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SIRVÁMOSLE SIN CUESTIONAMIENTOS

“Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos?” (Malaquías 3:14)

Los israelitas pensaban que nada ganaban al servir al Señor, guardar Su Ley, y andar en contrición de espíritu delante Él.

Pensaban que era en vano servir al Señor, que nada lograban con eso, que ningún beneficio o recompensa se obtenía de aquello. Veían a los impíos, que no sirven a Dios, irles mejor que a ellos, y por eso contendían con el Señor. Muchos “cristianos” piensan igual. El impío piensa ¿para qué servir a Dios? ¿Quién es Dios para que le sirvamos? (Job 21:7-15). El impío no ve ningún provecho en servir al Señor. Están en el aquí y ahora, en el comamos y bebamos que mañana moriremos (1 Cor 15:32). Para ellos servir al Señor es perder el tiempo, ellos buscan recompensas terrenales. Bueno, pues ya tienen su recompensa, como dijo Cristo a los fariseos (Mt 6:2). Muchos “cristianos”, piensan igual. Ven al impío prosperar, tranquilo, y envidian que les “vaya bien”, y a ellos no. Les duele negarse por el Señor. Quieren la recompensa terrenal, no quieren la celestial. No envidiemos la prosperidad del impío (Sal 37:1, 7). No servir al Señor, implica la ira del Todopoderoso. No hay opción, debemos servir al Señor. Unos morirán tranquilos, sin problemas prácticamente, otros en amargura y tristezas; pero los dos beberán la ira de Dios (Job 21:16-26). El impío y el falso creyente tientan a Dios, y no escaparán. Esaú hizo las mismas objeciones, no veía glorioso servir al Señor, no veía una recompensa eterna y futura para su decendencia. Quería la recompensa ya (Gén 25:31-33). Pero, al darse cuenta de su error garrafal, quiso recuperarla, pero era muy tarde. Su corazón lo único que anhelaba era la bendición terrenal. No estaba arrepentido. Que no nos pase igual (Heb 12:15-17).

Vale la pena servir al Señor. Esto honra al Señor, habrá una herencia incorruptible. Sus ojos están sobre sus siervos fieles (Sal 101:6). Servir a Cristo, es servir al Padre. Seremos honrados por Él (Jn 12:26). Servir a Cristo agrada a Dios (Rom 14:17-18). Recibiremos la recompensa de la herencia al Servir al Señor (Col 3:23-24). El Señor extenderá su tabernáculo sobre sus siervos (Ap 7:15). Veremos al Señor cara a cara y su nombre en nuestras frentes por la eternidad, sin sombra de maldición (Ap 22:3-4). El Señor reconocerá nuestro servicio en Aquel día (Mt 25:21, 23). ¿Somos siervos fieles del Señor? Si no, llanto y crujir de dientes nos espera. No hay más opción. Los tibios, los negligentes, los mundanos, los light, los siervos inútiles, serán vomitados. Si no servimos al Señor fielmente, condenación eterna nos espera (Mt 25:30). Hermanos, vivamos para nuestro Redentor glorioso (2 Cor 5:14-15). Iglesia, no digamos “Por demás es servir a Dios…”. No contendamos con Él. Sirvámosle fielmente, sin cuestionamientos, vale la pena servirle

Los israelitas tampoco veían ganancia alguna en guardar la Ley de Dios. Veían que, aunque los impíos no obedecían los mandamientos de Dios, les iba bien, y al parecer, no tenían consecuencias. Muchos “cristianos” piensan así. Obedecen por miedo, o si obtienen un beneficio terrenal e inmediato. Dicen ¿Para qué guardar Su Ley? ¿para qué la obediencia, la santidad, la vida abnegada, apartarse del mundo? Los israelitas veían Bienaventurados a los impíos por vivir en el pecado, prosperar, y que nada les pasara (V15). Buscaban un provecho terrenal como Job en su momento de rebeldía (Job 35:1-3). Obedezca o no, Dios sigue siendo Dios. Su impiedad será su ruina, clamarán y no serán oídos (Job 35:4-16). La Ley de Dios es buena, el creyente no teme, pues vive conforme a ella. Es yugo para el desobediente, pues no la obedece, y tendrá consecuencias (1 Tim 1:8-10). Malditos los desobedientes. Juicio y maldición a los que contienden con la Ley de Dios. ¿Somos mansos obedientes a Su Ley o contenciosos rechazándola? Lo primero trae vida eterna, gloria, honra, inmortalidad, paz. Lo segundo ira, enojo, tribulación, angustia (Rom 2:5-11). ¿De cuál es usted?

Bienaventurados si obedecemos Su Ley, mandamientos, estatutos, ordenanzas. Bienaventurados si leemos, oímos y guardamos Su Palabra (Ap 1:3). Bienaventurados si somos mansos a Su Palabra para obedecerla, si amamos la justicia de Su Ley (Mt 5:5-6). Bienaventurados cuando ponemos por encima Su Palabra al consejo del mundo (Sal 1:1-6). Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan (Lc 11:27-28). Al final todo se resume en temer a Dios y obedecer Sus mandamientos, como dijo el sabio Salomón (Ecl 12:13-14). Iglesia, no digamos “¿Qué aprovecha que guardemos su ley”? Sirvámosle sin cuestionamientos, pues bienaventurado es quién guarda Su Ley

Finalmente, los israelitas también renegaban de su aflicción y sufrimiento por causa del Reino de Dios. Para ellos era en vano, pues no fueron respetados, ni recompensados por nadie. ¿Para qué tanto sufrimiento, llorar por el pecado, afligir el alma, padecer por Dios, sufrir persecución? (Sal 38:1-12). Debemos confiar en el Señor, esperar en Él. Él nunca nos desampara (Sal 38:15-22). Los cristianos lloramos y gemimos por nuestros pecados, esa es señal de arrepentimiento genuino (Sal 38:18): “confesaré mi maldad, Y me contristaré por mi pecado”. Sufriremos también aflicción en este desierto de la vida por causa del mundo (Jn 16:33). Los que quieran evadir el sufrimiento en esta vida por amor a su propia vida, perderán su alma. Los que aman más su carne, que su alma, se condenarán; los que aman más su “yo” que a Cristo, padecerán eternamente (Mt 16:24-26). Si no está dispuesto a llorar por sus pecados, a sufrir en esta vida por Cristo, de todos modos, le tocará sufrir eternamente en llanto y crujir de dientes. Mejor lloremos acá para vida, que lamentarlo para muerte en el infierno por la eternidad. Allá no hay esperanza, ni consuelo alguno. ¿Lamenta sus rebeliones contra Dios? ¿padece por Su causa?

Bienaventurado si llora por sus pecados, si aflige su alma y ha lamentado su miserable condición delante de Dios (Mt 5:3-4). Bienaventurado si sufre por causa de Cristo (Lc 6:22-23). El reino de los cielos nos pertenece (Mt 5:10-12). El Señor es glorificado en nosotros, tenemos Su Santo Espíritu (1 Ped 4:14). Los que lloremos en vida por nuestros pecados, los que padezcamos por Cristo, el Señor promete enjugar toda lágrima de nuestros ojos (Ap 21:4). A los que no, llanto y crujir de dientes por la eternidad les espera. Iglesia, no digamos qué aprovecha… ¿“que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos?”. Se nos ha concedido esa gloriosa bienaventuranza, llorar delante de Él.

Sirvamos al Señor, guardemos Su Ley, y lloremos delante de Él. Nunca digamos: “Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos?”. Sirvámosle sin cuestionamientos

X SU GRACIA: Comunidad Cristiana

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