“¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado” (Lamentaciones 3:37-39).
El capítulo 3, donde se encuentra esta cita, nos muestra la queja y el lamento del profeta por las aflicciones a las que Dios lo había sometido con su mano soberana. Sin embargo, en esta cita, reflexiona humillándose y sometiéndose a los designios del Señor. Nos enseña que en lugar de lamentarnos y quejarnos porque las cosas están mal y no salen como esperamos, debemos más bien es lamentarnos por nuestros pecados. Debemos entender que de lo que nos quejamos es mucho menos de lo que merecen nuestros pecados.
1. Todo por el mandato de Dios.
Todo lo que pasa en el cielo y la tierra, sucede por el mandato de Dios, por su voluntad, lo bueno y lo malo. ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
José fue vendido como esclavo a Egipto por sus hermanos (Gén 50:18-20). Esto sirvió para mostrar el poder de Dios y su providencia, liberando a los judíos 400 años después, del yugo del Faraón en Egipto; esto es tipo de nuestra liberación de Satanás y el pecado. Cristo fue entregado por los judíos a la muerte, por el designio de Dios (Hch 2:22-24). Esto cumple las promesas de Dios con el Mesías prometido, con su vida, obra, muerte y resurrección, para salvar a su pueblo. Sea lo que sea que el hombre piense, planee o maquine, la voluntad soberana de Dios permanecerá (Prv 16:9; 19:21).
Él determina las cosas buenas y las malas ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?
Lo bueno viene del Señor, su cuidado, protección, prosperidad, riquezas (Dt 8:11-18). Lo espiritual (salvación, liberación del: pecado, mundo), su providencia (cuidado, provisión, protección de: enemigos, tentación), en las pruebas (probar-fe, tribulaciones, persevera-fin). Todo lo bueno viene de Dios, toda dádiva y todo don perfecto provienen de Él (Stg 1:17). Fe, arrepentimiento, dones, talentos, bendiciones, providencia, cuidado, gracia, Cristo y su Evangelio, todo vienen de Dios. Hace el bien incluso a los impíos con su gracia común (Mt 5:45). Cuidado, alimento, salud, prosperidad, trabajo, dinero, larga vida, hijos, dones, talentos, misericordia, también les da a ellos.
Pero no solo lo bueno viene de Él, también lo malo, la luz y las tinieblas, la paz y la adversidad (Is 45:5-7). Sol, lluvia, alimentos, provisión, prosperidad, nacimientos, paz, tranquilidad, pero también huracanes, terremotos, maremotos, catástrofes, muertes, hambre, pestes, enfermedades, pérdidas, guerras. Todo lo malo que pasa en las naciones, Dios lo ha hecho (Am 3:6). Lo permite, establece, ya sea para juicio, o providencia a su pueblo. También marchas, protestas, alborotos, injusticia, maldad, reyes malos. ¡Son sus juicios! Dios puede turbar y afligir a su pueblo por su pecado, con toda clase de calamidades, como había hecho con Judá, antes que Asa hiciera las reformas religiosas (2 Cr 15:5-6). Tenían reyes malos, falsos maestros, persecuciones, opresión, tiranía, muerte espiritual, idolatría, herejías. Dios establece los castigos, prestemos atención a Él, no es un juego (Miq 6:9). Dios no solo nos bendice con cosas materiales o temporales, lo malo que nos pasa también vienen de Él, ¿recibiremos lo bueno y no lo malo? (Job 2:10). Pérdidas materiales (bienes, trabajo, pobreza), muerte de seres queridos, enfermedades, aflicciones, vienen de Él como le sucedió a Job.
Dios puso al hombre para que naciera para la aflicción (Job 5:6-7). Dios puso al creyente para aflicción en la tierra (Jn 16:33). Muchas turbaciones tenemos, pero lo que se ha propuesto en nosotros, lo hará, nada podrá detener su mano (Job 23:13-16).
2. No tenemos derecho a lamentarnos (quejarnos).
El hombre no debe lamentarse por los designios soberanos de Dios, Él sabe lo que hace, y es bueno y justo, no podemos pretender darle consejo. ¿Por qué se lamenta el hombre viviente?
La queja de Jeremías es la suya propia, y como tipo y representante de la iglesia (V1-20). Dios lo azotó con látigo, tinieblas, oscuridad, Su mano sobre él estuvo todo el día, afligió su cuerpo y alma, amargura, trabajo, ajenjo, lo dejó sin salida, lo cargó, quitó su oído, torció sus caminos, lo despedazó, quedó asolado, quitó su protección de sus enemigos, fue burla, escarnio, sin paz, se alejó del bien, estuvo lleno de males. Perecieron sus fuerzas y esperanza (V17). Pero clama al final al Señor (V19-20): “Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí”.
