«Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí» (Miqueas 6:3).
El Señor mira a la tierra, al pueblo que lleva su nombre y les dice: “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí”. Solo les había dado cosas buenas. Los había librado del yugo de Egipto, de la esclavitud de un amo malvado. Los había sustentado por el desierto, dado Su Ley, introducido a la tierra prometida, y librado de sus enemigos. ¿Qué de malo había en eso? Respondan les dice el Señor, por qué están cansados de servirle. Dios les reclama a los israelitas por su infidelidad (Miq 6:1-4). De nada servían los becerros y carneros que sacrificaban, debían hacer justicia, amar misericordia, y humillarse a Él; Dios les recuerda sus pecados, su impiedad (Miq 6:5-12). El Señor llama a los que invocan Su nombre a arrepentirse por su falsa profesión (Is 48:1-2).
Este llamado es para cada iglesia local cristiana de la tierra, para cada uno de nosotros que nos llamamos pueblo de Dios, si somos infieles a Él, si hemos deshonrado su casa. El pueblo que invoca su nombre debe humillarse, convertirse de sus malos caminos, para que el Señor perdone sus pecados y los sane (2 Cr 7:14). El juicio comienza por Su casa (1 Ped 4:17-18). El pueblo verdadero de Dios escuchará, tomará medidas; será purificado por fuego, disciplinado, humillado ¿Es este su caso?
¿Qué te he hecho pueblo mío? Responde. Este es el llamado del Señor a la iglesia moderna ¿Qué de malo hay en liberarte de las corrupciones del mundo? ¿Librarte de las plagas del infierno es tan terrible? ¿Mi salvación es despreciable? Te he dado mi Ley, mi Palabra ¿Mis mandamientos son injustos? Me he revelado a ti ¿Qué de malo hay en servirme? ¿Soy un amo malvado? ¿Qué mal te he hecho para que me rechaces?
¿Qué te pasó? habías empezado bien, hoy ya eres otra (Jer 2:1-9). ¿Qué pasó con tu primer amor? ¿Con tu fidelidad del principio? ¿Con tu pasión por las almas, por servirme? ¿Qué hay de tu celo por mi casa? Ibas por buen camino, disfrutabas de mis bendiciones ¿Qué malo hallaste en mí? ¿Qué te hice? ¿Por qué has preferido la vanagloria, el reconocimiento humano? ¿Por qué contaminas mi casa con prácticas mundanas? ¿Qué has hecho de ella? ¿Por qué te has apartado de mi Ley? ¿Qué es lo que estás predicando hoy? Corrías bien ¿qué pasó? (Gál 5:7). Arrepiéntete, vuelve al primer amor, si no, quitaré el candelero (Ap 2:5).
¿Qué frutos has dado? Te planté, te cerqué, te limpie, pero diste uvas silvestres (Is 5:1-7). ¿No te he protegido? ¿No te he dado medios de Gracia? ¿No te di mi Evangelio, mi Palabra? Te di una esperanza eterna de salvación ¿No es suficiente? ¿Qué es lo que has producido? ¿En qué te has convertido? Eres tierra desierta, sin fruto, cardos y espinos te han crecido, has sido hollada por el mundo. Juicio viene sobre ti; Dios no te perdonará (Rom 11:21-22).
¿Por qué eres tan infiel y cínica? ¿No te das cuenta de tu estado y perdición? (Jer 2:31-37) ¿He sido acaso oscuridad, terror, desierto, muerte, destrucción? ¿Por qué quieres liberarte de mí yugo, fácil y ligero, y volverte a esclavizar en Egipto? ¿Por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué te vistes de gala para verte bien ante el mundo, para ir tras sus dioses? ¿Por qué te prostituyes, adulteras y fornicas con ellos? Ellos no te ayudarán, te abandonarán, allí hallarás la perdición ¿Por qué te congracias con el impío, con los hombres? ¿Por qué has despreciado a mis pequeños, a mis siervos fieles? ¿Por qué has deshonorado mi nombre, mi casa, enseñando mentiras, herejías, tolerando el pecado y el libertinaje? ¿No te das cuenta de tu lamentable condición? Estás mal. Tibia, desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda. Arrepiéntete y entrégate a mi para salvarte (Ap 3:17-18).
