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¡TRES PREGUNTAS CAMINO A DAMASCO!

Actualizado: 25 oct 2022

«y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer» (Hechos 9:4-6).


Tres preguntas que enfrentó Pablo, camino a Damasco, cuando se dirigía a matar cristianos, pensando erradamente, que estaba sirviendo a Dios, pero en realidad estaba persiguiendo al Hijo de Dios mismo, al Mesías, quien se le aparece de manera espectacular. Son tres preguntas que debemos enfrentar, son tres preguntas por las que todo convertido debe pasar:


1. “¿por qué me persigues?”: de Cristo a Saulo, antes de su conversión; es la pregunta que también Cristo le hace al hombre por su rechazo al evangelio.

2. “¿Quién eres, Señor?”: De Saulo a Cristo. Es la pregunta que le hace el hombre pecador a Cristo, pues hasta ese momento, poco o mucho ha escuchado de Él, y quiere saber más.

3. “Señor, ¿Qué quieres que yo haga?”: La hace Pablo a Cristo, rendido ante Él, dispuesto a obedecerle. Es la pregunta que hace todo convertido, dispuesto a obedecer al Señor en todo.


1. ¿POR QUÉ ME PERSIGUES?

Saulo, antes de su conversión, perseguía y azolaba a la iglesia de Cristo, a los cristianos. Perseguía a Cristo mismo. Sometido, en tierra, oye la voz enfática de Cristo en Hebreo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.


Saulo venía persiguiendo cristianos camino a Damasco (V1-2). Saulo, anteriormente, había aprobado la muerte de Esteban (Hch 7:57-58; 8:1a). Saulo azolaba la iglesia (Hch 8:3). Pablo, como buen Fariseo, pensaba que rendía un servicio a Dios (Jn 16:2-3). Pero perseguir cristianos es perseguir a Jesús, el Hijo de Dios. Él es la cabeza del cuerpo, y maltratar el cuerpo es maltratar la cabeza (Ef 5:23-27). Lo que se haga en contra o a favor de un cristiano, se le hace a Cristo. No ayudar o no compadecerse de un cristiano, es no hacerlo a Cristo (Mt 25:44b-45). Meterse con un cristiano es meterse con lo más preciado de Dios (Zac 2:8). Pablo no amaba a Dios realmente, pues amaría a su pueblo (1 Jn 5:1). Todo aquel que aborrece al cristiano fiel, como la iglesia neotestamentaria que Pablo perseguía (dejado todo, santidad, oraban, comunión, radicales, trastornaron el mundo con su mensaje), no puede decir que ama a Dios. El mundo religioso odia el mensaje exclusivo de Cristo. El Estado dicta leyes contra el cristianismo. La falsa iglesia aborrece al cristiano fiel. El mundo en general dice amar a Dios, pero no a sus seguidores, esto es imposible.


Nuestra identificación con Cristo es plena, nos pasará lo mismo que a Él, aborrecimiento, persecución, del mundo (Jn 15:18-21). Este es el espíritu de un corazón no regenerado, como el de Pablo en ese momento. Y así éramos nosotros, perseguidores del pueblo de Dios, aborrecíamos su mensaje, su manera de vivir (Ti 3:3).


Pero usted y yo hoy, debemos hacer lo contrario, eso hacen los justos. Los justos ayudan y se compadecen del cristiano fiel, pues lo hacen también a Cristo (Mt 25:37-39). Recibir a un cristiano, su mensaje, es recibir a Cristo (Mt 10:40). Recompensa de justo tendrá quien reciba a sus mensajeros (Mt 10:41). No perderá lo más mínimo que de por ellos (Mt 10:42; Lc 9:41). Si usted dice que ama a su Padre Dios, debe amar también a sus hijos, los cuales, en teoría son sus hermanos (1 Jn 4:20). Debemos amar al verdadero cristiano, como Cristo lo hace, pues se supone que somos del mismo cuerpo (Ef 5:29-30).


Si no es así, ¡No mienta! ¡No diga entonces, amar a Cristo! ¡No lo persiga más! “¿Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.


2. ¿QUIÉN ERES, SEÑOR?


