«Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación» (Mateo 5:4).
«Otra bendición extraña. Sigue a la anterior. Los pobres (en espíritu) acostumbran a llorar, los pobres con gracia lloran con gracia. Pensamos: “Bienaventurados los alegres”; pero Cristo (varón de dolores) dice: “Bienaventurados los que lloran, los afligidos”. Hay un duelo pecaminoso, enemigo de la bienaventuranza: la tristeza del mundo; la tristeza desesperada en lo espiritual, y la angustia desconsolada en lo temporal. Hay un duelo natural, que puede ser amigo de la bienaventuranza, si la gracia de Dios obra en él y santifica las aflicciones. Pero hay un luto de gracia, que califica para la bienaventuranza (medita en el pecado, mente mortificada). Es un luto penitente por el pecado, un tristeza según Dios; un dolor piadoso, mirando a Cristo (Zac 12:10). Estos son los dolientes de Dios, viven una vida de arrepentimiento, lamentan la corrupción de su naturaleza, sus muchas transgresiones, el alejamiento de Dios; y que, por respeto al honor de Dios, se lamentan también por los pecados de los demás, gimen y lloran por sus abominaciones (Ez 9:4). Tienen también un luto compasivo por las aflicciones de los demás, lloran con los que lloran, se afligen por las desolaciones de Sión (Sof 3:18; Sal 137:1). Miran con compasión las almas que perecen, lloran por ellas, como Cristo por Jerusalén. Son bienaventurados… Porque ellos recibirán consolación. Tal vez no de inmediato, pero hay abundante provisión para su consuelo; se siembra luz para ellos; y en el cielo, serán consolados como Lázaro (Lc 16:25). Su felicidad allí es tener perfecta y eterna consolación, y enjugar toda lágrima de sus ojos. Es el gozo del Señor; una plenitud de gozo para siempre. El cielo será realmente un cielo para los que van de luto a allí; será una cosecha de alegría, el retorno de una siembra de lágrimas (Sal 126:5-6); una montaña de alegría, pues nuestro camino pasa por un valle de lágrimas (Is 66:10)» (Matthew Henry).
1. ¡EL LLORAR DEL MUNDO!
El mundo llora por razones equivocadas, no por lo que dice esta bienaventuranza. “La gente llora por muchas razones: enfermedad, dolor, luto, pérdida material, orgullo herido, etc… No se llama bienaventurados a todos los que lloran (2 Co 7:10)” (Hendriksen & Kistemaker).
El mundo llora por cualquier cosa: remordimiento, enfermedad, temor, amor, muerte de un ser querido (luto eterno), celos, cuando pierden o le roban algo, cuando las cosas no se hacen como ellos quieren, cuando los exhortan, les hablan un poco fuerte, los niños cuando les quitan los juguetes, no juegan lo que ellos quieren, les mandan a hacer algo sus padres, cuando los castigan. ¡Eso es amor propio! Lutero dijo: “Los hombres tienen lágrimas q derramar por otras cosas, pero no tienen ninguna de sobra por sus pecados”.
Faraón lamentó perder a sus esclavos israelitas, solo porque lo servían, lo beneficiaban (Éx 14:5). Amnón se angustió de amor enfermizo por Tamar su hermana (2 S 13:2). Acab se entristeció por no poder tener la viña de Nabot (1 Ry 21:4). “Judas lloró con falso arrepentimiento por entregar al Señor, por eso se suicidó (Mt 27:3-5). Cuando vienen los juicios de Dios brotan lágrimas... Así fue el duelo de Caín. “¡Grande es mi castigo para ser soportado!” (Gn 4:13). Su castigo le preocupaba más que su pecado” (Thomas Watson). Las hijas de Jerusalén lloraban por el sufrimiento en la carne de Cristo por cargar la cruz, no lloraban por sus pecados (Lc 23:27-28). Los impíos llorarán cuando vuelva Cristo, pero será inútil (Mt 24:30; Ap 1:7).
