«Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad» (Hechos 18:9-10)
Iglesia, el temor a los hombres es la razón de no predicar. Por eso la iglesia moderna cambió su mensaje y se desvió. Por eso los espías, excepto Caleb y Josué, no entraron a la tierra prometida. Por eso cuando empezamos a recibir tomates en lugar de flores, rechazos en lugar de aplausos, dudamos, cuestionamos si estamos haciendo bien o mal, y cambiamos el mensaje, o callamos. Por el temor a los hombres es que no predicamos. Nuestra cobardía cierra nuestras bocas. Por eso el Señor nos tiene que decir que hablemos y no callemos. Como a Pablo, el Señor nos dice que no temamos ante el rechazo y la persecución, que sigamos anunciando el evangelio.
Nos van a querer callar, pero tenemos prohibido guardar silencio. Nos van a decir que somos unos exagerados, locos, contenciosos, que predicamos en la carne, con ira, que no es el medio, que no es el momento, que podemos espantar a la gente, que se pueden ofender. ¿Hablaremos o callaremos? ¿Nos acobardaremos? ¿Seguiremos hablando? ¿Lo haremos en todo lugar y momento, por las redes, por escritos, a la familia, uno-uno, en el trabajo, a los amigos, a los falsos cristianos, etc? No importa la adversidad, no debemos temer, debemos hablar y no callar, es una orden del Señor, hagamos caso a Su orden. ¡No temas, habla, no calles!
Iglesia, ¡No temas, habla, no calles! La misma promesa de Pablo tenemos: El Señor estará con nosotros. Él nos cuida, sustenta, protege y guía. ¿Va en busca de la tierra prometida a conquistarla? El Señor estará con nosotros. No nos dejará ni desamparará. Esforcémonos, seamos valientes, Él nos cuidará. A Sus escogidos, al linaje de Abraham, a los que estaban lejos y acercó, a sus siervos. El Señor estará con nosotros, no desmayemos, Él nos sustenta y ayuda. A los redimidos por la Sangre del Cordero, a su posesión, a los que llevan Su nombre, a los que Salvó. Él estará con nosotros, al pasar por el fuego y las aguas, nada nos pasará. A los que llamó, a los profetas que llevan su evangelio. Él nos librará, Sus palabras estarán en nuestra boca, ya lo ha hecho en el pasado, ciñamos nuestros lomos, levantémonos, hablemos. Nadie nos vencerá. Él está con nosotros. ¡No temas, habla, no calles!
Como a Pablo, el Señor nos sigue dando razones para no temer y seguir predicando el evangelio: “porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”. ¿Qué más certeza que ésta para no callar y seguir anunciando a Cristo? El trabajo de Pablo no fue en vano, hoy vemos el fruto, él nunca lo vio, así pasará con nosotros. Nuestro trabajo nunca será en vano, Su palabra no volverá a Él vacía, servirá de testimonio en el día del juicio. Seremos amados por unos, aborrecidos por la mayoría. Olor de vida para vida a los que creen, y olor de muerte para muerte a los que nos rechacen. ¡No temas, habla, no calles! aún hay pueblo de Dios por ser salvado, de lo contrario, el Señor ya habría regresado. La mies es mucha, los obreros son pocos, seamos de esos pocos que trabajan, pidamos ser enviados a esos campos. ¡Ay de nosotros si no anunciamos el evangelio! Es nuestro deber, es nuestra obligación. Cumplamos con nuestro trabajo, del Señor son los resultados. No será en vano, seremos recompensados y galardonados. ¡No temas, habla, no calles!
Aún hay pueblo de Dios en condenación, es el medio que Dios dispuso para salvarlos. ¿Cómo no anunciar el único mensaje que puede salvar al pecador, el mensaje del único salvador de la ira de Dios, de nuestros pecados y su dominio? No nos avergoncemos del poder de Dios que salva. Seamos inoportunos, incomodemos, seamos valientes, no desmayemos ¡No temas, habla, no calles!
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana
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