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¡LOS POBRES EN ESPÍRITU!

«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5:3).


“No los pobres en dinero o cosas materiales… Son los pobres en sentido espiritual. Toda la humanidad es espiritualmente pobre; no tiene nada de comer apropiado; ropa para vestir, solo trapos inmundos; no tienen dinero para comprar; están endeudados, deben diez mil talentos y no tienen con qué pagar... La mayoría es insensible a esta condición; sin embargo, algunos si se dan cuenta, ven su pobreza y miseria, la reconocen libremente, la lamentan, se humillan y quebrantan. Piensan de sí como bajos y mezquinos. Buscan las verdaderas riquezas de gracia y gloria; reconocen sinceramente que todo lo que tienen, o esperan tener, se debe a la gracia gratuita de Dios. Estos son “los pobres en espíritu"; pobres en sus propios espíritus, sentido, percepción y juicio (puede traducirse “mendigos"). Son conscientes de su pobreza, se ponen a la puerta de la misericordia, y llaman: "Dios, sé propicio a mí, pecador"… Son bienaventurados, “porque de ellos es el reino de los cielos”. El Evangelio, su ministerio, que les pertenece. "A los pobres les es anunciado el Evangelio". Llega a sus oídos, y también a sus corazones; entra en ellos, lo reciben y abrazan con gozo y alegría. La gloria eterna les está preparada, les es dada; son herederos de ella, la tienen por derecho, dignos de ella, y la disfrutarán eternamente” (John Gill).


Esta bienaventuranza es contraria al pensamiento y principios que rigen la vida en la actualidad, el mundo dice: “Cree en ti mismo”; “saca el potencial que hay en ti”; “el campeón que hay en tí"; “confía en ti mismo”; “se seguro de tí mismo”; “tú puedes hacer lo que te propones”; “confía en tu corazón”; “eleva tu autoestima”; “amate”; “valórate".


1. ¡LAS BIENAVENTURANZAS!


Las bienaventuranzas se encuentran al inicio del Sermón del Monte predicado por Cristo. Cristo muestra 8 características de los bienaventurados (bendecidos, dichosos, felices). Representan las principales gracias del cristiano. Sobre cada uno se pronuncia una bendición presente; y a cada uno se le promete una bendición futura. Bienaventurados todos ellos.


Nos muestra quiénes son los bienaventurados, cuál su carácter, y por qué son bienaventurados, por las promesas hechas a ellos. Hay un contraste entre la característica y la bienaventuranza. No describe solo a algunos cristianos excepcionales. Todos los cristianos debemos ser así. Las bienaventuranzas son un todo (como el fruto del Espíritu). Puede verse más evidente en una persona que en otra, pero están todas estas características presentes en cada cristiano. El Antiguo Testamento terminó con una maldición (Mal 4:6); acá Cristo comienza el sermón con bendiciones, vino al mundo a bendecirnos (Hc 3:26). Rectifica errores de un mundo ciego y carnal. Alienta a los débiles y pobres que reciben el evangelio. Invita las almas a Cristo y abre paso a su ley en sus corazones. Establece y resume claramente los artículos del pacto entre Dios y el hombre. Lo que Dios espera de nosotros, y lo que podemos esperar de él.


Estas palabras vienen de la boca de Cristo. De él, y por él, recibimos la semilla y el fruto, la gracia requerida y la gloria prometida. Todo proviene de Él.


2. ¡LOS POBRES EN ESPÍRITU!


“Jesús no declara bienaventuradas a estas personas por ser pobres en bienes materiales. Les llama bienaventurados por ser pobres en espíritu; no en espiritualidad, sino con respecto a su espíritu. Se han convencido de su pobreza espiritual. Han llegado a ser conscientes de su miseria y necesidad. El viejo orgullo ha sido quebrantado… Tienen un espíritu contrito, tiemblan ante la palabra de Dios (Is 66:2; 57:15). Comprenden su completa miseria (Ro 7:24), y nada esperan de sí, todo de Dios” (Hendriksen & Kistemaker).


