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¡NO PODEMOS DEJAR DE DECIR LO QUE HEMOS VISTO Y OÍDO!

«porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» (Hechos 4:20).


Así como los profetas del Antiguo Testamento no pudieron dejar de proclamar la palabra de Dios recibida, así tampoco los apóstoles pudieron dejar de proclamar el Evangelio de Cristo. Estaban impedidos moralmente para callar el mensaje de Cristo, no podían dejar de predicar, así se lo impidieran las autoridades civiles y eclesiásticas. No les importaba las consecuencias, lo que sucediera. Tenían vida, un nuevo poder, un nuevo conocimiento, un nuevo gozo, y ¿les dicen que callen? “No podemos” dicen ellos, “es imposible”.


1. Impidiéndoles predicar.

Pedro y Juan, los apóstoles, y la iglesia en general, fueron perseguidos por predicar a Cristo. Muchas veces buscaron callarlos, pero ellos no hicieron caso, siguieron testificando. No podían dejar de decir lo que habían visto y oído.


Pedro y Juan fueron encarcelados por predicar la resurrección de los muertos por medio de Jesús, y solo por Él, les rechinaban los dientes al escucharlos (V1-4). Son interrogados por el milagro de la curación del hombre cojo Sin embargo ellos aprovechan para testificar de Cristo con denuedo (V5-14). Al ser amenazados para que no vuelvan a hablar del nombre de Cristo, Pedro y Juan rehúsan callarse (V15-22). Los creyentes se unen en oración a Dios para poder seguir predicando, a pesar de las amenazas (V23-31).


Algunos se acobardan ante la persecución, y callan. Otros son muy obedientes al César, le piden permiso para anunciar el evangelio, para poder abrir una iglesia. Dios ya nos dio ese permiso. Un pastor reformado en Colombia, en tiempos de encierro, escribió una carta al presidente para que los dejara reunirse; mal hizo, Dios ya había dado ese permiso. Otros solo hicieron caso, cerraron. Otros, abrieron, pero solo hasta que el César los dejó (protocolos contrarios Escritura). Lo que la iglesia debió hacer en ese momento, fue clamar unánime como la iglesia en Hechos, para que el Señor oyera las amenazas del César, y concediera poder seguir predicando con denuedo a Cristo. Muchos pudimos hacerlo, muchos lo hicieron, por su infinita gracia.


Hermanos, hoy podemos hacerlo, ¿Por qué no lo hace? ¿esperará hasta que se lo impidan nuevamente? ¿Ahí sí lo lamentará?


Ellos lo hicieron porque habían visto y oído a Cristo, sabían que lo que anunciaban era real, no eran historias inventas de algún “soñador”, era la fe verdadera, anunciaban a Cristo, el anunciado por los profetas, el que vino, murió y resucitó de los muertos, el verdadero y único Salvador. ¿Y usted, no ha visto y oído nada?


2. Lo que vieron y oyeron.


Los apóstoles y discípulos del Señor lo habían visto y oído, escucharon su mensaje, vieron sus milagros, su vida, su muerte, su resurrección, y su ascensión al cielo. Vieron y oyeron a Cristo venir, a Cristo vivir, a Cristo hablar, a Cristo obrar, a Cristo crucificado, resucitado y exaltado en Gloria.


Lo que vieron y oyeron, fue lo que anunciaron (1 Jn 1:1-3). Lucas investigó diligentemente y escribió todas estas cosas (Lc 1:1-4). El cristianismo es una fe basada en hechos reales, ciertos, verificables, cualquiera podría corroborarlo. Pero el corazón perverso, malvado, e incrédulo, prefiere negarlo y creer cualquier mentira.


LO VIERON Y OYERON NACER: lo verificaron por lo que decían las Escrituras (Mt 2:1-6). VIERON Y OYERON DE SU VIDA: tenía padres, hermanos y hermanas, eran reales, y un ministerio que podían verificar (Mt 13:54-56). LO VIERON Y OYERON DAR SU MENSAJE: fueron enseñados directamente por el Maestro, por Cristo. Se admiraron de su doctrina (Mt 7:28-29). Les dio a conocer los misterios del Reino (Mt 13:11). LO VIERON Y OYERON HACER MUCHOS MILAGROS: que testificaban que era el que había de venir al mundo (Lc 7:22; Mt 11:4-5). LO VIERON Y OYERON MORIR EN LA CRUZ: presenciaron su último suspiro como hombre, lo lamentaron. Juan lo vio y dio testimonio, muchos lo vieron traspasado (Jn 19:35-37). Muchas mujeres presenciaron su muerte en la cruz (Mt 27:55-56). LO VIERON Y OYERON RESUCITAR DE LOS MUERTOS: lo vieron fuera de la tumba, levantado de los muertos, hablaron con Él Cristo resucitado (Mt 28:5-10). Después se apareció a los discípulos cuando estaban reunidos (Jn 20:19-20). LO VIERON Y OYERON 40 DÍAS DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN: caminaron y siguieron siendo instruidos por Él (Hch 1:1-3). LO VIERON Y OYERON ASCENDER AL CIELO: presenciaron su ascensión, y su promesa de volver (Hch 1:9-11). El apóstol Pablo también lo vio y oyó; él hace un resumen de la veracidad de la vida de Cristo, su muerte y resurrección, y su aparición a más de 500 testigos (1 Co 15:3-7). Ellos vieron y oyeron lo que muchos desearon ver (Mt 13:16-17).


