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¡UN PUEBLO DIFERENTE!

«Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir» (Ester 3:8)

Los israelitas estaban esparcidos y distribuidos a lo largo del reino de Persia. Asimismo, la iglesia, el pueblo de Dios, el Israel de Dios, está esparcida a lo largo del mundo, distribuida en toda tribu, lengua y nación. Este reino es gobernando por el Diablo (1 Jn 5:19). Satanás, su reino, sus leyes, nada tienen que ver con Cristo y Su Reino (Jn 14:30). Las leyes de este reino sirven al pecado, siguen la corriente del mundo, y a Satanás (Ef 2:1-3).

Como los israelitas en tiempos de Ester, estamos en este reino, pero no somos de este reino. Estamos esparcidos en este reino de las tinieblas, pero no somos de acá. Cristo nos envió en medio de este mundo, para expandir su Reino; y oro para que fuéramos guardados de éste (Jn 17:14-18). Sus discípulos estamos esparcidos en todas las naciones de la tierra; debemos ir y buscar a nuestros futuros conciudadanos, a que se hagan discípulos del Reino de Cristo, para el cual fueron llamados (Mt 28:19-20). Debemos testificar de nuestro Rey en este reino, en todas las naciones. Nuestro gran Rey y Señor nos mandó a ser testigos de Él hasta lo último de la tierra (Hch 1:6-8). Debemos anunciar leyes del Reino de Cristo para testimonio a todas las naciones, el evangelio del reino, antes que venga el fin (Mt 24:14). Nuestro Redentor nos redimió para Dios, de toda tribu, lengua y nación; nos redimió estando esparcidos en el mundo, de todas las naciones de la tierra (Ap 5:9-10).

Como los israelitas bajo el reino del rey Asuero, no nos basamos en las leyes de este reino, hemos sido libertados del pecado, servimos a la justicia, al Reino de Cristo (Rom 6:16-22). Servimos a un Rey diferente, en un reino diferente, con leyes diferentes. Ya no somos siervos de su rey, Satanás, no amamos este reino, el mundo y sus deleites, no somos esclavos de sus leyes, del pecado. Las leyes de nuestro Reino están por encima de las leyes humanas; cuando son contrarias, obedecemos a Dios antes que a los hombres (Hch 5:29). Tenemos un Rey al cual nos hemos entregado, al cual servimos. Su Reino es uno contrario al reino de este mundo, a sus leyes, costumbres, dioses. Este Rey nos ha libertado de eso, del pecado, del mundo, de Satanás, nos ha hecho un pueblo diferente, verdaderamente libres (Jn 8:34-36):

¡Somos un pueblo diferente! Con leyes diferentes, contrarias a las leyes de este reino. Unas leyes Santas, Puras, Buenas y Justas (Éx 20:2-17). El mundo sigue otros dioses, es idólatra, pagano, honra a las criaturas. Toma el nombre de Dios en vano, se conforma con una religión externa, no lo obedecen. No santifica el Dia del Señor, el Domingo, es el día de mayor mundanalidad, pecado e idolatría. El mundo educa hijos desobedientes, ingratos que no honran a sus padres. Vemos guerras, asesinatos, aborto, eutanasia, dicen amar al prójimo, pero asesinan en su corazón. Se promueve adulterio, inmoralidad, fornicación, pornografía; el matrimonio según la Biblia es visto como algo aburrido, anacrónico, acartonado, es desechable. El mundo ama el dinero, corren tras él, roban, desfalcan, oprimen. Está lleno de falsos testimonios, mentiras, injusticias, detiene con injusticia la Verdad, acusan falsamente a los cristianos. Promueve como virtud para progresar la codicia, avaricia, y envidia. Por eso objetamos contras las leyes de este mundo cuando contradicen las Leyes de Dios, y obedecemos a Dios antes que a los hombres (Hc 4:19).

¡Somos un pueblo diferente! Con una posición diferente. Linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo de Dios, que lo anuncia (1 P 2:9-10). Pasamos de ser simiente de la serpiente, a simiente de Abraham, linaje escogido. De pordioseros, pobres, miserables, a Real sacerdocio, reyes, y miembros de la familia Real Divina. De esclavos del pecado, la inmundicia, a ser una nación santa, que vive piadosamente, en pureza. De ciudadanos del mundo, a ser pueblo adquirido, nacionalizados en el Reino de Dios. De hablar las vanidades del mundo, a anunciar las virtudes de Aquel que nos rescató de las tinieblas a Su Reino. Pasamos del reino de las tinieblas, siguiendo sus leyes y a su rey, a vivir en la luz, para el Reino de Cristo, bajo su Ley. De hijos de ira, miserables, con una deuda impagable, a alcanzar misericordia, amados, escogidos, y perdonados.