POBRES EN ESPÍRITU. Es una disposición de gracia del alma, por la cual nos despojamos de nosotros mismos, para ser llenos de Cristo. Ser pobre en espíritu es: 1. Aceptar la pobreza o el despojo de nuestros bienes con gozo. 2. Es ser humilde a nuestros propios ojos. 3. Es abandonar toda confianza en nuestra propia justicia y fuerza, para depender sólo del mérito de Cristo para la justificación, y del Espíritu y gracia para la santificación. Dios mira con agrado al pobre y humilde de espíritu y que tiembla ante Su Palabra (Is 66:2). Él habita con el quebrantado y humilde de espíritu (Is 57:15). Algunos son pobres y miserables espirituales (no pobres en espíritu), aunque se creen ricos (Ap 3:17).


EJEMPLOS DE POBRES EN ESPÍRITU. David reconoció su pecado, se humilló (Sal 51:1-4). Reconozcamos el pecado, confesémoslo libre y claro, sin excusas, sin encubrir, veamos nuestra rebelión, suciedad, pobreza. David clamó como mendigo, y Dios lo libró de sus angustias (Sal 34:6). Clamemos a Dios, no al hombre, para que ser librado de todas las angustias del alma. Juan el Bautista, aunque respetado por el pueblo, se consideraba indigno ante Cristo (Jn 1:27). Somos indignos ante Él (sus siervos, esclavos). Juan se escondió para que Cristo brillara (Jn 3:30). Exaltemos a Cristo, no a nosotros. María reconoció su bajeza, que era sierva, no reina, necesitada del Salvador (Lc 1:46-47). Somos bajos ante Cristo, siervos de Él, no sus amos, necesitamos del Salvador. Lázaro mendigaba a la mesa del rico por misericordia (Lc 16:20-21). Debemos reconocer que somos mendigos, pobres, necesitados de comida; clamemos por misericordia a los pies del Señor; deseemos con ansias comer en su mesa de sus banquetes. El publicano no podía alzar sus ojos ante Dios, se humilló, clamo misericordia, la propiciación de sus pecados (Lc 18:13-14). Necesitamos justicia, propiciación de nuestros pecados, satisfacción ante la justicia de Dios, no podemos hallarlo por nosotros mismos, solo Cristo es nuestra justicia, la propiciación de nuestros pecados. La viuda clamó insistente por justicia (Lc 18:3-7). Debemos buscar la justicia de Cristo. El centurión no se consideraba digno que Cristo entrara a su casa (Mt 8:8). Cristo es demasiado para nosotros, no somos dignos de su misericordia, que se haya fijado en nosotros, que venga a nuestra casa a morar con nosotros (alma, vida, hogar, iglesia), que venga a sanarnos y salvarnos. Pablo veía su pecado remanente, se veía miserable, quería ser libre de este (Ro 7:24). Odiemos el pacado remanente, no lo veamos liviano; Dios es Santo. Pablo sirvió a Cristo en palabra y obra como su pobre y fiel esclavo (2 Co 4:5). Debemos negarnos a brillar, al aplauso, al reconocimiento, que Cristo brille.


3. ¡DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS!


“De ellos, solo de ellos, es ahora el reino de los cielos, la completa salvación, la suma total de las bendiciones que resultan cuando se reconoce a Dios como Rey sobre el corazón y vida… Es de ellos ahora en principio. Por tanto, se les declara bienaventurados” (Hendriksen & Kistemaker).


“DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS”. De los que son pobres en espíritu, por eso son bienaventurados. El Reino de los cielos se acercó con la venida de Cristo, como anunció Juan el Bautista (Mt 3:1-2). Cristo lo anunció cuando empezó a predicar públicamente (Mt 4:17). Cristo predicó el Evangelio del Reino (Mt 4:23). Los milagros de Cristo mostraban que ya había llegado el Reino de los cielos (Mt 12:28). A Pedro (es decir, a la iglesia), le dio las llaves del Reino de los cielos acá en la tierra (Mt 16:19). Debemos humillarnos como niños para entrar ya al Reino de los cielos (Mt 18:1-4). Cristo dijo que era muy difícil que los ricos entraran al reino de los cielos (Mt 19:23-24). Sin embargo, para Dios, nada es imposible (Mt 19:25-26). Deben ser ricos en buenas obras, para que atesoren para el reino por venir (St 1:18-19). Pero los que son de Cristo, tienen mucho más, tienen por posesión el Reino de los cielos (Lc 12:32). Debemos hacer tesoros allá, no acá (Lc 12:33-34).