Pero nosotros también hemos visto y oído. Nuestra fe se basa en los que ellos vieron y oyeron, y plasmaron en las Escrituras (Ef 2:20). No creemos en cuentos inventados, es una historia real, Cristo es alguien real que vino a la tierra, es el Hijo de Dios encarnado (Jn 1:14). Usted me dirá, sí, pero ellos lo vieron y oyeron realmente, literalmente. Bueno, pues, aunque no lo hayamos visto y oído físicamente como ellos, somos más bienaventurados si creemos, pues es por fe (Jn 20:29).


Hemos leído de su nacimiento, su cumplimiento del Antiguo Testamento, conocemos la gran historia de su venida al mundo. Conocemos su vida y obra, la podemos leer y corroborar ampliamente en las Escrituras (evangelios). Hemos oído su mensaje, lo hemos recibido maravillados, lo predicamos, hoy su Espíritu nos enseña. La palabra de la cruz ha sido poder de Dios en nosotros, hemos mirado y llorado al que traspasamos con nuestros pecados, hemos sido perdonados por la sangre de su cruz, con Cristo estamos juntamente crucificados. Hemos sido sepultados y resucitado con Cristo por el bautismo, andamos en nueva vida, y esperamos ser como está Él hoy, en cuerpo glorificado, esperamos la resurrección de los muertos. Somos instruidos por Él de Su Reino de Gloria y Majestad, vive en nosotros, caminamos con Él. Cristo está hoy en el cielo a la Diestra del Padre intercediendo por nosotros, es nuestro mediador, y gran Sumo Sacerdote, esperamos que vuelva pronto para verlo cara a cara y estar con Él por siempre.


Éramos ciegos, hoy vemos las cosas espirituales, la gloria de Cristo, discernimos la luz de las tinieblas. Éramos sordos, hoy oímos la Palabra, la voz de Dios. ¡Hemos visto y oído! O ¿no hemos visto y oído estas cosas? Su mensaje es cierto, veraz, y quien lo rechace, padecerá las consecuencias (Jn 12:46, 48).


3. No podemos dejar de decirlo.


Cualquiera que haya sido salvado por Cristo, no puede dejar de decir lo que el Señor ha hecho por Él.


Los hombres de Dios no podían dejar de decir lo que habían visto y oído, no podían dejar de proclamar la Palabra de Dios. Jeremías a pesar del escarnio del pueblo, no pudo callar (Jer 20:9). Jonás no pudo escapar de Dios, y fue a Nínive a predicar (Jon 3:1-3). Amos no podía dejar de profetizar (Am 3:8). Pablo tampoco podía dejar de decir lo que había visto y oído, le era impuesta necesidad hablar el evangelio (1 Co 9:16). Los discípulos fueron enseñados directamente por Cristo y acompañados hasta el fin para llevar la gran comisión (Mt 28:19-20). Habían recibido poder del Espíritu Santo para anunciar el evangelio hasta lo último de la tierra (Hch 1:8).


Nosotros tampoco podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.


CUANDO NOS PROHÍBAN PREDICAR: como a Pedro y Juan, obedezcamos a Dios antes que a los hombres (Hch 5:27-29). Sigamos llenando el mundo con la doctrina de Cristo. CUANDO QUIERAN ESTORBARNOS AL PREDICAR: confrontémoslos como Pablo hizo con el Mago Elimas (Hch 13:9-12). Tapémosle la boca, sigamos hablando. EN MEDIO DE TANTA APOSTASÍA: hablemos tiempo y fuera de tiempo (2 Tim 4:1-5). Denunciemos las tinieblas, anunciemos la verdad, el verdadero evangelio. Importunemos en redes sociales, cara a cara, a familiares, amigos, compañeros de trabajo. AUNQUE NO QUIERAN ESCUCHAR: Insistamos, busquemos, forcémoslos a entrar (Lc 14:21-23). Persistamos, saturémoslos con el evangelio, volvamos a intentarlo, volvamos a decirles, no perdamos la fe. CONOZCAMOS A LOS QUE PREDICAMOS: debemos hacer lo que sea para ganarlos a todos (1 Co 9:17-23). Debemos morir, hacer sacrificios, conocerlos, conocer sus creencias, apuntar a su mayor pecado. DEMOS TESTIMONIO DE LO QUE DIOS HA HECHO CON NOSOTROS: como le mando el Señor al gadareno (Mc 5:19-20; Lc 8:39). Pero recordemos que no nos predicamos a nosotros, si no a Cristo. Exaltémoslo, digamos todo lo que Él ha hecho con nosotros (Misericordia, Gracia). NO NOS AVERGONZARNOS: ni de Cristo ni del evangelio (Rom 1:16-17; Mc 8:38). Así se burlen, nos afrenten, nos insulten, digamos: “La Biblia lo dice”, “el Señor lo dice”. Por eso decimos lo que decimos y hacemos lo que hacemos. Digamos por qué lo hacemos, Quién lo dice, sin pena.


No podemos temer, no dejemos de hablar, no podemos callar (Hch 18:9). No podemos escondernos (Lc 8:16-17). Somos la luz del mundo, debemos alumbrar (Mt 5:14-15).


¡No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído!



X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.


Escucha el sermón del domingo (13 de Noviembre de 2022): «¡NO PODEMOS DEJAR DE DECIR LO QUE HEMOS VISTO Y OÍDO!»



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