Saulo, confundido y abatido, se encuentra de frente, cara a cara, con el Cristo resucitado y le dice “¿Quién eres, Señor?”. El Señor le recuerda por segunda vez, que al que ha venido persiguiéndolo es a Él.


“Él dijo: ¿Quién eres, Señor?”: No es seguro si Pablo había conocido antes a Cristo (2 Co 5:16). Lo que sí es seguro, es que ahora sabía que estaba ante el Cristo resucitado. Lo relata después en la carta a los Corintios (1 Co 15:7-8). Ananías lo dice (Hc 9:17). Pablo cita lo dicho por Ananías al relatar su conversión (Hc 22:14). Bernabé también lo confirma (Hc 9:27). Pablo, siendo creyente, siempre mandó recordar su resurrección (2 Tim 2:8). Siempre predicó la resurrección de Cristo (1 Co 1:23). Es la doctrina sobre la cual se fundamente el cristianismo, nuestra fe (1 Co 15:14). Pablo lo tenía muy claro, lo había enfrentado y visto cara a cara.


“Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. El nombre Jesús significa “Jehová salva”, “Jehová es la salvación”, o “Salvador”. Los judíos estaban esperando al Salvador (Sal 130:8). Es el que anunció el Profeta Isaías que iba a nacer de una virgen (Is 7:14). Es quien salvaría a su pueblo de sus pecados (Mt 1:20-21). Es el que anunció el ángel Gabriel a María de su nacimiento (Lc 1:31-33). Es el que circuncidaron y le pusieron por nombre Jesús (Lc 2:21). Es el que había anunciado Isaías como el gran Rey y Señor eterno (Is 9:6-7). Es el Gran Yo Soy (Jn 8:58). Es el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mt 16:15-16). Es el que todo su pueblo fiel clama que vuelva pronto (Ap 22:20). Es el que Pablo había estado persiguiendo con gran furia. “¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues!”. Es como si el Señor le recordara a Saulo aquel día de la muerte de Esteban, su irritación contra él, contra su mensaje, contra Cristo. Le recuerda que era un asesino (Hch 7:51-53).

“dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Es inútil tratar de perseguir al pueblo de Dios. Pablo con toda su vida y abolengos hasta ahora en el judaísmo, los cuales le eran inútiles. Había corrido en vano, había peleado una guerra que no podía ganar, había corrido una carrera que no iba a terminar, había sembrado una semilla que nunca iba a rendir fruto. “dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Porque nada podrá destruir la obra de la iglesia de Cristo, porque es luchar contra Dios, lo reconoció Gamaliel (Hc 5:38-39). Por el poder de Jesús, al que Pablo perseguía, su iglesia prevalecerá (Mt 16:18).


Usted me dirá, sí, pero yo no lo persigo, no lo odio, hay cosas buenas e interesantes en su Palabra, no me caen ni tan mal los cristianos, soy amigo de muchos de ellos, pero no quiero ser tan fanático, quiero seguir a Dios a mi manera. Da igual, está contra Cristo, está dando “coces contra el aguijón”. No estar de su lado, también es estar contra Él (Lc 14:23; Mt 12:30). Los moralistas como Pablo tropiezan con Jesús, quieren ritos y obras externas, el mundo desprecia su mensaje, quieren vivir sus vidas (1 Co 1:23). Muchos tropiezan con Él (Hch 4:11). Amigo, no de más “coces contra el aguijón”. Entréguese y ríndase a Jesús como Pablo, si quiere hallar perdón de sus pecados, y salvación eterna de la ira de Dios en el infierno (Hch 4:12).


Tendrá que enfrentarse a Jesús. Y si hoy pregunta: “¿Quién eres, Señor?”, que sea para conocerlo y rendirse a Él, como hizo Pablo.


3. SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE YO HAGA?


Saulo, rendido y temeroso ante el Señor, se somete humildemente con estas palabras: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. El Señor, le indica lo que debe empezar a hacer ahora con su vida.