¡Somos un pueblo diferente! Con un corazón y espíritu diferente, para andar en las leyes, ordenanzas, decretos y estatutos de Dios (Ez 11:16-20; 36:24-27). Su pueblo está esparcido en el mundo, lo adora en cada lugar de la tierra, y será traído de toda tribu, lengua y nación, a la Jerusalén celestial. Pasó de un corazón de piedra, duro, insensible al Señor y sus leyes, a un corazón de carne, manso, dócil, obediente y sensible al Señor y sus mandamientos. Pasó de ser morada del hombre fuerte y sus demonios, a ser morada del Espíritu Santo.

¡Somos un pueblo diferente! Un pueblo peculiar, de su exclusiva posesión, pueblo de Dios (Dt 26:16-19). Un pueblo apartado del mundo, de sus abominaciones, prácticas idolátricas, paganas, de honrar sus dioses y a los demonios (Dt 18:9-12). Un pueblo apartado de las costumbres del mundo, sus tradiciones, cultura, fiestas, celebraciones, carnavales, arte, días santos, festivos, que son vanidad (Jer 10:2-7). Un pueblo apartado de la manera de vivir de la gente de este mundo, que no vive en la carne, satisfaciendo sus apetitos, deleites, agrando a los hombres y corriendo en el mismo desenfreno (1 Ped 4:1-3). Un pueblo santo para Dios, escogido como su especial posesión (Dt 7:6-8). Un pueblo único entre todos los pueblos, santo para Él, escogido (Dt 14:1-3). Un pueblo celoso de buenas obras, redimidos y purificado por Cristo, que renuncia a la impiedad y los deseos mundanos, viviendo santamente, esperando Su regreso (Tit 2:11-14). ¡Somos un pueblo diferente! “sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey

Por tanto, muchos nos quieren sacar del camino, como Amán que influenciaba al Rey Azuero para eliminar al pueblo de Dios. Hay una enemistad permanente entre los hijos de Dios y los hijos del Diablo. Hay dos simientes en enemistad desde el Genesis, la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer (Gén 3:15). Hay dos semillas, la buena semilla, el trigo, los hijos del Reino, sembrada por Cristo; y la mala semilla, la cizaña, los hijos del Diablo, sembrada por el enemigo Satanás (Mt 13:37-39). Hay dos pactos, los que nacen según la carne, para esclavitud; y el otro pacto, los que nacen según el espíritu, por la promesa, son libres; el primero persigue al segundo (Gál 4:22-26; 29). Hay dos naturalezas encontradas en nosotros, la de la carne, gobernada por Satanás, y la del Espíritu, gobernada por el Señor; las dos se oponen entre sí, es una guerra sin tregua que batallará el creyente (Gál 5:16-17).

¡Somos un pueblo diferente! Por eso Satanás y sus hijos nos quieren matar, como los fariseos con Cristo (Jn 8:37-44). Hacemos las obras de Abraham, somos hijos de la promesa, de la simiente de la mujer, la buena semilla sembrada por Cristo, nacidos del Espíritu. Nuestras obras son justas, hechas en y para Cristo, conforme a Su Reino, y no conforme a este reino, por eso el falso creyente nos envidia y aborrece, y como Caín con Abel, nos quieren eliminar (1 Jn 3:12-13). No hacemos lo que hacen en este reino. Los hijos nacidos según la carne se extrañan que ya no corremos en el mismo desenfreno que ellos, y nos ultrajan (1 P 4:4-5). Nuestro Rey es Cristo, no el César, obedecemos a Cristo antes que a los hombres, el mundo se trastorna con este mensaje (Hc 17:6-7). Los hijos del Diablo se nos oponen cuando predicamos del Reino de Cristo, como el mago Elimas con Pablo (Hc 13:10).

¡Somos un pueblo diferente! Seguimos las leyes de nuestro Reino, los pasos de nuestro Rey y Maestro, somos de su casa, seremos aborrecidos como Él (Mt 10:24-25). Como Aman con los israelitas, Satanás tiene una guerra sin tregua contra el pueblo de Dios, contra la descendencia de la mujer, la iglesia de Cristo, los que guardan sus mandamientos, Sus leyes (Ap 12:17).

¡Somos un pueblo diferente! Esparcidos en este reino, pero con leyes diferentes, el mundo seguirá notándolo, nos querrán matar, como Amán con los israelitas: “Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir”

X SU GRACIA: Comunidad Cristiana

Escucha el sermón del domingo (27 de Septiembre de 2020): «¡UN PUEBLO DIFERENTE!»:


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