2. ¡LOS QUE LLORAN!
“Por sus pecados (su naturaleza, que mora en ellos)… por la incredulidad de sus corazones, a pesar de las muchas declaraciones, promesas y pruebas de gracia que se les ha hecho… al ser cometidos contra un Dios de amor, gracia y misericordia, entristecen al Espíritu, y deshonran el Evangelio de Cristo. Lloran también por los pecados de los demás, los pecados del mundo, las maldades y profanaciones que en él abundan; y especialmente los pecados de los profesantes (se blasfema el nombre de Dios). También se lamentan por las aflicciones espirituales, tentaciones, deserciones y decadencias… las que reciben de la mano de Dios o de los hombres; las que soportan por Cristo y su profesión de fe… se compadecen de los demás en sus aflicciones. Éstos, por afligidos que parezcan, son benditos” (John Gill).
Los pobres en espíritu son también los que lloran. Es la tristeza que viene de Dios por el pecado (2 Co 7:10-11). Estos son los bienaventurados de esta bienaventuranza:
LOS QUE LLORAN POR LOS PECADOS PROPIOS. La conversión trae lloro (Joel 2:12). El pecado debe tener lágrimas. María lloró por sus muchos pecados (Lc 7:44). Pedro lloró amargamente por negar a Cristo (Lc 22:61 62). David lamentó su pecado con Betsabé (Sal 51:4).
LOS QUE LLORAN POR LOS PECADOS COMETIDOS COMO PUEBLO. Daniel lloró por la rebeldía de Judá en Babilonia (Dn 9:5-6). Los judíos lloraron en Babilonia lamentando sus pecados y recordando su libertad (Sal 137:1). Muchos judíos y gentiles llorarían por sus pecados al venir Cristo (Sof 3:18-19). Los judíos llorarán de Gracia por el que traspasaron (Zac 12:10-11).
LOS QUE LLORAN POR EL PECADO ALREDEDOR QUE DESHONRA A DIOS. Lot lloraba en Sodoma al ver la iniquidad (2 P 2:7-8). Debemos lamentar la Inmoralidad sexual que se ve en este mundo, la perversión, la ideología de género, la mundanalidad, la corrupción política, el robo, la injusticia, la idolatría, el ateísmo, el agnosticismo, la incredulidad, la mentira, el engaño, que desprecian la Biblia. El salmista lloró porque los hombres no guardaban la Ley de Dios (Sal 119:136). Esdras lloró por el pecado de Jerusalén al volver del cautiverio (Es 10:6). Debemos lamentar el estado de la iglesia tibia, mundana, que es como sal desvanecida, luz que no alumbra, hollada por el mundo. Jesús lloró al ver la ceguera de Jerusalén (Lc 19:41-44). La ciudad no tenía paz, tampoco sabían cómo hallarla. La iglesia hoy está en tinieblas, en confusión, no reconoce el tiempo, el llamado de Cristo, el Señor está a la puerta. Pablo lloró por la condenación de su familia en la carne (Ro 9:2-3). Debemos lamentar el estado de condenación de nuestra familia, van rumbo al infierno. Pablo estaba dispuesto a todo por su salvación. Debemos predicar, hablarles, estorbarlos, aceptar afrentas, rechazos, desprecio, eso es verdadero amor. Serán librados los que gimen y claman por las abominaciones en medio de la ciudad (Ez 9:4).
LOS QIUE LLORAN POR LAS AFLICCIONES DE LOS DEMÁS. Debemos llorar con los que lloran, especialmente al pueblo de Dios (Ro 12:15). Por sus aflicciones, tribulaciones, pruebas, pobreza, enfermedad, debemos compadecernos, ponernos en sus zapatos, ayudarles, y aprovechar para predicarles a los que no son salvos. Es sabiduría estar con los que lloran (Ec 7:4). Jesús lloró ante la tumba de Lázaro (Jn 11:32-35). Dios se deleita en las lágrimas, por eso las guarda en una redoma (sal 56:8).