EL REINO DE LOS CIELOS. Es como el grano de mostaza que crece y se hace grande (Mt 13:31-32). Es como la levadura que leuda todo (Mt 13:33). Empezó con 12 hombres sencillos, pobres, muchos iletrados. Ha venido creciendo, y lo seguirá haciendo hasta que finalmente ocupe todo este mundo, cuando Cristo ponga a sus enemigos por estrado de sus pies. Es como un tesoro escondido en un campo que alguien halla (Mt 13:44). Es como una perla preciosa que un mercader encuentra (Mt 13:45-46). Los que lo hallan, lo valoran como lo más preciado, están dispuestos a dar todo por el Reino de los cielos. Es como la buena semilla sembrada en el campo, y al lado la cizaña (Mt 13:24-30). El Reino de los cielos aún tiene enemigos, invasores, “ocupas”, pero al final serán cortados y quemados en fuego. Es como la red llena de peces, en los cuales se sacan los buenos, de entre los malos (Mt 13:47-48). Hoy en el reino de los cielos (tierra) hay mezclados buenos con malos, justos con injustos, santos con impíos. Es como la semilla que se siembra, crece y da fruto, sin saber cómo (Mc 4:26-29). Llegará el día en que el Señor separará a los del Reino de los cielos, de los del reino de las tinieblas, los buenos de los malos, los que lleven fruto, de los que no, el trigo de la cizaña. Entrarán los primeros al reino de los cielos, los otros serán echados fuera al infierno. Es como los tesoros viejos que salen de los nuevos (Mt 13:51-52). Tesoros ocultos en el Antiguo Testamento son aclarados en el Nuevo. Es como una fiesta de bodas preparada por un anfitrión, a la cual muchos no quieren ir (Mt 22:2-14). Muchos no quiere entrar al Reino de los cielos, tienen excusas (Trabajo, dinero, placer, mundo). Aborrecen el mensaje, el camino angosto, negarse, tomar la cruz, a sus mensajeros, a Cristo. Es como las 10 vírgenes, donde unas son prudentes, y otras insensatas (Mt 25:1-13). Muchos no tienen aceite en sus lámparas, no están preparados si Cristo viniera hoy, duermen, están en las cosas terrenales, placer, negocios, y serán desconocidos por Cristo, les cerrará la puerta del Reino. Es como el amo que deja encargado de sus bienes a sus siervos, dándoles recursos, y se va, para después volver a pedir cuentas (Mt 25:14-30). Muchos no están dando frutos para el Reino de los cielos, son perezosos, negligentes, temerosos, cobardes, sus talentos son desaprovechados, no trabajan para el reino, no predican, no sirven.


SOMOS BIENAVENTURADOS, SOMOS RICOS ESPIRITUALES. Aunque seamos pobres materialmente como Esmirna (Ap 2:9). Nada nos hace falta con el gran Pastor, tenemos abundancia espiritual (Sal 23:1, 5). Tenemos todas las bendiciones espirituales en Cristo (Ef 1:3). Tenemos mansiones celestiales y eternas en el cielo, preparadas por Cristo (Jn 14:1-2). Nada bueno nos faltará (Sal 34:9-10). Tenemos a Dios como porción eterna (Sal 73:25-26). Tomemos de sus riquezas de Gracia (Jn 1:16). El Padre nos dará todas las cosas (Ro 8:32). Tenemos una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para nosotros (1 P 1:4). Pero solo los que vencen, heredaran el Reino eterno (Ap 21:7). Hermanos, es mejor ser pobre, sin nada, pero ser del Señor; que tenerlo todo, abundancia, y no ser de Él (Pr 15:16; 16:8; 16:19; Pr 19:1).


¿Es pobre en espíritu? ¿Entrará al Reino de los cielos? ¿lo heredará? Debe nacer de nuevo (Jn 3:3, 5).


“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.



X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.


Escucha el sermón del domingo (13 de Agosto de 2023): «¡LOS POBRE EN ESPÍRITU!».



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