«Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados» (Josué 24:19)
Josué advierte al pueblo por qué no se puede servir al Señor en rebelión y pecado: “porque él es Dios santo, y Dios celoso”, y no tolerará las rebeliones de su pueblo.
Dios es Santo. Es la pureza absoluta, sin la más leve sombra de pecado (1 Jn 1:5). Infinito, independiente e inmutablemente Santo, “magnífico en Santidad” (Ex 15:11). Va más allá de Su perfección o pureza sin pecado. Es la esencia de Su inmutabilidad, su trascendencia. En “El Santo”, se hallan todas las excelencias morales. Personifica el misterio de Su majestuosidad. Nos hace mirarlo con asombro y admiración. Se le llama Santo más veces que todopoderoso, y se destaca más que ninguna otra dignidad. No se habla de Su poderoso nombre o su sabio nombre, si de Su Santo Nombre (Sal 103:1). Dios jura por su santidad porque es la expresión más plena de sí mismo (Sal 89:35). Leemos de la “hermosura del Señor” (Sal 27:4), que no es otra que “la hermosura de Su Santidad” (Sal 110:3). Es trascendental, resplandece, da gloria y luz a los demás atributos. Si es manchada, el resto perdería honra. Sin omnipotencia todo sería débil, sin Santidad todo sería sin brillo, como si el sol perdiera su luz. Su justicia es santa, su sabiduría santa, su brazo poderoso es un Santo Brazo (Sal 98:1). Su Palabra es Santa (Sal 105:42). Su nombre es Santo (Sal 103:1). Es su mayor título de honor; allí se resalta toda la majestad y respetabilidad de Su nombre. Pero Él no es solo Santo, es tres veces Santo. El Padre Santo, Su Santo Hijo, y el Espíritu Santo (Is 6:1-5). Su santidad es lo más opuesto al hombre, lo que más nos separa de Él. Es como comparar Su Poder con nuestra debilidad. Juan ve el trono Santo celestial (Ap 4:8). Cristo es el Santo, negado, entregado y matado por manos impuras (Hch 3:14). El no hizo pecado, no hubo la más sombra de engaño en su boca (2 Cor 5:21). El Espíritu es Santo, por eso Su nombre (“Santo”), es llamado el Espíritu de Santidad (Rom 1:4).
El hombre no regenerado, hace un “dios” cortado según el patrón de su corazón malo. El carácter de los “dioses” del paganismo es contrario a la pureza sin mancha del Dios verdadero. Se niegan a creer en este Dios, rechinan los dientes cuando se les dice como Dios odia el pecado. A causa de un pecado Dios desterró a nuestros primeros padres del Edén (Gén 3). Por un pecado (ver desnudez de Noé) la descendencia de Cam cayó bajo maldición (Gén 9:25). Moisés fue excluido de Canaán a causa de un pecado (Deut 32:52). Uza cayó muerto por pecar al tocar el arca sagrada (2 Sam 6:7). Por mentir a Dios, Ananías y Safira cayeron fulminados en presencia de los demás (Hch 5:1-10). El mundo impío será castigado por el pecado (Rom 6:23). El hombre no regenerado nunca imaginaría un Dios santo, ni crearía el lago de fuego en el que será atormentado para siempre. La idea humana del pecado está limitada a lo que el mundo llama “crimen”. Lo que no llega a tal gravedad, es llamado: defecto, equivocación, enfermedad, error. El “dios” que la mayoría de cristianos aman es como un anciano indulgente que disimula sus “imprudencias” juveniles. Dios no puede aceptar a las criaturas sobre la base de sus propias obras, sus obras de inmundicia (Is 64:6) se manifiestan en presencia del infinita e inmutablemente Santo. Lo mejor que el hombre pecador puede presentar está contaminado, el Árbol malo, no da fruto bueno (Mt 7:18). Si Dios considerara justo y santo lo que no es, se negaría a sí mismo y envilecería sus perfecciones. Dios no pasa por alto el pecado (Heb 9:22). Solo podemos ser aceptos en Su Hijo amado (Ef 1:6). Lo que su santidad exigió, lo proveyó Su Gracia en Cristo.
Sin embargo, debemos ser santos como nuestros Dios es Santo (1 Ped 1:14-16). Acerquémonos con reverencia a Su Estrado, humildes, postrados (Sal 99:5; Ex 3:5). Dios exhorta a sus santos a celebrar su memoria Santa (Sal 30:4). Temamos a Él, glorifiquemos Su nombre, Solo Él es Santo (Ap 15:4). Quien no viva como un santo en la tierra, nunca verá el rostro Santo del Señor en el cielo (Heb 12:14). Él quiere todo nuestro ser santo (1 Tes 5:23). De lo contrario “No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo”.