3. ¡RECIBIRÁN CONSOLACIÓN!
“En esta vida, por el Dios de toda consolación, por Cristo el consolador; por el Espíritu de Dios (obra, oficio: consolar); por las Escrituras (escritas para nuestra consolación); por las promesas del Evangelio (fuerte consuelo); por sus ordenanzas (afirman en la consolación); y por los ministros (comisión: hablar, consolar). Cuando descubren el amor de Dios, las manifestaciones de la gracia perdonadora, a través de la sangre de Cristo, disfrutan de la presencia divina. Serán consolados de ahora en adelante; y cuando estén libres de todos los problemas de esta vida, serán bendecidos con una comunión ininterrumpida con el Padre, el Hijo, el Espíritu, los ángeles y los santos glorificados” (John Gill).
ALGUNOS NO TIENEN CONSUELO. Los impíos no tienen paz (Is 48:22). Allí se encuentra nuestra familia en la carne, hijos, padres, abuelos, tíos, primos, amigos, compañeros de trabajo, la mayoría que nos rodean. Los de doble ánimo son como las olas del mar, dudan todo el tiempo (St 1:6-8). Las mujercillas cargadas de pecados siempre están aprendiendo, pero nunca llegan al conocimiento de la verdad (2 Ti 3:6-7). Los impíos no recibirán consolación, recibirán tribulación y angustia eterna (Ro 2:9). Tendrán vergüenza y confusión perpetua (Dn 12:2).
PERO NOSOTROS RECIBIREMOS CONSOLACIÓN. El pueblo afligido del Señor sería consolado (Is 61:1-3). La hija de Sion se alegraría con la venida de Cristo (Zac 9:9). Los cargados por el pecado reciben consolación en el alma (Mt 11:28-30). Llorar restaura el corazón (Ec 7:3). Nuestros pecados han sido echados a lo profundo del mar, consolémonos hoy (Miq 7:18-20). Dios libró al salmista de las angustias del Seol (Sal 116:1-3, 8). El Señor nos consuela en todas nuestras aflicciones, para que consolemos a otros (2 Co 1:3-4). Dios libró a Ezequías y Jerusalén de manos del rey de Asiria, después de clamar con lágrimas (Is 38:5-6). Dios le dio gracia a Pablo para consolarlo en sus tribulaciones (2 Co 12:9-10). Dios enjugará las lágrimas de los que estén en la gran tribulación (Ap 7:14b-17). Seremos libertados por Dios después de ese tiempo de angustia (Dn 12:1).
Los que siembran con lágrimas segarán con regocijo (Sal 126:5-6). Los fieles con sus talentos entrarán al gozo del Señor (Mt 25:23). Después del lloro viene la alegría (Sal 30:5). Después del lloro vendrá la liberación de Dios (Sal 50:15). Nuestro lloro se convertirá en consolación, nuestra tristeza en gozo (Jn 16:20). Como la mujer que da a luz, nadie quitará nuestro gozo y consolación (Jn 16:21-22). Nuestras tribulaciones momentáneas, no se comparan con el gozo eterno de gloria que tendremos (2 Co 4:17-18). Todos los lutos del pueblo de Dios tendrán consuelo (Is 66:10-11).
No nos angustiemos, Cristo nos tiene preparada morada en el cielo (Jn 14:1-2). Al final de esta carrera acá, seremos consolados allá, descansaremos (Ap 14:13). Seremos consolados allá como Lázaro (Lc 16:25). Dios enjugará todas las lágrimas de su pueblo (Ap 21:4). Juan lloró porque no había nadie digno de abrir el libro y desatar los sellos; pero Juan fue consolado, porque he aquí Cristo ya venció (Ap 5:4-5).
Hermanos sigamos llorando por el pecado, sigamos siendo bienaventurados. “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo (27 de Agosto de 2023): «¡LOS QUE LLORAN!».
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