Son como las palabras de Samuel, atento a la voz del Señor, “Habla, porque tu siervo oye” (1 Sam 3:10). O las del mismo Ananías, dispuesto a la orden del Señor para encontrarse con Pablo, “Heme aquí, Señor” (V10-11). Saulo, Samuel, y Ananías estuvieron dispuestos a atender la voz de Dios. ¿Está usted dispuesto a atender su voz, a su Palabra, los sermones, la exhortación, el consejo bíblico?


“Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”: Jesús le da instrucciones. Pablo obedece, inmediatamente se levanta (V7-8). Se convierte en un hombre de oración (V11). Los que le conocían se sorprenden al ver su cambio (V13-14). Dios lo respalda, le ha dado una gran comisión (V15). Sufriría por Cristo, lo cual se cumplió (V16). Es reconocido como hermano en Cristo (V17). Recibió la vista (V18). Se bautizó (V18b). Se empezó a congregar (V19). Pablo empieza a predicar de Jesús en Damasco (V20-22). No le creen (V21). Pero él no se amedrenta, persevera (V22). Empieza a ser perseguido por causa de Cristo (V23-25). Se une a la iglesia en Jerusalén (V26-28). Sigue proclamando con celo, y sigue siendo perseguido (V29). Todo esto pasó después de encontrarse con el Señor. Como cuando el Señor llamó a Simón y Andrés (Mc 1:17-18), o cuando llamó a Jacobo y Juan (Mc 1:20), o a Leví (Mc 2:14); todos dejaron sus asuntos y siguieron al Señor. ¿Si ya oyó la instrucción de Cristo, por qué no se ha levantado para seguirlo? ¿Lo obedece?


Pablo siempre tuvo presente su gran pecado al perseguir cristianos. Sabía que afrentaba a Cristo, siempre habló de ello con tristeza, pero halló el perdón a pesar de su gran pecado (1 Co 15:9; Gál 1:13).Los que lo conocían, lo reconocían (Gál 1:23-24). Pablo, a pesar de todos sus abolengos, reconoció que había corrido en vano al perseguir cristianos (Fil 3:5-7). Pablo sentía ser el mayor de los pecadores por perseguir al pueblo de Dios (1 Ti 1:15). Pero a pesar de sus pecados, recibió misericordia (1 Ti 1:16). Por eso después escribe de los sufrimientos y humillación de Cristo como hombre, sufrimientos que él había ayudado a causar (Fil 2:6-8). Por eso después dice gloriosas palabras para describir quién era ese Jesús al cual persiguió, Jesús, la imagen del Dios invisible, la cabeza de la iglesia (Col 1:15-18). Enseñó la reconciliación por su sangre, reconciliación que él había hallado, a pesar de su maldad (Col 1:19-20).


Preguntemos: “Señor, ¿Qué quieres que yo haga?”. Oiga su voz rápidamente como Pablo, estas son sus instrucciones, lo que Él quiere que usted haga. Ríndase ante el Señor como Pablo, pida condiciones de paz, pues no lo vencerá (Lc 14:31-33). Arrodíllese ante el Señor como el endemoniado gadareno (Mc 5:6-9). Clame como el carcelero de Filipos por salvación (Hch 16:29-31). Reconcíliese con Dios por medio de Cristo, pues está en guerra por su rebelión con Él, necesita perdón de sus pecados, halle la paz con Dios (Rom 5:1). Así es que debe rendirse al Señor, así se le confiesa con la boca, para disponerse a obedecerlo de todo corazón (Rm 10:9). Sea santo, esa es la voluntad de Él para su vida (1 Ts 4:2-3). Sea un discípulo verdadero del Señor, oiga lo que Él le demanda (Mt 16:24).

Todo convertido, pasa por estas tres preguntas que pasó Pablo camino a Damasco, ¿ya pasó por estas?: “¿Por qué me persigues?”. “¿Quién eres, Señor?”. “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”.


Hagamos como Pablo, tengamos siempre presente que perseguimos a Cristo, odiábamos su mensaje, a sus mensajeros, reconozcámoslo, oigamos su voz, atendámosla rápidamente. “y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”.



X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.


Escucha el sermón del domingo (25 de Septiembre de 2022): «¡TRES PREGUNTAS CAMINO A DAMASCO!»


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