Dios también es “Dios celoso”. Dios es un Dios celoso, y además fuerte, el segundo mandamiento lo declara (Éx 20:4-5). Le pertenecemos: “Yo soy Jehová tu Dios”. Fuimos comprados, no nos comparte, exige fidelidad. Dios es posesivo. La adoración, gloria y servicio que sólo a Él le pertenece, no la comparte con nadie. Hacer ídolos, inclinarse, adorarlos, honrarlos, servir a otro, es un abominable pecado. Dios es celoso y lleno de indignación (Nah 1:2). Si andamos tras otros dioses, inflamamos su ira (Is 13:1-9). Hay un sentido de protección hacia nosotros (fuerte y celoso). Un amor especial, y quien se mete con nosotros se mete con su tesoro más amado (Zac 2:8). Vemos también el celo de Cristo por la Casa de Dios, por Su iglesia, su Esposa (Jn 2:15-17). Vemos el celo del Espíritu Santo Quién nos anhela celosamente y no quiere compartirnos con nadie (Stg 4:4-5).
Hay un falso celo, que no es por Cristo y Su iglesia. Es un celo basado en la mentira, el de las falsas religiones y filosofías (Rom 10:2-3). El celo por seguir hombres, denominaciones, producto de la inmadurez y carnalidad (1 Cor 3:1-5). El celo que lleva a rivalidades, peleas, chismes, murmuraciones, divisiones (Gál 5:19-21).
Seamos bíblicamente celosos por el Señor y Su causa; así como Él no nos quiere compartir con nada ni nadie, así hagamos nosotros. Nos quiere apartados para Él, sin fornicación espiritual (2 Cor 6:14-18). Ardamos celosamente por la idolatría como Pablo (Hch 17:16). Seamos celosos por Cristo, que nuestro corazón arda por Él (Lc 24:32). Seamos celosos por Su iglesia, por la vida espiritual de los hermanos, como Pablo (2 Cor 11:1-2). Sigamos el ejemplo de Cristo por la Casa de Dios, que el celo de Su Casa nos consuma (Jn 2:17), sigamos Su santidad y pureza. Seamos celosos de buenas obras (Tit 2:13-14). Si usted no vive con celo por las cosas del Señor, por Él, Su causa, usted es un tibio, será vomitado por Dios, sea celoso, arrepiéntase (Ap 3:19). De lo contrario “No podréis servir a Jehová, porque él es Dios celoso”
Un Dios Santo y celoso, no puede tolerar un pueblo impuro y tibio. Su pueblo debe ser santo y celoso, como Él. No juguemos, pues “no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados”. No sufrirá el mal. No puede verlo, es muy limpio de ojos para tolerar el pecado y la inmundicia (Nah 1:12-13). Dios es muy Santo, es tres veces Santo, sus ojos no pueden ver el mal, la iniquidad, la inmundicia. Su aborrecimiento es tan grande contra el pecado, que tuvo que entregar lo que más amaba, a Su unigénito (Is 53:5). Maldijo a Su propio Hijo por el pecado (Gál 3:13). Por Su pueblo lo hizo pecado (2 Cor 5:21). Su Padre lo quebrantó para expiar el pecado, lo que más aborrece (Is 53:10). No sufrirá la rebelión y el pecado en Su Trono de Justicia. Él lo cargó sobre su propio Hijo.
No sufrirá al pecador impenitente, no puede ver el mal, aborrece el pecado y al pecador no arrepentido (Sal 5:4-5). Dios no solo aborrece la maldad, la iniquidad, la inmundicia, el pecado; Dios aborrece al malo, al inicuo, al inmundo, al pecador. Su alma los abomina (Sal 7:11-12). Dios los maldecirá eternamente (Mt 25:41). Dios está airado con el impío con odio Santo, es un Juez justo, solo puede recibirlo y perdonarlo, por la Fe en Cristo, arrepentido (Sal 7:11-12). Los que no se entreguen a Él bajos sus condiciones de Paz, son sus adversarios, en rebelión, culpables, no podrán estar en pie ante Su Trono; Dios se vengará en su ira, no tendrá por inocente al culpable (Nah 1:2-6).
No sufrirá tampoco a Su pueblo rebelde, nuestras rebeliones y pecados (Éx 23:21-22). No abusemos, su paciencia se agota, tiene un límite, no es eterna como los demás atributos. Cuidado con pecados reincidentes, las advertencias, repetir pruebas. No sufrirá nuestras rebeliones y pecados, nos vomitará tarde o tempano (Ap 3:17). Nos cortará como con a la higuera estéril (Lc 7:19). El hacha ya está puesta a la raíz (Mt 3:10). Si no somos de los que velan, en oración, clamaremos al presentaros ante Él, y seremos desechados (Mt 25:11-12). Si vivimos en impureza, sin santidad, tibios, sin celo, estamos en rebelión, en guerra con Él, no hemos sido salvos del pecado, somos de sus adversarios. Él no tendrá por inocente al culpable, nadie podrá sostenerse en pie ante Su Trono de justicia, tampoco nosotros. No sufrirá nuestras rebeliones y pecados.
Así que es tiempo de entregarnos verdaderamente a Cristo, al Redentor. No sirve de nada haber vivido toda la vida como miembros de una iglesia, habernos bautizado, tomado la Cena, servido, orado, leído la Biblia. Dios demanda de nosotros arrepentimiento de nuestras rebeliones y pecados, una vida Santa, como Él es Santo, una vida celosa de Él, Su Causa, de buenas obras, como Su Celo Santo. No juguemos más, así no podremos servirlo, así no nos tolera: “No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados”
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
Escucha el sermón del domingo (19 de Julio de 2020): «¡NO SUFRIRÁ NUESTRAS REBELIONES!»:
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