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¡SIN DERRAMAMIENTO DE SANGRE NO SE HACE REMISIÓN!

«Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Hebreos 9:22).


John Gill comenta: «La mayoría de las cosas eran purificadas, según la ley, con sangre, sin embargo, algunas cosas eran purificadas con fuego y otras con agua (Nm 31:23)… “y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” del pecado. No hubo remisión tipo sin ella; y no puede haber remisión real sino por la sangre de Cristo. No se puede dar ningún ejemplo de perdón sin ella. Si hubiera podido ser de otra manera, la sangre de Cristo no habría sido derramada (sería en vano), y su satisfacción innecesaria (propiciación). No es conforme a la justicia de Dios perdonar el pecado sin satisfacción; ni es consistente con su veracidad y fidelidad a su palabra (Gn 2:17. “Ciertamente morirás”). Judíos (verbal, escrito): "no hay expiación sino por la sangre"; por su derramamiento. No el derramamiento en sí (sale del cuerpo), sino por ser derramada sobre el altar. No era expiación, a menos que el altar fuera humedecido con la sangre del sacrificio».


1. LA SANGRE DEL PRIMER PACTO.


En el Antiguo Testamento, la mayoría de las cosas relacionadas con el culto ceremonial se purificaban con sangre. Asimismo, la sangre de animales se ofrecía para la purificación de los pecados del pueblo, los cuales Dios aceptó como tipo de la sangre de Cristo.


Y CASI TODO ES PURIFICADO, SEGÚN LA LEY, CON SANGRE…. Como el santuario y tabernáculo de reunión (Lv 16:15-16), los utensilios del tabernáculo (Heb 9:21). El altar (Lv 1:10-11), los cuernos del altar (Lv 16:18-19). También el leproso (Lv 14:5-7), y las casas contaminadas (Lv 14:51-52). El sumo sacerdote debía derramar sangre por sus pecados y los del pueblo (Heb 9:7). Y aunque “casi todo es purificado, según la ley, con sangre”, algunas cosas se purificaban con fuego y/o agua. Por ejemplo, los metales resistentes al fuego (Nm 31:22-23), y los intestinos, entrañas y piernas de los animales para el sacrificio (Lv 1:9, 13). Los que venían de la guerra debían lavar sus vestidos con agua para entrar limpios al campamento (Nm 31:24). El sano de lepra debía lavar con agua su cuerpo y vestidos para entrar al campamento (Lv 14:8-9).


LA SANGRE DEL PRIMER PACTO. Moisés habló todos los preceptos a todo el pueblo, según la ley; les publicó el Pacto, los deberes requeridos, las recompensas prometidas a los que cumplieran con su deber y el castigo contra los transgresores, y pidió su consentimiento a los términos del Pacto; luego tomó la sangre de los becerros y de las cabras, con agua, lana escarlata e hisopo, y aplicó esta sangre rociándola (Éx 24:3-8; Heb 9:17-22). Los hombres por el pecado se hicieron culpables ante Dios (Justicia Divina), habían perdido su herencia, libertad y propias vidas; pero Dios, queriendo mostrar la grandeza de su misericordia, proclamó un Pacto de gracia, y mandó administrarlo típicamente bajo el Antiguo Testamento (derramando sangre). Dios aceptó la sangre de toros y machos cabríos, como tipo de la sangre de Cristo; y por estos medios se ratificó el Pacto de gracia bajo la dispensación anterior.


2. SIN DERRAMAMIENTO DE SANGRE NO SE HACE REMISIÓN.


El pecado es extremadamente grave a los ojos de Dios, su paga es la muerte (Ro 6:23). Para su remisión debe haber muerte, debe haber derramamiento de sangre para la remisión del pecado.


LA SANGRE SE DEBE PAGAR CON SANGRE. Derramar sangre de otro es muy grave (Éx 20:13; Dt 5:17: “No matarás”). Caín derramó la sangre de Abel, y su sangre clamó desde la tierra (Gn 4:9-10). Dios lo maldijo por derramar la sangre de su hermano (Gn 4:11). La sangre se paga con sangre, la muerte se paga con la muerte (Gn 9:6). La pena de muerte a quien derramare sangre, es justa a ojos de Dios, debían morir (Éx 21:14). Debía pagar con su propia vida, vida por vida, sangre por sangre (Éx 21:22-25).


EL PECADO SE PAGABA CON LA MUERTE. Ya sea la propia, o la de un inocente, un animal sin defecto. La idolatría, hechicería, brujería, se pagaban con la muerte (Dt 17:2-7; Éx 22:18, 20; Lv 20:2, 6). Toda inmoralidad sexual (adulterio, incesto, homosexualismo, bestialismo), es abominación, debían morir (Lv 20:10-17; Éx 22:19). El falso testimonio, si era para que alguien fuera falsamente condenado a muerte, debía él falso testigo morir (Dt 19:18-21). Deshonrar a los padres era castigado con su propia sangre (Lv 20:9; Éx 21:15, 17). El secuestro y el robo de esclavos era castigado con la muerte (Éx 21:16). De igual forma, con los pecados cometidos por yerro (por ignorancia, sin premeditación), la persona debía llevar al sacerdote un animal sin defecto para el sacrificio (Lv 4:27-29). Diariamente se sacrificaban animales para la expiación (Éx 29:38-39). Los sacerdotes los ofrecían por ellos y por el pueblo/casa (Lv 9:7; 16:11, 6). Siempre debía derramarse sangre para la remisión del pecado, ya sea la sangre del culpable (asesino, idólatra, inmoral, testigo falso, deshonra-padres, secuestrador), o sangre inocente (animal sin defecto).