Elías quiso morirse, le dijo a Dios que le quitara la vida (1 Ry 19:4). Pero el Señor no lo permitió, no se suicidó, se sometió a la voluntad soberana de Dios, y lo anima a levantarse. Jonás también pidió al Señor que le quitara la vida, y Dios cuestiona su lamento (Jon 4:3-4). Jonás tampoco tomó su vida en sus manos, no se suicidó, Dios lo hace entrar en razón. La mujer de Job se lamenta pecaminosamente de los designios de Dios, y aconsejó a Job rebelarse contra Dios (Job 2:9). Job tenía una mujer necia, rebelde, llena de amargura, que contendía contra el Señor. La queja contra Dios puede llevar a algunos a desear quitarse la vida, pero no podrán, pues Dios no se lo permite a algunos, para mayor juicio (Ap 9:6). Puede haber momentos difíciles, pero nada nos puede llevar al desespero, nuestra actitud al final debe ser como la de Job, que se niega a pensar en quitarse la vida con sus manos (Job 13:14-16). No nos lamentemos ni quejemos, menos nosotros, que somos salvos. No tenemos derecho a quejarnos. Jeremías no tenía tampoco derecho a hacerlo, había recibido misericordia y perdón, era salvo, había sido escogido como profeta (V21-33), y finalmente entra en razón y clama. ¿Por qué se lamenta el hombre viviente?
El hombre peca insensatamente, ignorando quién es Dios, le echa la culpa, y se irrita contra Él (Prv 19:2-3). Peca obstinadamente, rechaza la Ley de Dios, rechaza a Su Hijo, y su camino de salvación. No tenemos derecho a quejarnos, a tomar nuestra vida en nuestras manos, debemos dar alabanza al Señor que nos salva (Is 38:18-20). Aunque Dios haya amargado nuestra alma, Él tiene derecho, callemos, humillémonos, como Job, aferrémonos a Cristo, nuestra justicia (Job 27:1-6). No nos lamentemos, no nos quejemos: “¿Por qué se lamenta el hombre viviente?”
3. Laméntese en su pecado.
Nuestro lamento no debe ser contra Dios y sus designios soberanos, nuestro lamento debe ser contra nosotros, contra nuestros pecados. Laméntese el hombre “en” “por” o “de” su pecado. Si alguien se queja, que se queje de sus pecados, de las corrupciones de su corazón, del cuerpo de pecado y muerte que lleva consigo; y si es cristiano, lo hace de manera evangélica, entonces se alegrará, porque será consolado.
Las hijas de Jerusalén lamentaron las desgracias terrenales (Lc 23:27-31). Muchos están preocupados por lo terrenal, por la paz, la seguridad, la prosperidad, el dinero, o evitarse problemas, no quieren tomar la cruz, solo cuidan su vida, su carne. No llore por las desgracias terrenales, como las hijas de Jerusalén lloraron por Cristo al cargar la cruz, mejor lamente sus pecados, los de sus hijos y seres queridos, que se arrepientan, que para eso Cristo vino a morir en la cruz. Si sigue así, eternamente lamentará (Mt 16:25; Lc 13:3).
Muchos lamentan-lamentarán ver-sufrir las plagas de Dios, pero no se arrepienten, antes blasfeman Su nombre (Ap 16:8-11). Impíos, idólatras, religiones, ateos, mundanos, nuestros familiares y amigos, el falso cristiano, el terrenal. Este lamento y queja lleva a la muerte, el lamento del pecado en cambio lleva a la salvación (Lc 23:26-31). No se lamente por estas cosas “Laméntese el hombre en su pecado”. Lamentemos nuestro pecado remanente, recordemos sus misericordias y gracias recibidas. Escudriñemos nuestro corazón, enderecemos nuestros caminos, lamentemos nuestros pecados como Jeremías; el Señor oirá, no temamos (V40-42, 55-57). Hemos pecado contra Dios, y Él no nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades, antes nos ha bendecido (Esd 9:13-15). No contendamos contra Dios y sus designios, Él hace lo que quiere, como quiere y cuando quiere, callemos, nadie que se endurece contra Él, le irá bien (Job 9:1-14), mejor lamentemos nuestros pecados. “Laméntese el hombre en su pecado”.
Iglesia, todo sucede por el mandato soberano de Dios, Él tiene derecho a hacer lo que en su sabio consejo disponga, y lo puede hacer con nosotros, cosas buenas, o malas a nuestros ojos. Recordemos “que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom 8:28). Hemos recibido muchas misericordias, las pruebas terrenales no son nada. Hemos oído la voz de Cristo y su evangelio día-día, semana-semana, domingo-domingo, prédica-prédica, exhortación-exhortación, que no seamos como los muchachos sentados en la plaza, que no lloraron (Lc 7:32).
Hemos recibido mucho menos de lo que merecen nuestros pecados y rebeliones, no tenemos derecho a lamentarnos, no se lamente por estas cosas, lamentemos nuestros pecados, lloremos amargamente, aflijamos nuestro espíritu “¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo (21 de Marzo de 2021): «¡MEJOR LAMÉNTESE EN SU PECADO»
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