¿Si me llamas Padre, y te consideras mi hijo, porque me ofreces lo peor de ti? ¿Por qué no me honras con tu vida? ¿Por qué no te has entregado en cuerpo y alma a mí? ¿Por qué tus placeres están por encima mío? ¿Por qué no has tomado tu cruz? ¿Por qué haces tantas cosas por sus tesoros terrenales, y tan poco por mí? ¿Por qué tu cristianismo es tan mediocre? ¿Por qué eres tan cómodo? ¿Por qué buscas tu paz y tranquilidad?¿Por qué eres tan cobarde? ¿Por qué temes a los que matan el cuerpo y no a mí? ¿Por qué siempre tienes tantas excusas para no obedecer ni servirme? ¿Por qué te aburre la santidad? ¿Por qué te fastidia mi Ley? ¿Dónde está mi honra? ¿Dónde está mi temor? ¿Por qué me sirves así? ¿Por qué esas oraciones tan frías? ¿Por qué me das lo que te sobra, lo cojo, lo enfermo? (Mal 1:6-14).
Qué te he hecho pueblo mío? Responde “¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí”. ¿Qué haremos nosotros? ¿Qué responderemos a Él?
Los israelitas no atendieron al llamado; eran insaciables, sin fruto, fueron heridos, asolados, abatidos, muerte y oprobio vino sobre ellos (Miq 6:13-15). El Señor juzgará a su pueblo más duramente si no se arrepiente; pisotean la sangre del pacto, afrentan al Espíritu de Gracia (Heb 10:29-31). Al que mucho se le da, mucho se le demandará, mayores azotes en el infierno tendrá (Lc 12:47-48). El pueblo de Dios se destruye por desechar Su conocimiento; por olvidarse de Su Ley, será olvidado por Él (Os 4:6). Dios llamó muchas veces a los judíos, mandó mensajeros vez tras vez, pero ellos no se quisieron arrepentir, quedaron como tierra desértica (Mt 23:37-39). Ellos invocaban Su nombre falsamente (Mt 15:7-8).
En Apocalipsis 2 y 3, el Señor se dirige a las iglesias, su pueblo visible; unos atendieron el llamado de arrepentimiento, otros no; hoy padecen todas las plagas escritas en este Libro. Y tú, ¿qué dirás? ¿Es duro su mensaje? ¿Ofende Su Verdad? ¿Abandonará el camino? ¿A dónde irá? ¿A quién va a seguir? ¿En quién/qué creerá? ¿Quién le dará vida eterna? ¿Quién lo salvará? (Jn 6:60-67). Fuera de Él solo hay muerte, desolación y condenación eterna. Él nos creó para darle gloria y alabanza, ¿se ha ofrecido a Él como sacrificio vivo y agradable? o ¿Está cansado de seguirlo como los israelitas en tiempos de Isaías? (Is 43:21-28). Solo Él es digno de honra, solo Él lo puede redimir, solo Él puede perdonar sus pecados, solo Él puede darle vida. Reconozca su maldad, no se justifique más, pues será maldito por siempre. ¿Nos olvidaremos de la Roca de Salvación? Es locura, ignorancia, perversión, infidelidad. ¿Así le pagaremos? Desataremos la ira de Dios ¿Seremos tan necios como la generación de Moisés? (Dt 32:5-20).
Atendamos su llamado. Actuemos con cordura, seamos sensatos. ¿Qué te he hecho pueblo mío? “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí”.
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo (26 de Enero de 2020): «¿QUÉ TE HE HECHO PUEBLO MÍO?»
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