“Y SIN DERRAMAMIENTO DE SANGRE NO SE HACE REMISIÓN”. Todo ello apuntaba a la sangre del Cordero perfecto, a la sangre de Cristo, por la cual podemos ser redimidos eternamente. Dios anunció la herida de la serpiente a Cristo (Gn 3:15). Después de la caída, derramó sangre de un animal, para vestir a Adán y Eva, mostrando la justicia de Cristo (Gn 3:21). Miró con agrado la sangre derramada por Abel de sus ovejas, pues esta mostraba a Cristo, como el Cordero sacrificado (Gn 4:4). Isaías anunció la sangre en sus llagas para curar el pecado (Is 53:5). Daniel profetizó que el Santo de los santos vendría a expiar la iniquidad derramando su sangre (Dn 9:24). Zacarías anunció que el gran Pastor sería herido (Zac 13:7). La vida está en la sangre (Lv 17:11), y Cristo derramó su vida/sangre hasta la muerte (Is 53:12).


Tenían que sacrificar muchos animales sin mancha, sin defecto. Tenían que matar a un inocente. El hombre no puede redimirse a sí mismo, debe derramarse sangre inocente para la remisión del pecado, la sangre de Cristo, ya no la de un animal sin defecto para cubrir temporalmente el pecado (1 P 1:19; Jn 1:29).


3. LA SANGRE DE CRISTO.


La sangre de los sacrificios en el Antiguo Testamento, tipificaba la sangre del Nuevo Pacto, la sangre de Cristo. Debía derramarse para ratificar el Pacto con su pueblo. Sin su derramamiento, no podía redimirlos.


LA SANGRE DEL NUEVO PACTO. Redime por siempre. Los versos 15-22 de Hebreos 9, “muestra la necesidad y eficacia de la sangre de Cristo para hacer válido y eficaz este testamento” (M. Henry). El evangelio se considera aquí como un testamento, la nueva y última voluntad de Cristo. Cristo es el Mediador de un Nuevo Pacto y también de un Nuevo Testamento (V15). Esto, para redimir (personas) de sus transgresiones contra la ley (del primer testamento, pacto). Para hacer efectivo este Nuevo Testamento, era necesario que Cristo muriera. Donde hay testamento (donde actúa y opera), debe existir la muerte del testador. Cristo derramaría por su pueblo (“por muchos”), su sangre del Pacto, para la remisión de sus pecados (Mt 26:26-28). Cristo derramó hasta la última gota de sangre para ratificar este Pacto, ya todo fue hecho (Jn 19:30).


LA SANGRE DE CRISTO SUPERA TODO, ES SUPERIOR A LA DEL ANTIGUO TESTAMENTO. Es superior a la de los machos cabríos y becerros, redime eternamente (Heb 9:11-14). La sangre de animales era solo tipo de la sangre de Cristo, solo purificaba la carne, externamente; no santificaba realmente el corazón, no limpiaba el alma del pecado (Heb 9:13-14). Cristo no ofreció sangre ajena como los sacerdotes, ofreció su propia sangre, y una sola vez (Heb 9:24-25). En la Cena del Señor recordamos y ratificamos el Pacto con su sangre, hecho una sola vez y para siempre (1 Co 11:25). Los apóstatas pisotean su sangre, mayor castigo habrá para ellos en este Nuevo Pacto (Heb 10:28-29).


SU SANGRE DA REMISIÓN A SU PUEBLO. De la justicia condenatoria de Dios (Ro 3:23-26). Del imperio de la muerte (Heb 2:14-15). De la depravación del pecado (Heb 13:11-12). De la suciedad del pecado remanente (1 Jn 1:6-7). Su bendita sangre nos justifica (Ro 5:8-9). Su pueblo elegido es rociado con su sangre (1 P 1:2). Su pueblo proclama su sangre que lo redimió (Ap 5:9-10). Su pueblo vence por la sangre de Cristo (Ap 12:11). Su sangre será para juicio a los que rechacen a Cristo (Mt 27:24-25). Su sangre da testimonio en el cielo y la tierra (1 Jn 5:6-8). Su Sangre habla mejor que la de Abel (Heb 12:22-24). Que el Señor nos haga aptos por la sangre del Pacto eterno (Heb 13:20-21).


¡Debía ser derramada la sangre del inocente, la sangre de Cristo para nuestra redención! “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”.



X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.


Escucha el sermón del domingo (25 de Junio de 2023): «¡SIN DERRAMAMIENTO DE SANGRE NO SE HACE REMISIÓN!».



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