hallan la justicia de Dios (Ro 9:30). Cristo es nuestra justicia (Jer 23:5-6). Somos hechos justicia de Dios en Cristo, somos vestidos de su justicia (2 Co 5:21).
Si no ha hallado esta justicia, clame por ella (Lc 18:9-14). Debe buscarla como Pablo, desechando todas sus justicias hasta hoy, y aferrándose a la de Cristo (Fil 3:8-9). Bienaventurados si busca esta justicia así (Mt 5:6).
3. VESTIDOS CON LA CORAZA DE JUSTICIA.
“La coraza representa la vida devota, santa, de rectitud moral… el apóstol ha estado en esta epístola haciendo gran hincapié en la necesidad de vivir vidas dignas del llamamiento con que fueron llamados (4:1). Fuera de tal vida el supuesto cristiano no tiene defensa contra los ataques de Satanás. No tiene seguridad de su salvación. Además, carece de poder de ataque, puesto que el testimonio de sus labios no tiene eficiencia, sus semejantes no llegan a ser ganados para Cristo, y el maligno no es vencido. Pero cuando se halla presente la justicia en la conducta, ¡en cuán poderosa arma defensiva y ofensiva se convierte!” (Hendriksen & Kistemaker).
1 Tesalonicenses 5:8 dice que nos vistamos con la coraza de la fe y el amor, pues por la fe estamos unidos a Cristo para nuestro deber hacia Dios, y por el amor, al hermano, para una conducta justa hacia los hombres. Pasamos de las tinieblas a la luz, tenemos como fruto del Espíritu la justicia (Ef 5:8-10). Debemos vestirnos del nuevo hombre creado por Dios en justicia (Ef 4:24). Debemos vivir en santidad, obediencia a sus mandamientos, ordenanzas, a la Biblia, a la justicia de Dios; debemos abandonar nuestra vida pasada (mundo, placer, carne, sueños, proyectos, satisfacer el Yo). Nuestros miembros (ojos, oídos, mente, palabras, corazón) deben ser instrumentos de justicia (Ro 6:12-13). Debemos obedecer a la justicia, no al pecado (Ro 6:16). Debemos obedecer a la Ley de Dios y sus mandamientos, no a lo que dice el mundo. Somos ahora siervos de la justicia (Ro 6:18-19). Antes de Cristo éramos esclavos del pecado, y libres de la justicia, y nuestro fin era la muerte eterna (Ro 6:20).
Dios pide de nosotros que hagamos justicia (Miq 6:8). El ministro debe tener las armas de justicia a diestra y siniestra (2 Co 6:4-7). Debe ir con la Ley de Dios en su mano, con el evangelio, con todo el consejo de Dios. Amemos en justicia, porque el amor no se goza de la injusticia (1 Co 13:6). No hagamos nuestra justicia para los hombres (Mt 6:1); hagámosla para el Señor. Nuestra justicia debe ser mayor que la del moralista (Mt 5:20). Puede que sean mejores estudiantes, trabajadores, vecinos, más generosos, educados, civilizados, prudentes, talentosos, en algunos temas morales, en normas externas, pero su justicia no puede ser mayor que la nuestra, pues solo el cristiano verdadero, lleno del Espíritu, puede vivir en santidad y justicia, el moralista no. Padeceremos persecución por vivir en justicia, somos bienaventurados (Mt 5:10). El mundo no tiene problema con el moralismo, lo aplaude y respeta. El mundo aborrece la santidad, que se viva en la justicia de Dios, basado en sus mandamientos.
El Reino de Dios es de justicia (Ro 14:17). Debemos buscar ese Reino de justicia (Mt 6:33). El Señor responde en su justicia, no en la nuestra (Sal 143:1-2). Cristo vino a juzgar con justicia (Is 11:3-5). Dios juzgará al mundo con justicia por Cristo (Hc 17:30-31). Si creyeron o no en el Él, si la fe era genuina o no, si eran nacidos de nuevo o no. Cristo juzgará con justicia los secretos de todos, conoce las conciencias de todos (Ro 2:16). Dios juzgará con justicia a todos; los que rechazan la justicia de Dios, y obedecen a la injusticia, recibirán angustia eterna (Ro 2:6-11). Dios se viste con coraza de justicia para juzgar al mundo (Is 59:17-18). Los santos en el cielo claman por justicia (Ap 6:10). Los que no tengan las vestiduras de justicia de Cristo, recibirán llanto y crujir de dientes eterno (Mt 22:12-13). Perseveremos hasta el fin, recibiremos una corona de justicia en el cielo (2 Ti 4:7-8). La pureza de la gracia será recompensada con la pureza perfecta de la gloria; tendremos un cambio de vestiduras perfectas, la justicia pura e inmaculada de Cristo, y disfrutaremos de gloria y felicidad eternas (Ap 3:5).
Amigo, si no se ha entregado a Cristo, está desnudo, sin vestiduras, sin protección ante los dardos de la ira y condenación Divina; arrepiéntase de sus pecados, y clame por las vestiduras de justicia de Cristo. Hermano, ya tiene la justicia de Cristo, no se la quite, vístase de ella contra los ataques de Satanás: “vestidos con la coraza de justicia”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo 14 de Julio de 2024: ¡LA CORAZA DE JUSTICIA!
Comments